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Por: Infobae | 14/06/21

Otro efecto colateral de la pandemia: este año habrá 15% más divorcios en la Ciudad de Buenos Aires


El dato del Registro Civil porteño puso de manifiesto que el confinamiento desarticuló la vida tal como se la conocía. “Las situaciones límites siempre son aceleradores de problemáticas que estaban latentes”, coincidieron expertos consultados por Infobae

 

Que la pandemia por COVID-19 llegó para poner el mundo de cabeza, a casi un año y medio de declarada no es novedad. Y casi como si del efecto mariposa se tratara, a la crisis sanitaria, el colapso de las economías, la transformación de las relaciones laborales, la mutación de la educación tradicional y demás consecuencias que trajo consigo el arribo del SARS-CoV-2 al planeta, la familia, la unidad social mínima que compone a las comunidades, inevitablemente sintió el cimbronazo.

Con hijos o sin ellos, casados o no, de larga data o más recientes, las parejas, al igual que todas las relaciones sociales acusaron el golpe y muchas de ellas comenzaron a replantearse el vínculo o directamente se disgregaron.

Según datos oficiales del Registro Civil de la Ciudad de Buenos Aires a los que accedió Infobae, “los divorcios crecerán un 15% como consecuencia de la pandemia”. “Haciendo una proyección con los datos que venimos teniendo, en ese porcentaje aproximadamente se van a incrementar las parejas que se divorcien”, confió a este medio una fuente del organismo dependiente del Ministerio de Gobierno porteño, según la cual “la cifra no es mayor por un tema económico, ya que para separarse o divorciarse se necesita dinero; no es fácil desarmar una vivienda donde viven dos personas, ya sea con hijos o sin hijos”.

Y tras informar que fuera de pandemia el número de casamientos asciende a entre 13 mil y 14 mil por año en la Ciudad de Buenos Aires -lo que equivale a entre 800 y 1200 parejas al mes, excepto los meses de temporada de casamientos, que puede llegar a haber entre 1300 y 1500 uniones por mes-, desde el Registro Civil señalaron que “los divorcios en los últimos 30 años dan casi la mitad (entre 5500 y 6500)”. “Es como una regla, que del total de casamientos casi la mitad se divorcian y este año especulamos que sean más”, aseguró la fuente.

“La pandemia tuvo una influencia absoluta sobre la sociedad en general, en diferentes aspectos de la vida de las personas y por supuesto una de ellas es el efecto que tuvo en la vida familiar y de las parejas”. La licenciada en Psicología María Laura Santellán (MN 18841) comenzó a analizar lo que a su entender fue “una situación límite para la humanidad, que puso a las personas contra las cuerdas en varias situaciones y evidentemente como toda situación crítica -y además global- llevó a muchos a desarrollar potencialidades pero también a hacer mucho más visibles los déficits”.

A su turno, el médico psiquiatra y psicoanalista Pedro Horvat (MN 70936), aportó una idea que -para él- es clave, y es que “la pandemia y el confinamiento por sí mismo, lo que hacen es descubrir las fragilidades preexistentes; es decir, lo que aparece a la luz es lo que ya existía y hasta ese momento se había mantenido en equilibrio”. “Podemos pensar entonces, cuáles son las cosas que rompieron el equilibrio, pero en cada pareja o en cada persona que aparezcan síntomas de sufrimiento, son situaciones preexistentes”, opinó, para luego citar un conocido aforismo que acuñó el empresario Warren Buffett, que dice que “cuando baja la marea se nota quién nadaba desnudo”, lo que en su interpretación equivale a decir que “en las situaciones de crisis cuando se hacen evidentes las debilidades”.

Para la licenciada en Psicología Patricia Martínez (MN 24411), “el confinamiento en sí mismo es una experiencia humana muy particular, y por supuesto que con más horas de convivencia las crisis no sólo de pareja sino de las distintas relaciones familiares entre convivientes van a aparecer”.

En ese sentido, según ella, “la pandemia como situación universal puso a las personas en contacto con aspectos difíciles de llevar, como son la vulnerabilidad y la fragilidad”. “De repente nos encontramos vulnerables ante un enemigo que no se ve y relacionarse con la propia vulnerabilidad nunca es fácil”, opinó la especialista en familia de Halitus Instituto Médico, para quien, además, “el alargamiento de la situación hizo que se perdiera un poco la perspectiva a futuro y se cayera en una especie de rueda cotidiana, con mucha dificultad para ponerse metas, tener proyectos a futuro y eso genera una gran frustración y por supuesto trae aparejadas cuestiones a nivel relacional y conflictos”.

Sobre esto, Horvat sumó que “un aspecto fundamental es que la pandemia y el confinamiento desarticularon la vida social, laboral, doméstica y eso por sí mismo produce sufrimiento, y a esto hay que agregar el miedo a enfermar en muchas personas, las penurias económicas en otras; es decir hay una serie de elementos externos que son claramente traumatizantes y que ya de por sí ellos solos generan padecimiento en las personas”. “Pero además hay otra cuestión que es propia del confinamiento y es que las parejas -como ningún vínculo- están pensadas para convivir 24×7, ni para estar juntos todo el día, todos los días -analizó-. Nuestros vínculos están organizados alrededor de equilibrios que se forman por el tiempo que pasamos juntos pero además por el tiempo que le dedico a mi vida individual (trabajo, deportes, amigos, a otros intereses que pertenecen a la esfera de lo individual y que no necesariamente se comparten con la pareja). Cuando ese equilibrio se rompe es cuando empieza a aparecer un elemento de crisis”.

– ¿De qué manera la pandemia puede haber afectado a las parejas?

– Santellán: Las parejas se vieron afectadas en la convivencia, primero porque cambiaron las condiciones de convivencia. En los momentos más estrictos, y hasta el día de hoy, la mayoría de la gente empezó a trabajar desde la casa, lo que hace que el famoso reencuentro a la noche se viva de una manera diferente. Es un reencuentro de dos personas que se ven el día entero, con sus ocupaciones, su vida social más reducida, su individualidad menos definida y por lo tanto eso también puede tener consecuencias negativas en la vida de una pareja. Una pareja que funciona bien necesita de individualidades bien definidas, desde hobbies a trabajos diferentes, amistades diferentes, y obviamente la pandemia prácticamente hizo que esto desapareciera.

Una pareja con ciertas dificultades, con una crisis que afectó todos los órdenes de la vida de las personas como es la pandemia y las condiciones de vida que ésta exigió, seguramente se vio más afectada.

– Horvat: En situaciones como esta se ponen a la vista las fragilidades. Lo que más conflictos y finalmente divorcios genera es la dificultad para el diálogo: cuando son muy evidentes las diferencias y son muy evidentes las frustraciones, estas diferencias en la manera de vivir el problema generan reacciones emocionales, problemas que imaginamos, actitudes que suponemos, etc y acá es donde la posibilidad de diálogo, de compartir, de la empatía y la tolerancia de cada pareja se pone en juego. Cuando esto es lo suficientemente sólido la situación se sobrelleva, en cambio cuando la pareja, aunque no nos dábamos cuenta, estaba sostenida por todos los estímulos externos y los déficits internos estaban cubiertos es cuando aparece la crisis y el vínculo queda en riesgo.

Una cuestión no menor es el impacto de la convivencia forzada en la vida sexual; el erotismo necesita de presencia y ausencia, de tener y no tener, de te veo y te extraño. Es en ese punto intermedio que nace el erotismo, y cuando estamos juntos todo el tiempo y no tenemos espacio suficiente para no vernos o pensar en el otro, cuando esos tiempos se deforman, el erotismo sufre y la vida sexual se ve afectada, además de por supuesto por la creciente irritación que todas las desarticulaciones generan.

– Martínez: Las situaciones límites siempre son aceleradoras de problemáticas que estaban latentes y que en situaciones normales, con todos los recursos disponibles, las personas podemos ir modulando. La pandemia las pone en evidencia rápidamente y lo que se ve es que se desatan terremotos de un minuto al otro y que eso tiene que ver con el encierro, ya que cuando uno sale a trabajar, puede salir a caminar, al cine, a pasear estos enojos se diluyen y se vuelve al hogar de otra manera.

El que no haya espacios individuales por supuesto que es un factor desencadenante de conflictos, ya que entre las necesidades básicas que tiene el hombre, además del alimento, la comida y la vestimenta está el espacio vital donde poder desplegar nuestras actividades. Y sobre todo en ciudades grandes donde la cuestión habitacional es tan compleja, ese espacio vital se pierde y eso por supuesto va a generar angustias, ansiedades. El espacio vital pasó a ser al mismo tiempo el laboral, de juego, de escuela y esta multiplicidad de actividades que se dan en el mismo espacio, cuando uno no está emocionalmente estable o equilibrado va a desarrollar conflictos tanto intrapsíquicos e intersubjetivos, es decir con uno mismo y con los otros.

– ¿Cuáles son a su entender los principales puntos de “choque” que pueden surgir en este contexto en una pareja?

– Santellán: Creo que giran en torno a la convivencia, las responsabilidades dentro de la convivencia, los quehaceres de la casa, la falta de individuación (tener pocos espacios personales y propios), la falta de socialización con otras personas. Aquellos puntos que suelen ser difíciles en la convivencia (horarios, espacio) y que se exacerbaron con la falta de espacio propio.

– Martínez: Tienen que ver principalmente con cuestiones devenidas de la convivencia y el aislamiento tan prolongado, y van desde discusiones, peleas, crisis, rispideces por superposición de roles, demandas de espacio, sobrecarga relacionadas con las tareas familiares, sumado a una situación económica compleja que genera tensiones en las relaciones laborales.

Un elemento que no es novedoso pero cabe mencionar es que cuando estamos en casa ponemos de manifiesto un montón de cosas que de ordinario no se ven: tengo que lidiar todo el día con fobias, malestares, emociones, etc del otro que en la vida ordinaria tendríamos donde canalizar en otros lugares. El gran problema es que ahora no hay otro lugar donde canalizar las emociones que no sea el propio espacio.

¿Una luz al final del túnel? Hábitos o actitudes que puedan contribuir a una mejor convivencia

Un buen punto para tener en cuenta de aquí en más es saber, de antemano, que es inevitable que haya problemas de convivencia. Que el mundo está enfrentando una situación crítica, que coloca a las personas al límite de sus posibilidades de tolerancia. Y que no va a ser eterno.

“Esto va a pasar y vamos a encontrarnos primero como individuos con todas nuestras ansiedades frente a lo que esta situación nos impone y las dificultades vinculares que la vida normal más o menos tapaba”. Para Horvat “ese es el desafío: saber que no hay ningún vínculo que la saque gratis”. “Nadie puede evitar este desafío y sabiendo que vamos a tener este problema esto es lo que tenemos que estar dispuestos a enfrentar, sobre la base de la tolerancia, del reconocimiento de las diferencias, de que tengo que convivir con lo diferente que es el otro y aprendiendo a construir puentes de encuentro en medio de toda esta disimilitud -sostuvo-. Eso es lo que todos vamos a necesitar para poder cuidar nuestras relaciones; si esto se logra, la pareja va a salir fortalecida, no debilitada. Y si la pareja se rompe es porque ya había cosas muy fuertes que pasaban antes”.

Martínez instó a “en la medida de lo probable, mantener una vida lo más normal posible”. “Eso va a descomprimir muchísimo -aseguró-. Ir deconstruyendo esta nueva normalidad y tratar de volver a antiguos esquemas con las características actuales: recuperar los espacios individuales lo más que se pueda, desde el trabajo, pasando por la actividad física, las actividades intelectuales. Mantener actividades y espacios individuales dentro de lo que se pueda es lo mejor que podemos hacer”.

En este punto, Santellán, que es psicoterapeuta cognitiva y docente de la Universidad Abierta Interamericana (UAI), consideró que “la comunicación óptima es clave”. “Poner mucho en palabras las circunstancias de rispidez, choque o enojo que se pueden ir suscitando en el día a día; hablar, conversar, y respetar los espacios individuales será de gran ayuda”, aconsejó, y agregó: “Acordar espacios comunes, desde la tarea del hogar hasta distinguir espacios temporales en los que el trabajo se saca de escena y aparece la vida de pareja, fomentar la vida sexual, y que todos los elementos que son importantes en la vida de una pareja sean cualitativamente significativos”.

Y tras señalar que “todas estas cuestiones en la dimensión de una pandemia en la que hay menos momentos de recreación externa como cine, teatro, salidas, cobran más relevancia”, destacó “la importancia de fomentar más el ocio y los momentos distendidos, hacer más uso de la palabra y la sexualidad, que en todo momento enriquece a la vida de pareja”.

Con todo, para los especialistas “la pandemia puede haber sido escenario para un fortalecimiento”. “Si una pareja es consciente de las dificultades por las que están atravesando de manera individual es muy probable que puedan salir fortalecidas de un suceso como este”, concluyó Santellán.

El estrés fue y es muy grande, y las condiciones de vida cambiaron muchísimo. Todo hace pensar que es poco probable que una pareja no resulte atravesada por la pandemia. El tiempo dirá en cada caso si resultó fortalecida o deteriorada.

 

 


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