Un cable de los Estados Unidos anunciaba hace dos semanas que por fin se había logrado introducir un espermatozoide dentro de un óvulo mediante microfertilización asistida.
Sin embargo, esta técnica ya permitió el nacimiento de más de cien niños en todo el mundo.
En nuestro país
En nuestro país se la aplica con un éxito traducible en cifras: dos partos (uno de mellizos) y seis embarazos en curso.
En uno de los casos, el hombre era considerado azoospérmico, es decir, que su semen carecía de espermatozoides.
Otra pareja había recurrido con anterioridad a semen de donante.
El procedimiento, desarrollado en el Instituto Pasqualini – Fundación Halitus, abre nuevas esperanzas para los hombres cuyos espermatozoides no lograban fertilizar óvulos in vitro y que, por eso, no podían concebir sus propios hijos.
“Si el número o la calidad morfológica de los espermatozoides están por debajo de los niveles requeridos, puede resultar imposible su ingreso en el óvulo”, sostiene el doctor Sergio Pasqualini, director médico del Instituto.
Para fertilizar el óvulo en condiciones normales, el espermatozoide debe unirse mediante unos receptores a la capa externa de la célula femenina, llamada zona pelúcida, atravesarla y llegar al espacio perivitelino.
La zona pelúcida permite el paso de sólo un espermatozoide y cierra el paso a los demás.
En esa zona, el espermatozoide se une a la membrana del óvulo, se fusiona y se incorpora al mismo. Esta membrana actúa como una segunda barrera que impedirá la entrada de más de un espermatozoide.
Con la ayuda de un microscopio y el monitor, se sujeta el óvulo con una pipeta y se atraviesa la zona pelúcida con otra pipeta más delgada (siete veces más delgada que un cabello), que inyecta de cinco a diez espermatozoides.
“De este modo se ayuda al encuentro del óvulo y el espermatozoide evitando que éste tenga que fusionarse y atravesar por sí mismo la barrera de la zona pelúcida. Antes se realizó un estudio simple con el esperma para averiguar si es posible aplicar esta técnica. Se la empleó con éxito en pacientes cuyas muestras no mostraban, en la observación directa, espermatozoides móviles”, agrega Pasqualini.
“No significa forzar”
La técnica descripta se denomena SUZI (inserción en la subzona). Hay otra similar donde el mismo procedimiento inyecta un espermatozoide en el citoplasma del óvulo.
“En este caso la pipeta se carga con un solo espermatozoide”, explica Pasqualini, y agrega que, en su caso, la micromanipulación arrojó tasas más altas de embarazo que las técnicas tradicionales de fertilización in vitro. Ahora bien, cabe plantear la pregunta si introducir en el óvulo un espermatozoide que por sí mismo no habría podido, ¿no entraña riesgos para el futuro ser humano?
Pasqualini afirma que no.
“No hay relación entre la morfología del espermatozoide y su material genético. La precariedad morfológica —concluye— sólo afecta sus chances de penetrar en el óvulo”.