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Por: Paparazzi | 12/08/11

Voy a alquilar un vientre en Miami, quiero presenciar el parto


La periodista, activista en leyes de fertilidad y adopción
decidió que su próximo hijo nacerá gracias al proceso de madres subrogadas. Es un capítulo más en su búsqueda familiar, que incluye, sacrificios y mucha ilusión.:

Era chiquitita, rubia y se divertía acomodando sus muñecas como la Susanita de Quino. Mucho antes de convertirse en periodista, activista en leyes familiares y escritora de un best seller, Marisa Brel (41) tenía una sola ilusión: ser madre de seis hijos. Sin embargo, la vida puso cuesta arriba ese sueño. Quince años atrás, luego de casarse con el director teatral Carlos Evaristo en el año 1996, Marisa descubrió que ser mamá se convertiría en una tarea complicada. Al año y medio de casada logró concebir, pero a las siete semanas descubrieron que era un embarazo ectópico, y lo perdió. «Eso fue un antes y después en mi vida, porque se me detecta que tengo infertilidad», cuenta ella. Con su cuerpo herido, Marisa descubrió a «su dios en la Tierra», el doctor Sergio Pasqualini, quien la ayudó a iniciar los tratamientos de fertilidad correspondientes. Los diagnósticos determinarían su problema: «Tengo trombofilia, que es como tener la sangre espesa, una enfermedad poco conocida y que se puede detectar». Cinco años después, luego de mil lágrimas y al sexto intento in vi-tro, el milagro se hizo realidad, y se llamó Paloma. «Fue una búsqueda desesperada, con mucho sufrimiento, dolor, angustia, pinchazos, estudios… Cuando nació Paloma sentí que todo había valido la pena. El dolor del alma y el cuerpo
que había padecido tenía valor», explica ella. -¿Cuándo sentiste que efectivamente eras madre?
-Recién cuando nació, el 15 de noviembre de 2002. Cuando la tuve en mis brazos, se me transformó el mundo. -¿Cómo fue que decidieron volver a buscar? -No fue fácil volver a empezar. En 2008, recién cuando me sentí entera, hice otros cuatro tratamientos y ya no logré quedar embarazada. O sea, yo me hice en total diez tratamientos in vitro, y sólo en uno pude quedar embarazada de Paloma. Te aseguro que el sentimiento de una mujer, después de perder un tratamiento in vitro, es como el de perder un hijo. No es que tenes relaciones y esperas tres semanas para hacer un test. Esto es prepararse física y psicológicamente, con estudios, exámenes, millones de inyecciones, te ponen el embrión fecundado en el útero… pero no.
-¿En ningún momento pensaste en bajar los brazos? -No, nunca, ni lo voy a hacer jamás. No entra dentro de mi filosofía de vida. Por eso el mensaje de mi libro es ser madre a pesar de todo. Para mí la infertilidad nunca fue un tema tabú, y todo el mundo sabía de mi historia. Me encontré con mucha gente que se acercaba a preguntarme, y de ahí salió la idea de escribirlo, es mi hijo de papel. Se me acercaron de la provincia de Buenos Aires para contarme que había un proyecto de ley, y junto al gobernador Daniel Scioli y el ministro Alejandro Collia, en diciembre se promulgó la primera ley provincial de fertilidad gratuita, la primera en toda América, y ya estamos celebrando 50 embarazos. Es algo maravilloso, y ya estamos trabajando para que se convierta en ley nacional. -¿Cómo se traduce esa ley en la vida cotidiana de una pareja?
-Vos pensá que cada tratamiento te puede costar aproximadamente 20 mil pesos. Ahora, los que tienen dos años de residencia en la provincia de Buenos Aires lo pueden hacer gratis. Es una ley igualitaria, para ricos y pobres, tengan obra social o no. Parecía una utopía, pero se pudo lograr, y yo me siento mamá al igual que todas esas mujeres.
Y a la vez, esto potenció otra vez mis ganas de ser madre de nuevo.
-¿Nunca pensaste en adoptar?
-Sí, totalmente. Cuando acepté que los embriones ya no podrían prender en mi cuerpo, me propuse adoptar. Fui a un Juzgado y me dijeron que no había problemas, pero que tenía que esperar entre ocho y diez años. ¡Y yo tengo 41 años! Entonces comencé a averiguar el tema de adopción internacional, pero estaba cerrada. Hice un juicio voluntario para adoptar en Haití, y me salió bien, pero tenía que esperar 1 año o más para hacerlo efectivo. Fue ahí que le dije a mi marido: «¿Ysi alquilamos un vientre?». Era algo que siempre había tenido en mente, pero recién ahí lo sentí como una posibilidad concreta de hacerlo y vivirlo. -¿Se puede hacer en la Argentina? -Se puede, no está prohibido.
Pero existe un vacío legal, si lo haces acá la madre sustituía se puede arrepentir y sonaste, no tenes ningún derecho. En eso
también estamos trabajando junto a mi abogada, Ana Rosen-feld, para crear la primera ley de madres subrogadas.
-¿En qué instancia está el proceso?
-Muy avanzada. Yo en Miami había conocido al doctor Fernando Akerman, un especialista argentino en fertilidad y alquiler de vientres. Lo volví loco, me explicó todo el tratamiento… Me hice todos los estudios, y en unas semanas viajaremos para que nos extraigan las muestras, se haga la fecundación y se instale el embrión en el útero de la madre sustituía.
-¿Cómo se elige a la susti-tuta?
-El doctor Akerman me presentó a la agencia que se llama Open Arms Consultance, y ellos trabajan en equipo. En esa agencia hacen coincidir el perfil de madre que vos necesitas con el de las madres que se ofrecen para alquilar sus vientres. Yo quería que fuera
sana, que no fumara, que viviera bien… Tenía cinco can-didatas, Akerman las estudió y me la transmitió a mí por mail. Vi su ficha por Internet, cómo es su vida, que tiene dos hijos, cómo piensa, a qué se dedica…
-¿Te sorprendió algo de ella? -El motivo por el que se anotó en la agencia. Ella en un principio se ofreció para ayudar a una amiga que no podía tener familia, pero cuando estaban a punto de iniciar el tratamiento, la otra chica quedó embarazada. Y a ella le quedó la necesidad de ayudar a alguien para experimentar esta maternidad solidaria. Me encantó. -¿Sentís algún crecimiento personal al atravesar todo esto?
-Sí, totalmente. Para nosotros es un crecimiento espiritual muy grande. Ser padres de un hijo biológico a través del cuerpo de otra mujer. Porque los cuerpos humanos somos vehículos que nos elige un alma para venir a esta Tierra y encarnar.
-¿Hablaste con ella? -Sí, el nombre me lo reservo. Hablamos durante una hora, lloramos, nos reímos, me encanta porque pensamos muy parecido. Es profesional, está casada, tiene hijos y vive en el estado de Florida, que es el único estado, junto a California, donde este procedimiento está legislado. Esto es muy común allá. Apenas nace el bebé es tuyo y lo anotan como ciudadano estadounidense. No
tenes que ser una celebridad para realizarlo, ni tiene que ser secreto. Tiene un valor alto, como cualquier tratamiento médico.
-¿Vas a vivir el embarazo a la distancia?
-La idea es atravesarlo juntas. Yo voy a viajar allá todas las veces que sea necesario. Vamos a estar presentes en el momento de la transferencia, que es cuando se transfieren los embriones al cuerpo de ella. También la vamos a acompañar a hacerse las ecografías. Y queremos presenciar el parto. -¿Paloma qué dice? -Lo charlamos muy normalmente. Ella sabe que la tuvimos gracias al in vitro, y ahora le expliqué que como mi pan-cita no hace más bebés, otra mamá me va a prestar su pan-cita. ¡Y está feliz! Ella quiere una hermanita, yo un varón… y mi ilusión es que sean dos.
Vamos a seguir luchándola con paciencia y mucho amor, porque es algo lindo para vivir todo esto. Viajaremos seguido a Miami, estaría bueno que alguien nos preste algún depar-tamentito allá, jajá. Si Dios quiere y sale todo bien, me imagino recibiendo a mi hijo o a mis hijos en un año… En un año. Lo pienso y ya me emociono.
I Nicolás Coppa

Fuente: Paparazzi