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Vale la pena años de llanto y lucha por una sola sonrisa


Tomamos la decisión y felizmente en poco tiempo se nos dio la maravillosa posibilidad de tener a nuestra hija Florencia.

Estábamos tan felices con ella que quisimos darle un hermanito y es así como volví a tomar fuerzas para realizar un tratamiento.
Pero yo había cambiado, tenía la tranquilidad y la serenidad que hacen falta para un tratamiento y que nunca antes había tenido. Ahora estoy convencida que mi estado de angustia, miedos e inseguridades, impedían que se anide mi hijo.
Volvimos a intentarlo por cuarta vez, ya muy calmos y sin demasiada carga emocional. Recuerdo que el día de la transferencia de embriones el Dr. Pasqualini me dijo algo que nunca me había dicho: “Esta vez te vas a quedar embarazada”.
Fueron transcurriendo los días y cuando tuve que que retirar los análisis por primera vez junté coraje y fui junto con Gustavo a buscarlo, antes nunca lo hice por miedo. Nos encontramos con la hermosa sorpresa de un positivo con muchas esperanzas ya que las sub unidades eran altas. Lloré con tantas ganas, abrazada a Gustavo que hice llorar a la asistente que me entregaba los análisis y también a la bioquímica. No lo podía creer, me había pasado algo que venía soñando hacía nueve años. En el embarazo me cuidé sabiendo que tenía un tesoro muy valioso, al principio era mezcla de felicidad y miedo, me preguntaba: ¿continuará el embarazo? ¿nacerá bien?
Fue un embarazo exageradamente controlado por el médico, no tenía ningún síntoma, solo sueño. Pasaron los meses y el 21 de diciembre de 1999 nació Agustín, un hermoso niño con dos kilos cuatrocientos gramos, en la semana treinta y siete y completamente sano.
Hoy, que ya tiene seis meses, siento que nuestra felicidad está completa. Me siento realizada como mujer y como madre, tengo una nena que no tiene nuestra sangre pero que robó nuestros corazones y un niño con nuestros rasgos que cuando nos hace una sonrisa uno ya ni se acuerda de todo el peregrinar que tuvimos que hacer para llegar a tenerlo con nosotros.
Vale la pena años de llanto por una sola sonrisa suya.
Para todos los padres que sienten que no tiene fuerzas, que quieren abandonar la lucha, no lo hagan, continúen intentándolo.
Hoy estoy muy agradecida a todas las personas que me alentaron a seguir, en primer lugar a Gustavo que jamás bajó los brazos, a Florencia que logró hacer desaparecer mi angustia y mis miedos, al Dr. Pasqualini y a su equipo humano que en su deseo de perfeccionarse, fueron mejorando las técnicas, aparte que me brindaron mucha calidez, a mis familiares y amigos en su apoyo constante y por sobretodo a Dios que hizo, con el esfuerzo de todos, que mi gran sueño se hiciera realidad.
Muchas gracias.
Maria Isabel Allamandri
Mayo de 2000