El tai chi chuan es una de las prácticas de la unión del yin y el yang. Sus movimientos suaves, lentos y circulares, basados en la observación de los ciclos de la naturaleza, van desbloqueando los canales de energía del cuerpo, generando vitalidad. La energía comienza entonces a fortalecer los órganos internos, la estructura ósea, los sistemas digestivo, circulatorio, inmunológico y nervioso, aportando equilibrio en los planos emocional, mental y corporal. Es una medicina natural milenaria.
El chi es la energía primordial presente en todo el Universo, en todo lo vivo. Es el aliento en el cuerpo, la energía vital. Mientras el chi circula, hay vida, cuando el chi se desintegra y retorna a su origen, los seres mueren. “En el ser humano, el chi se percibe como un fluído electromagnético que circula por los meridianos y órganos internos del cuerpo. Cuando practicamos tai chi cultivamos el chi en nuestro propio cuerpo y, de este modo, nos unimos al movimiento del universo o naturaleza. Los modos de despertar, cultivar y transformar esta energía son el movimiento y la serenidad. Del movimiento nace la serenidad y de la serenidad nace el movimiento; el yang genera yin y el yin genera yang. Esa es la puerta de entrada a una relación más armónica con nosotros mismos y nuestro entorno. Hay distintos tipos de tai chi chuan, pero el principio del tai chi es siempre el mismo: la unión de yin y yang, la integración del ser humano con el universo. El espíritu de este conocimiento milenario es cultivar un estado de salud y serenidad desde donde desplegar el potencial humano de belleza y armonía”, comienza expresando Myriam Cohen, a cargo de las clases de Tai Chi en Halitus Instituto Médico.