Si bien el modelo de expectativas igualitarias de pareja que, en general puede verse hoy, tiende a disminuir los comportamientos violentos, cada vez se conocen más casos de violencia doméstica, no porque necesariamente sean más, sino porque se conocen más a partir de la noción que cada miembro de la pareja tiene de sus derechos. Además, actualmente en la sociedad hay mayor apoyo, mayor información y también un mayor respaldo económico y jurídico para las víctimas.
“En general, las mujeres que padecen violencia familiar, provienen de hogares en los cuales no aprendieron modelos asertivos de comportamiento y expresan su disgusto, su insatisfacción y aún sus sentimientos de impotencia, con gritos, amenazas, arañazos, mordidas, arrojando objetos, golpes, etc. Suelen expresar la violencia conyugal frontalmente, físicamente o con discusiones interminables y también de un modo sutil, con críticas, ironía, desvalorización y comparando a su pareja con otros hombres. En este contexto, la sexualidad es una poderosa herramienta de violencia ya que permite actos vengativos sutiles, como negarle al varón los derechos sexuales y declararse siempre insatisfecha, para que el hombre se sienta como impotente. A veces la mujer es consciente del daño que provoca y otras no. En ocasiones es el único lenguaje de protesta que sabe usar, al no poder expresarse con la palabra de un modo concreto o con otras actitudes más constructivas y eficaces. Incluso, existen mujeres que solo son violentas con la pareja y cuando no logran su objetivo, utilizan a los hijos para controlar a la pareja o se vengan en los hijos por no poder conseguir de su pareja, lo que la misma les niega”, expresa la Dra. Beatriz Literat, médica sexóloga, del Departamento de Sexología y Disfunciones Sexuales de Halitus Instituto Médico.
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