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Por: La Nación | 28/08/05

Tendencia en fertilidad asistida: 700 mujeres recurrieron a esta técnica en 2004. Cada vez más argentinas son madres con óvulos donados


Es un procedimiento que no está regulado por ninguna ley; las dadoras reciben 1000 pesos. Cada vez más mujeres en la Argentina necesitan de la ayuda de otras para ser madres. El 20 por ciento de los 3578 procedimientos de fertilización asistida que se realizaron en el país corresponde a la donación de óvulos, según datos de 2002 de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (Samer), procesados este año.

“Siendo conservadores, estimamos que hoy esa cifra ascendió, por lo menos, al 25 por ciento”, dijo a LA NACION el presidente de esa asociación, Claudio Chillik, que dijo que el año pasado hubo 700 mujeres que recurrieron a óvulos donados para quedar embarazadas. La tasa de efectividad de esta práctica oscila entre 45 y 50%.

La donación de óvulos, al igual que el resto de los procedimientos de fecundación in vitro, no está regulada por ninguna ley, lo que genera incertidumbre para padres y donantes.

Los motivos de esta tendencia, según los especialistas consultados, son la búsqueda de embarazos después de los 40 años, los casos de menopausia precoz y otros trastornos ginecológicos.

El procedimiento tiene tres pasos: la estimulación ovárica de la donante, la extracción de los óvulos y fecundación con el semen del hombre, y, por último, la implantación del embrión en el útero de la receptora. El costo del tratamiento es de entre 5000 y 6000 pesos.

“Las parejas posponen mucho la paternidad por razones de estudio, profesionales, de bienestar económico. Cuando deciden tener un bebe su fertilidad no es la misma», explicó Eduardo Lombardi, presidente de la Sociedad Argentina de Endocrinología Ginecológica y Reproductiva, y médico del Instituto de Fertilidad (IFER).

«El grueso del aumento de la demanda de ovodonación se debió a un cambio cultural de las mujeres, que quieren ser madres a mayor edad, aunque las patologías como la menopausia precoz se mantuvieron estables», describió Luisa Barón, directora de la Fundación para la Investigación Médico-Psicológica (Impsi).

A pesar de que disminuyó el número en la última década, tanto parejas como mujeres solas recurren a la donación de semen. En Buenos Aires hay dos bancos que atienden a particulares y que también abastecen a los centros de fertilización: Ceusa y Cryobank.

La necesidad de recurrir a esperma de terceros comenzó a decaer en 1994, por el uso de la técnica de inseminación intracitoplasmática (ICSI, por sus siglas en inglés), según dicen los expertos.

Este método, que a diferencia de los anteriores necesita de un solo espermatozoide que luego se inyecta en el óvulo, permitió que muchos hombres accedieran a ser padres con su propio semen.

«Hace diez años teníamos por lo menos 50 de estos casos por mes. Ahora bajó a cuatro o cinco», indicó Chillik, quien dijo que las muestras cuestan entre 300 y 350 pesos.

«La donación de semen es un trámite simple. Si la mujer tiene ciclos regulares, en el momento de ovulación se prepara el esperma y con una cánula finita se lo colocan», describió Sergio Pasqualini, director médico de Halitus.

Los donantes de semen y de óvulos son anónimos. Reciben una «compensación» por los servicios prestados, luego de hacerse estudios de infectología, genéticos y un examen psicológico para determinar si son aptos.

«No estamos de acuerdo con que los pacientes traigan a conocidos ni con que la donación se convierta en un negocio», sostuvo Chillik. Los donantes de semen cobran entre 50 y 60 pesos y las de óvulos, alrededor de 1000.

Gays y lesbianas

Las dos historias provocaron tanta sorpresa como debates en la sociedad. Una pareja gay contó que alquiló un vientre en Estados Unidos y, con el semen de uno de los integrantes, más los óvulos que donó una amiga, tuvieron mellizos que hoy tienen 5 años. En Córdoba, dos lesbianas tuvieron una beba la semana pasada, luego de que a una de ellas le practicaran una inseminación artificial con esperma de un donante.

«Estos casos tienen una enorme resonancia mediática, pero son aislados», afirmó Chillik. Los especialistas coincidieron en que el 95 por ciento de los que consultan son parejas heterosexuales. Luego, les siguen las mujeres solas y, por último, homosexuales.

En la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) también consideran que son muy pocos los gays y las lesbianas que recurren a estas técnicas. Sin embargo, advierten que los registros de los institutos pueden ser engañosos.

«La lesbiana, como sabe que va a ser discriminada, se presenta como mujer soltera o dice que su marido está en el trabajo y no puede acompañarla. Disfraza la realidad», dijo Jorge Raíces Montero, psicólogo y coordinador de docencia e investigación del área de salud de la CHA.

Sin embargo, Raíces aclaró: «Los homosexuales se vuelcan más por la adopción, porque saben que ser padres no es un tema de gestación».

Promocionado y legal en algunos países, el alquiler de vientre es una práctica que aquí no se realiza, a pesar de que existen consultas de mujeres que perdieron su útero o que tienen otras patologías.

Aquí no alquilan vientres

«No lo hacemos por cuestiones legales. En nuestro país la madre es la que da a luz», sostuvo Ester Polak, directora del Instituto CER. Sin embargo, varios centros recomiendan empresas del exterior o trabajan en forma conjunta.

Lombardi, del IFER, así lo explica: «Aquí, nos encargamos de la estimulación de la ovulación. Luego la paciente viaja, generalmente a Estados Unidos, donde se obtienen los embriones [al unir un óvulo con el esperma]. Paralelamente, la joven receptora está preparada para el implante». La travesía cuesta entre 80.000 y 120.000 dólares.

A pesar de que no son infalibles y de que no todos acceden, las técnicas de fecundación ayudan a paliar la angustia del 10 por ciento de las parejas que, según cifras mundiales, tienen problemas de fertilización.

Por Jesica Bossi
De la Redacción de LA NACION

Tendencia en crecimiento: el punto de vista jurídico
No hay leyes que regulen las técnicas de fertilización asistida

Hoy los donantes de gametos renuncian a sus derechos en acuerdos privados.
Si bien no hay antecedentes de reclamos de paternidad de dadores, el vacío legal podría dar lugar a que se reconozca la filiación.
Opiniones encontradas sobre el alquiler de vientre.

La evolución científica avanza más rápido que el desarrollo del derecho y esta asimetría provoca que muchas prácticas de reproducción asistida no encuentren un cauce normativo que les dé certeza jurídica y que otras queden al margen de la ley.

Así coincidieron expertos en derecho civil y bioética consultados por LA NACION para saber cuáles son los problemas legales con los que se pueden enfrentar los padres que recurren a estas técnicas, ante la falta de una ley específica y con un Código Civil redactado originalmente en 1864.

Aún no llegó a plantearse ninguna cuestión judicial sobre estos temas, por lo cual no hay jurisprudencia ni antecedentes en la Argentina, según los especialistas.

En los casos de reproducción asistida con el semen de un donante, el esposo de la pareja da un consentimiento por escrito luego de ser informado de que su mujer será fecundada con esperma de un tercero. Esto supone que en el futuro no podrá impugnar la paternidad de ese niño.

Según la abogada Nelly Minyersky, profesora de la Universidad de Buenos Aires (UBA), el Código Civil presume que son hijos del matrimonio los nacidos después de su celebración, con lo que el marido se presume el padre.

No obstante, el problema se puede hacer más complejo si la madre inseminada está sola. En ese caso, según explica el decano de la Facultad de Derecho de la UBA, Atilio Alterini, el dador anónimo puede ser considerado padre, aun cuando haya firmado un convenio donde expresa que su voluntad es sólo la de donar su esperma.

Riesgos de filiación

Teodora Zamudio, profesora de Regulación de las Biotecnologías de la UBA, coincide en que ese donante de semen estaría en peligro de tener que responder por tantos niños como haya ayudado a nacer y darles su apellido, siempre que no pueda crear una presunción de que su voluntad fue sólo donar y no ser padre.

De allí se desprende una serie de problemas sobrevivientes como la posibilidad de heredar a ese donante o sus responsabilidades alimentarias sobre el chico, según coincidieron los especialistas.

Alterini recordó un precedente del Tribunal Supremo de Alemania que estableció la responsabilidad de brindar alimentos a un niño por parte de quien donó su semen para concebirlo. Explicó que los juristas analizaron el fallo para concluir que su idea era desalentar este tipo de donaciones porque involucran un pago al donante.

La donación de semen se hace aquí en bancos en un marco de confidencialidad. Esto no impide que el niño, cuando lo entienda necesario, pueda conocer dónde se originó parte de los genes que porta, dado que es ése un derecho que le está reconocido. Para lograrlo debería plantearlo ante la Justicia para que un juez sea el que obligue al banco de semen a revelar la identidad del donante y que el hijo o hija pueda conocer a quien prestó sus espermatozoides, según sostuvieron los expertos.

En los casos de óvulos donados, no hay duda sobre la maternidad, porque el Código Civil establece que la madre es quien pare a los hijos, independientemente de que provengan del óvulo de otra mujer, según Minyerski.

Sin embargo, la doctora Zamudio planteó una posible colisión en el Código Civil entre las normas que establecen una fuerte presunción de paternidad o maternidad a partir de una prueba genética de ADN.

Esa reforma judicial, realizada para favorecer la búsqueda de nietos de desaparecidos, le da la posibilidad, para Zamudio, de darle mayor importancia al estudio de ADN que al parto para un reclamo de filiación.

Los casos de maternidad subrogada o de donación de vientres plantea problemas legales más complejos y esas prácticas podrían estar al margen de la ley. Alterini explicó que «no son habituales en el país ni la moral media argentina actual las tolera y el sistema jurídico tiende a acompasarse a esa moral media».

El decano de la Facultad de Derecho sostuvo que ese contrato que suscribe una mujer con otra para que tenga en su vientre a su hijo durante el embarazado es nulo para la ley argentina.

Alterini señaló, además, que ese convenio sería considerado inmoral porque abarca aspectos o cosas que no están previstas en el Código Civil, como objeto de comercio. Lo comparó con la venta de órganos o de sangre. En ese punto también coincidió Minyerski.

Zamudio planteó otra mirada más desafiante: «Yo no veo la inmoralidad en el convenio si el objetivo es gestar un niño. Suponga que se puede concebir un bebe in vitro y que por cuestiones de salud la madre no está capacitada para gestarla, ¿qué pasa con esos embriones? ¿Se tiran? Sería un acto de humanidad que alguien que no puede tener un niño por una enfermedad lo haga de este modo», concluyó.

En los últimos diez años se presentaron 26 proyectos en el Congreso para regular la reproducción asistida, pero ninguno prosperó. La Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva elaboró una iniciativa que controla la actividad y prohíbe el alquiler de vientre.

Por Hernán Cappiello
De la Redacción de LA NACION

Dudas a la hora de tomar la decisión

¿Será sano el donante? ¿Podrá hacer algún reclamo en el futuro? ¿Qué aspecto tendrá el bebe? Estas, entre otras preguntas, se cruzan por la mente de las personas que para procrear recurren a óvulos o espermatozoides de terceros, según dijeron los especialistas consultados por LA NACION.

Son las mujeres las que tardan más en tomar la decisión de recibir óvulos ajenos, según un estudio de Luisa Barón, presidente de la Fundación para la Investigación Médico-Psicológica (Impsi). «Es por la baja de su propia autoestima, ya que esas futuras madres se sienten en una situación de inferioridad respecto de la donante», explicó.

Mientras que a las mujeres les lleva unos cinco meses decidirse, los hombres infértiles lo resuelven en dos semanas, según la misma investigación.

«Ellos son más pragmáticos, quieren solucionar el conflicto porque no toleran la depresión de su mujer», indicó Barón.

Para Darío Fernández, miembro del capítulo psicológico de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva, lo ideal es que antes de someterse a un tratamiento las personas esperen unos dos o tres meses después de enterarse de la noticia de que no pueden tener hijos con sus propios óvulos o espermatozoides.

En la fundación Concebir, desde hace seis años funciona un taller de asesoramiento sobre ovodonación y donación de semen. «Las parejas llegan con muchas dudas. Algunos tardan hasta dos años en resolver qué hacer», contó Estela Chardón, coordinadora del grupo por el que ya pasaron 120 parejas.

«Desde un principio les decimos que el donante no es padre o madre; que lo padres son los que se hacen cargo y asumen las obligaciones. Pero les aconsejamos que le cuenten a su hijo la manera en que fue concebido», dijo Chardón.

Por temor al rechazo y pudor, muchos prefieren no revelar el secreto. «No hay teoría psicológica que avale la mentira para comenzar un vínculo», sostuvo Barón.

Congelados para usarlos en el futuro
Un resguardo para llegar a ser mamá

A la cada vez mayor cantidad de mujeres que recurren a la donación de óvulos, se le suma otro fenómeno: las que guardan una muestra propia para usarla eventualmente.

María es una de ellas. Cuando se separó de su marido, estaba en la edad límite de su fertilidad, pero tenía intacto el deseo de ser madre. Y sus óvulos. Por eso, a los 38 años, se hizo extraer una muestra.

En la Argentina funciona, desde 1999, un solo banco de óvulos congelados en el Instituto CER. «Se han acercado muchas mujeres que querían guardar óvulos o tejido ovárico antes de someterse a tratamientos de quimioterapia. Otras, en cambio, sabían que estaban en su límite biológico y quisieron almacenarlos para usarlos algún día», contó la doctora Ester Polak, directora del centro.

El costo total del procedimiento es de 4500 pesos y, además, requiere un pago anual de 200 pesos en concepto de mantenimiento.

La decadencia de la fertilidad femenina comienza poco antes de los 30 años, cuando disminuye la producción de óvulos «de calidad», explicó.

«Lo hice porque la maternidad, para mí, es un tema central», relató María, una periodista de 40 años que vive en Belgrano. Curiosamente, confesó que fueron sus amigos varones quienes mejor reaccionaron ante la novedad.

Durante su matrimonio, los hijos no llegaron a raíz de la infertilidad de su pareja. Hoy, que está sola, descarta recurrir a un donante de semen para cumplir su anhelo. «No me interesa concebir sin un papá», afirmó.