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Por: Revista Caras | 25/07/07

¿Envejece la sexualidad?


Existe el mito que las personas mayores ya no tienen edad para ejercer su sexualidad, no obstante, la ciencia indica que no hay una edad cierta para dejar de disfrutar de la plenitud sexual.


Los términos “tercera edad” o “vejez” ya no tienen el mismo significado que tenían hace algunos años. Se iniciaba esta etapa a partir de los 65 años y se sobreentendía que, salvo excepciones, comenzaba una franca declinación de las funciones físicas y psíquicas de las personas.
Sin embargo, hoy la expectativa de vida asciende a los 100 años, y la medicina ha dejado muy en claro que el envejecimiento es una serie de sucesos progresivos que se inician a la temprana edad de 35 años, por lo cual no podemos determinar con certeza cuál es el momento culminante. Más bien es considerado un proceso que dura décadas y que es variable en cada ser humano, de acuerdo a su genética, su estilo de vida, etcétera.
Los seres humanos desde la gestación son seres sexuados y sexuales, esto significa que tienen órganos sexuales que son la exteriorización de la función para la cual existen. ¿Cuál es esta función? Proveer al individuo la posibilidad de procrear y lograr a través de ello una trascendencia genética, pero también, y a veces solamente, otorgarle un medio muy poderoso de comunicación con su pareja, lo cual va a influir fuertemente en su autoestima, seguridad e intimidad emocional con su compañero/a.
Otro aspecto de la función sexual es que le produce placer al individuo, lo cual está relacionado con el mejoramiento del sistema inmunológico, fundamental para prevenir y combatir enfermedades y también muy importante para el mejor tránsito a través de las etapas de envejecimiento. La función sexual comienza en el cerebro con la liberación de neurotransmisores, continúa a través del sistema nervioso y circulatorio hasta llegar al estímulo de las glándulas que componen nuestro sistema endócrino y culminan con la respuesta muscular y neurológica de los órganos genitales y de todo el cuerpo en general. Por lo tanto, queda muy claro que, en la medida en que los componentes de este sistema funcionen, la sexualidad estará presente en la persona.
Existe aún el mito (muchas veces inducido por quienes homologan la sexualidad con la juventud) que en las personas que ya no tienen edad para procrear, la sexualidad es una función prescindible o decadente. Esto por suerte no es así y las personas que transitan su sexta, séptima u octava década tienen derecho al disfrute de su vida entera en plenitud, incluyendo la sexualidad.
Muchas veces aparecen disfunciones sexuales, pero no siempre están directamente relacionadas con la edad, sino que son alteraciones debidas al mal funcionamiento de otros órganos o surgen como consecuencia de ciertos medicamentos. En estos casos, y en muchos otros, la consulta con el médico especializado en Disfunciones Sexuales definirá un pronto diagnóstico y tratamiento que permitirá al/la paciente el restablecimiento de su función sexual y la posibilidad de continuar llevando una vida más plena, satisfactoria y saludable.
Existen casos en que la alteración sexual es histórica, o sea que no se debe a la edad sino a la falta de educación o información sexual, o a creencias, mitos y tabúes culturales. En esos casos los tratamientos sexológicos son mucho más breves y permiten a los consultantes redescubrir una fuente de saludable gratificación que mejora la vida y la relación con la pareja.
La función sexual, como otras funciones del organismo, nace con el ser humano y permanece vigente durante toda su vida y, debe ser motivo de consulta y atención médica si la persona nota una alteración que le provoca angustia o padecimiento de alguna índole o que influye negativamente en su relación de pareja.