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Por: RosarioNet | 07/08/05

«Ahora somos una familia»


A raíz del difundido caso de caso pareja de lesbianas que en Córdoba decidieron tener un hijo, dos mujeres contaron su historia preservando sus identidades "por cuidar a la criatura"

Por Sonia Tessa

«No somos un ejemplo ni bandera de nadie», dice cortes pero también cortante P., una de las mamás de un bebe que nació hace dos meses en una pequeña ciudad del centro de la provincia. «Sé que tendríamos que ser las primeras en luchar por nuestros derechos, pero hay una personita que depende de nosotras de por medio, y queremos preservarlo», agrega al rato V., la otra mamá, quien gestó al niño. El bebe fue concebido por inseminación artificial en la clínica Halitus de Buenos Aires, y es hijo de una pareja de lesbianas, de 32 y 39 años, que conviven desde hace más de una década. Las identidades y el lugar de residencia se reservan para preservar a la familia de los prejuicios y los perjuicios que acarrea la exposición pública.

Antes de llegar a la clínica porteña, las dos mujeres intentaron hacerlo en Rosario, pero el especialista Carlos Morente se negó a realizar el tratamiento por «una cuestión de protocolo». No se amedrentaron: después de doce años de convivencia, el deseo de tener un hijo en común fue más fuerte. Un hijo deseado y cuidado, mucho más de lo que vivieron otros chicos.

Por el semen pagaron 380 pesos y 460 más por cada inseminación. Según V., el médico Sergio Pasqualini, de Halitus, trató el pedido «como es». ¿Cómo es? «Somos una pareja y queremos tener una familia, un hijo», dice con sencillez y sin entrar en la polémica entre las formas tradicionales de familia y las que se abren en estas épocas en las que el matrimonio se pacta entre dos personas que se aman, en lugar de hacerse de acuerdo a compromisos familiares o económicos, como era en la antigüedad. La aparición del amor como constitutivas del matrimonio abrió también la puerta a estas maneras no normalizadas de relacionarse.

Las mujeres autorizaron a contar esta historia en el diario, enojadas por «la cantidad de pavadas» que se dijeron en los medios de comunicación a partir de la misma decisión en una pareja de mujeres cordobesas. «Tiene que producirse un cambio en la mentalidad de la gente y en la legislación, porque somos una familia», dice V. Su hijo tiene una familia ampliada en la que no faltan abuelos, tíos y primos. Fue bautizado la semana pasada, porque el obispo de la zona considero que todos los niños son hijos de Dios.

Para estas mujeres, que conviven en una ciudad de apenas 20.000 habitantes, está claro que esa sociedad pequeña «es más abierta que el resto de la Argentina». Las espantó la forma en que se desarrolló el debate sobre la decisión de la pareja cordobesa.

«Somos una familia, y no se puede generalizar continuamente que porque sos homosexual sos un degenerado. ¿Por qué siempre nosotros? Los violadores son heterosexuales. Cuando hay una madre soltera también falta una figura paterna. En cambio, nuestro hijo tiene abuelos, tíos y toda una familia. Nosotras no estamos en contra de los hombres, pero si un chico es criado con amor no tiene por qué tener problemas en su crecimiento», argumenta V. con una cuota de amargura por las argumentaciones que oyó durante los últimos días.
Para la periodista y activista lesbiana lrene Ocampo, las voces de condena seguirán presentes durante mucho tiempo. «Es una forma de poner distancia contra eso que se desconoce y se considera pecaminoso, desde un lugar completamente dogmático de la Iglesia Católica y otras religiones», afirmó. «Esas argumentaciones fueron manifestadas por Juan Pablo Segundo en un documento de 1979 que condena a la homosexualidad como una de las diez conductas que combate la Iglesia», agregó la activista, quien subrayó que en el lenguaje cotidiano, en la calle, eso se traduce en epítetos como «degeneradas» entre otros aún más agresivos. «Algunos te niegan la existencia, como nos ocurre en los Encuentros de Mujeres, donde las mujeres que concurren para defender las posiciones de la jerarquía eclesiástica nos dicen que no existimos», relató. ¿Cómo hacer para vivir con esa discriminación? «Lo reelaborás desde tu propia vida cotidiana, desde el afecto, desde el cariño de las personas que están cerca tuya, con quiénes compartís el trabajo y saben cómo sos, y te respetan», afirma.