La importancia de dar batalla

«Debe ser una glándula inflamada», se dijo. Y acto seguido recordó haberse hecho su mamografía anual de rigor y que la próxima le tocaba dos meses después. Pero 15 días más tarde volvió a notar el bulto, y decidió ir a hacerse una batería de análisis y estudios con su médico clínico. Los resultados arrojaron un 80% de posibilidades de que el bulto detectado fuera un tumor. Miccio pasó por el quirófano, y las malas noticias continuaron, porque el tipo de células cancerosas que formaban el tumor era muy agresivas.
«Cáncer no es sinónimo de muerte», afirmó Miccio en su libro «Actitud y aceptación para superar la enfermedad». Y no se equivocaba. Su muerte, después de doce años de lucha personal primero, y de concientización de las mujeres después, no debería contagiar desaliento, más allá de la tristeza que provoca la desaparición de una figura popular querida: más de un 90% de los cánceres de mama, si son detectados a tiempo y tratados como corresponde, son superados.
La tasa de sobrevida, a cinco años de iniciado un tratamiento, es actualmente del 96%.
PERSPECTIVAS. Se calcula que, a nivel mundial, un 11% de las mujeres de hasta 85 años padecerá un cáncer de mama en algún momento de su vida. Pero eso, que puede sonar aterrador no debería ser interpretado de manera lineal, porque para tener un tumor, y luego una recidiva (reaparición) que lleve a la muerte, deben darse una serie de situaciones que no son las más frecuentes.
En ese sentido, el caso de Patricio Miccio es especial. Porque tuvo el tipo de cáncer más agresivo de los que se conocen. Y porque lo desarrolló a una edad temprana (cuando tenía 44 años). Además, en su familia había antecedentes hereditarios.
Un dato que vale la pena considerar para extremar la detección precoz, porque «los antecedentes familiares de cáncer de mama multiplican el riesgo por dos o tres», explica la Organización Mundial de la Salud (OMS).
«Hay que tener en cuenta muchas variables a la hora de analizar un fallecimiento por este tipo de cáncer –puntualiza el mastólogo Juan Isetta, del departamento de patología mamaria de Halitus Instituto Médico–. Por un lado, el tipo de tumor. Por otro, la agresividad que posean las células que lo conforman, la edad de la mujer afectada, el momento en el que se diagnostica la enfermedad, el grado de compromiso de los ganglios axilares, la presencia o ausencia de un gen oncogénico, si las células cancerosas se multiplican muy rápido, por mencionar solamente algunos».
Se estima que cada dos minutos una mujer es diagnosticada con cáncer de mama en el mundo, pero si ese diagnóstico es precoz, las posibilidades de mortalidad se reducen mucho.
Según datos de la OMS, el solo hecho de que las mujeres de entre 50 y 69 años se hagan una mamografía cada año disminuye la tasa de fallecimientos entre un 15 y un 25%.
ACEPTACIÓN. «Cáncer es cáncer: no es ni gripe, ni fiebre, ni dolor de cabeza.
Es cáncer –enfatizaba Patricia Miccio–. Cuando uno puede asumir la palabra como tal y nombrándola desmitificarla, sacarle el miedo, empezará a sentir una fuerza interior que lo impulsa a la lucha». Con esto se refería a la necesidad de hacerle frente al diagnóstico, de no dejarse llevar por la fantasía –azuzada por el miedo– de que, por no llamarlo por su nombre, el cáncer podría, mági-
camente, desaparecer.
«No es un tabú que me hayan operado. No me colocaba una tira para tapar las huellas… Yo era, yo soy esa mujer que tuvo cáncer».
Con «las huellas» Miccio hacía referencia a la cicatriz postquirúrgica que le había quedado en un pecho y que podía (eventualmente) vislumbrarse si la ex modelo lucía un vestido strapless o muy escotado.
Diez años después de la primera aparición, a la ex conductora de Utilísima le detectaron otro tumor. Esto sucede, a veces, con las mujeres que ya pasaron por un episodio de cáncer mamario. «El peligro de tener un tumor en la otra mama o una recidiva en el cuerpo es mayor que en una mujer que nunca tuvo cáncer, hay un riesgo aumentado –admite Isetta–.
Aunque el porcentaje es bajo, cuando la paciente ha sido bien diagnosticada, operada y tratada».
«Si una puede tomar el cáncer como un tránsito, como una enfermedad de la que tal vez haga una recidiva dentro de 10, 20 o 30 años… o quizás nunca más en su vida, entonces estará más preparada para enfrentarlo, sean cuales fueren sus características», decía Miccio en su libro del 2006. Ella hizo una intensa campaña a favor de estimular a las mujeres para que se autoexaminen y puedan detectar cambios sospechosos en sus pechos. Y esa es la deuda pendiente todavía: las estadísticas muestran que el 35% de las argentinas no cumple con el control necesario para hallar lo más pronto posible un tumor. De acuerdo con la Sociedad Argentina de Mastología, 32 de cada 100 mujeres de entre 40 y 70 años nunca se hizo una mamografía y apenas 38 de cada 100 se la realiza de un modo regular.
«Lo recomendable es efectuarse el autoexamen una vez por mes a partir de los 20 años, hacer una revisión médica cada dos o tres años entre los 20 y los 35 años de edad, y una anual o semestral a partir de los 35. Además, realizar una mamografía cada dos años entre los 35 y los 40 años.
Luego, repetirla una vez cada 12 meses», describe el mastólogo.
EJEMPLO. En enero, desde Punta del Este, Miccio había dicho en entrevistas varias que nunca llegó a pensar que el cáncer estuviera totalmente superado y que siempre se cuidó, que no bajó los brazos aunque hubieran pasado 10 años desde la primera vez en que le dieron el diagnóstico. Ese es el recuerdo que, tal vez, ella preferiría dejar, su ejemplo: estar alerta, sin terror, sin negaciones, con fuerza para el combate contra una enfermedad a la que hoy por hoy se le puede dar batalla con muchas posibilidades.
Y ella lo logró con gran dignidad durante casi doce años.

ANDREA GENTIL agentil@perfil.com

Fuente: Noticias