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Por: Infobae | 18/08/22

El síndrome del hijo del medio: ¿es un mito o determina la personalidad?


Qué hay de cierto en que los niños “pelean” por la atención de los padres y esto constituye su identidad. En el Día Mundial del Hijo del Medio, consejos para criar de manera igualitaria y dedicar a cada uno tiempo de calidad

Suelen ser los hijos sobre los que más miradas pesan. Se los acusa de ser más rebeldes que el mayor, y más demandantes de atención que el menor. Como si el orden en que nacieron les diera alguna cualidad a su personalidad. Tantos son los mitos y creencias que circulan alrededor de los hijos del medio que hasta tienen su propio día mundial. ¡Y es hoy!

En su honor, Infobae quiso saber cuánto de verdad y cuánto de leyenda hay en torno a quienes nacen en el medio en una familia. Empecemos por el principio: ¿existe el síndrome del hermano del medio?

“Existen las familias, no el síndrome del hermano del medio. Si tal etiquetamiento existiese estaría otorgado desde la significación de la pareja parental y la familia en general, y consistiría en las definiciones que cada familia le otorga a ser el hermano del medio, sin que haya una especificación descrita y validada como tal”. Para el licenciado en Psicología Pablo Lanzafame (MN 49.982), “los niños atraviesan circunstancias vitales específicas, sean del medio, menor o mayor. Entonces, etiquetar a un hijo con el ‘síndrome del hermano del medio, y atribuir allí una serie de conductas sólo las refuerza sin admitir otras posibilidades, ya que los comportamientos de los niños y niñas tienden a ser congruentes con el rótulo otorgado y se retroalimentan”.

En opinión de la médica pediatra Roxana Anahí Timo (MN 88.956), “no se podría definir como un síndrome como tal, pero sí es posible afirmar que el nacimiento de cada hijo está en relación a un momento histórico, circunstancias particulares de la familia y la pareja, diferencias en torno a la experiencia, empoderamiento y situación socioeconómica de la familia”. Para la Health Coach, “todos estos factores terminan configurando un ‘momentum singular’, que determinará el tipo de vínculo con cada uno de los hijos”.

La licenciada en Psicología Lorena Ruda (MN 44247) es la del medio de tres hermanos y como tal, ante la consulta de este medio, reconoció que en algún momento creyó que iba a poder justificar algún accionar “por ser la del medio”. “Pero pensándolo seriamente creo que en este tema tampoco el orden de los factores altera el producto -opinó la especialista en maternidad y crianza-. Lo que lo altera es el modo en que nuestros padres nos fueron hablando del lugar que ocupamos y los roles que fuimos teniendo en nuestra familia. No es que el/la del medio tenga algo diferente al resto sólo por ser del medio. Pues antes de ser del medio fue el más chico o la más chica”.

Y tras asegurar que “sobre el primero sí hay mucho para decir en relación a los ideales, exigencias y mandatos que en él pesan”, destacó: “Hay tanto idilio puesto en él que al niño no le quedan muchas opciones más que ‘obedecer’, aunque cuesta, a lo largo de su vida en el mejor de los casos, irá haciendo lo necesario para salir un poco de ese lugar. Pero es habitual que los primeros hijos sean ‘más obedientes’ y los que dan ‘menos problemas’”.

Ante esta comparación -para ella- “el que sigue será seguro más ‘rebelde’ e independiente, más ‘terrible’, pero sobre todo en relación a lo que los padres estaban acostumbrados”. “Nace con padres más expertos, que ponen a prueba la experiencia para remendar errores y quizá de ahí ‘el segundo es terrible’. Y si llega un tercero ‘se cría solo’ -apuntó Ruda-. Estas cuestiones ocurren según el orden de llegada, pero tienen que ver con cómo somos como padres, ya que lo cierto es que aunque creamos que criamos igual a todos no somos los mismos padres para todos”.

Consultada sobre si puede el orden de nacimiento de los hijos tener alguna injerencia en su personalidad, Timo no dudó: “¡Por supuesto! Si bien no es el único factor condicionante, el orden de nacimiento de los hijos no es un aspecto menor a la hora de moldear su personalidad y rol dentro del clan familiar. Este es un aspecto que está presente en las tradiciones de muchas culturas milenarias”.

A su turno, Lanzafame aportó que “la personalidad no se conforma a partir de un solo hecho, como el orden de nacimiento, sino que es el resultado de una compleja trama de operaciones intrapsíquicas”.

“El desarrollo de la personalidad involucra construir la imagen de uno mismo, dar significado al mundo, relacionarse con los demás, cómo actuamos, cómo regulamos las emociones y cómo encontramos soluciones a los problemas planteados por el mundo y el entorno -amplió el especialista del Departamento de Crianza y Orientación a padres de Halitus Instituto Médico-. El orden de nacimiento, sea el primer hijo de una familia, el segundo y/o el tercero, no influye como una condición sine qua non en la conformación de la personalidad de un niño o una niña, sino que es parte del momento y contexto en el que nace y como tal va a jugar en la trama compleja que se despliega en el desarrollo de una personalidad. Es un factor más entre otros”.

– ¿Hay un rol definido de antemano para cada hermano? ¿Cómo influye cada uno en la dinámica familiar?

– Timo: Hay roles bien definidos dentro del clan familiar, y desde el enfoque de las constelaciones familiares, el orden y la armonía del conjunto, dependen en gran medida del respeto a la jerarquía y los roles que cada uno representa dentro del clan familiar. El hijo mayor puede ser más obediente, aplicado y protector, estar supeditado a los mandatos familiares con más fuerza e incluso, ser preferido a la hora de brindarle cuidados y educación. El hijo menor, suele ser más consentido, caprichoso y sobreprotegido. Al ser el más pequeño atraerá la atención del entorno.

El hijo del medio no suele traer ninguno de estos atributos o roles citados, y esto puede definir otra configuración de su personalidad. A pesar de su inteligencia y cualidades, pueden traer una conducta reactiva, ser más rebeldes, irascibles o puede ser invisibilizado por sus padres, sobre todo cuando hay una cercanía entre el nacimiento del menor y el mayor. También pueden tener la tendencia a adoptar una postura “cómoda” o “desdibujarse” en situaciones de crisis o conflicto, o todo lo contrario rebelarse y ser quien busca romper estructuras.

Suelen ser más independientes y se sienten más libres en este sentido, de cuestionar los mandatos familiares o rebelarse al “status quo” del clan familiar. Por eso es bastante común que oficien como “el emergente”, a través de ellos es más probable que se expresen las incongruencias, secretos.

– Lanzafame: La dinámica familiar, es decir que el tipo de organización y vinculación familiar en la que nos encontramos inmersos tendrá influencia en el desarrollo psicológico de los hijos. Por ejemplo, no es lo mismo crecer en una familia de tipo anárquico donde no hay un ordenamiento, prima el desorden y la confusión de roles, de padres a hijos y de hijos a padres, que situarnos en otras organizaciones familiares más democráticas donde los padres se transforman en modelo y guía para sus hijos sin dejar de lado sus opiniones y deseos personales, a encontrarnos en dinámicas más autoritarias donde la palabra de uno de los miembros de la pareja parental se transforma en verdad automática y no se la cuestiona. Entonces, lo que nos dará un rol es la dinámica familiar, más que si somos el hermano mayor, del medio o menor.

Por ejemplo, si soy el hermano mayor y me dicen que debo cuidar de mis hermanos, ese cuidado debe estar bien explicitado desde los padres y no abarcar responsabilidades que sean propias de los adultos (por ej. alimentación, vestimenta, seguridad, etc). Así como la dinámica familiar influye en nosotros, también lo hacemos nosotros en esa dinámica, ya que la reproducimos y somos parte de la misma. Por lo tanto también podemos influenciarla y modificarla.

– Ruda: Cada hijo nos encuentra distintos como padres y a esto le podemos agregar cómo fue la llegada de cada hijo a la vida de estos padres: si fue deseado y buscado, si llegó rápido o tardó más de lo esperado, si cuando nos enteramos del embarazo estábamos esperando la noticia o nos sorprendió. El contexto en el que llega cada embarazo, y luego cómo se vivió cada embarazo, cómo recibimos la noticia sobre el género del bebé y obviamente, el nacimiento propiamente dicho. Si fue a término o prematuro, etc. Todas estas cuestiones exceden el orden de llegada y determinan bastante el vínculo que se va construyendo con los padres, así como cuestiones de la personalidad.

Lo más importante es el lugar que ocupa cada hijo en el deseo de esos padres.

Consejos finales para padres de hijos “impares”

Consultada acerca de qué hacer y qué no como padres, a los fines de ser igualitarios en la crianza y el tiempo que se les dedica a cada uno, Timo consideró que “la clave es simple”. Para ella, “debe considerarse a cada uno de los hijos único e irrepetible. Cada hijo viene en un momento particular de la vida, con dones, talentos y cualidades especiales. Como también, cada vínculo es único, cada hijo puede traer un desafío particular a la vida de esos padres y su vínculo con él será único e irrepetible”.

“Es importante, ya sea teniendo un hijo o más, lograr con cada uno espacios de exclusividad -sumó Ruda-. Poder escuchar sus necesidades particulares y salirnos un poco del mandato de ‘dar a todos por igual’. Claramente no se trata de marcar preferencias sino de saber que cada uno es diferente y necesita en muchas situaciones algo diferente y fundamentalmente que se respeten sus espacios”.

En la misma línea, según Timo, “desde esta mirada, no importa cuántos hijos se tengan o si son pares o impares en número. Debe sentirse que cada uno de ellos es especial y hacerlos sentir especiales”. Así, para ella, podrán encontrarse “hijos únicos que se sienten inseguros y no queridos, así como hijos del medio que se desarrollen con seguridad y conquisten todos sus sueños”.

A su turno, Lanzafame aseguró que “es imposible ser igualitario en la crianza de los hijos”. “Sencillamente porque no somos los mismos padres ni las mismas madres de un hijo que de otro, cambiamos con el tiempo, con las circunstancias de vida o las situaciones que debemos afrontar en el mundo -argumentó-. Pero sí podemos estar atentos a las necesidades y demandas de manera singular de cada uno de nuestros hijos”.

Entonces, para él, “ser igualitario no es aplicar con un hijo lo que resultó con otro e insistir con eso aunque no se dé el resultado esperado, solo porque es lo conocido y lo ya hecho, sino que es poder ser receptivo de las demandas de cada uno y estar atento a la singularidad de sus necesidades”.

“Con este accionar estaremos desalentando competencias por las miradas atencionales de los padres, la cuestión de que los hermanos quieran competir por el amor de sus padres, no depende de ellos sino de cómo la pareja parental se relaciona con cada uno de ellos en singular y con todos en general”, sostuvo.

Y finalizó: “Los errores más comunes en la asignación de roles es el etiquetamiento, como por ejemplo ‘es él bebe de la casa, siempre será el más chiquito’ o ‘sos el mayor, debes cuidar a tus hermanos’ o suponer que el hermano del medio debe cuidar del menor y aprender a hacer lo que hace el mayor. Es importante identificar este tipo de situaciones en el proceso de comunicación de la dinámica familiar y su influencia en los pensamientos y conductas de cada uno de los hijos”.


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