Muy atrás en el tiempo parece haber quedado aquella frase tan repetida por nuestras madres y abuelas, que decía «es mejor insinuar que mostrar». Casi como una tendencia, a la que los especialistas prefieren considerar «un fenómeno de época «, ignotos y famosos caen en la tentación de transmitir su vida en vivo y en directo. El Gran Hermano. Mostrarse, provocar, ser visto, dejarse ver o simplemente estar, como sea, en el centro del ojo público se convierte en el fin supremo. Y en ese juego, en el que la tecnología se convierte en un arma de doble filo, todo vale: videos eróticos caseros, fotos sexuales explícitas en extremo, retratos y comentarios de momentos escatológicos, y más, se filtran para acceder e inundar la vida cotidiana. ¿Por qué lo hacen? ¿Por qué lo vemos? ¿Hasta qué punto queremos, como espectadores, cruzar esa barrera? ¿Qué viene después del exhibicionismo extremo? «Es un fenómeno que ya se viene dando desde hace tiempo en los adolescentes, nacidos y criados con acceso a esta tecnología. Creo que tiene que ver con cambios de paradigma en cuanto a los límites entre lo privado y lo público que han dado lugar a una necesidad de mostrar grotescamente la intimidad», señala la psicóloga y sexóloga clínica Diana Resnicoff, que además es secretaria cientifica de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana. En la misma dirección, la psicóloga Any Krieger, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y de la Asociación Psicoanalítica Internacional (API), coincide en que se trata de un fenómeno de época, aunque prefiere definirlo como «escatológico «: «Responde al goce de la época, que es convertir la privacidad del acto humano más íntimo en algo escatológicamente público. Claro que el placer obsceno o escatológico siempre existió, pero circulaba en otros ámbitos y circuitos de difusión. Hoy pasa en todos lados mites de horario. Y eso lo hace accesible a todos». DESTRUCCION DE LA IMAGINACIÓN. ¿Quién quiere ver a Juana Viale y Gonzalo Valenzuela teniendo sexo? ¿Y a Silvina Escudero extasiada en la ducha con rastros de semen desparramados en su cuerpo? ¿A Karina Mazzoco antes de entrar en la ducha lejos de todos los cuidados de producción que la han convertido en una bomba sexy ¿Y a Graciela Alfano sentada en el inodoro? Si uno se guía por las cientos de miles de entradas que registra Internet en las también miles de páginas que se han ocupado de difundir las imágenes, habría que decir que
¡todos! Pero, ¿realmente uno quiere ver esto? ¿Hay, en todo caso, una manera de evitarlo cuando los canales de aire hacen de ellas el eje de toda su programación, incluidos los noticieros, y cuando su comentario se convierte en tema de debate en la oficina, la reunión con amigos y hasta la cena familiar?
¿´Hay como una obligación de ver aquello de lo que todos estan hablando. Y uno no se detiene a pensar si realmente quiere saber o ver eso. ¿Para qué? ¿Hay que verlo sólo por el hecho de que ahora, porque la tecnología lo permite, se puede llegar hasta ahí? El límite no debería pasar por las posibilidades tecnológicas, sino por nuestra decisión. Pero además se ponen enjuego las fantasías y los sueños. La real seducción no es mostrar explícitamente algo, sino insinuarlo. Eso es mucho más agradable y atractivo. Pero, además, cuando las fantasías se concretan, muchas veces generan desilusión «, remarca Resnicoff. Y Krieger agrega: «Al borrarse los límites entre lo íntimo y lo público, asistimos a una época casi pornográfica. Y eso asquea, porque es como comer dulce de leche todo el día. Asquea y, además, baja la libido». Algo similar entiende la doctora Beatriz Literat, médica ginecóloga y sexóloga clínica, miembro del Departamento de Sexología y disfunciones sexuales de Halitus, al analizar por qué la sola publicación de una imagen o un video que involucra a un famoso, despierta el deseo de querer verlo. «Espiar la vida privada de los famosos es mirar por el ojo de la cerradura, porque se siente curiosidad y envidia por la aparente satisfacción ajena. Estamos realmente en presencia de una enfermedad espiritual, ya que la sexualidad, especialmente entre jóvenes, no necesita de tales estímulos. Como dije, no se trata de una enfermedad física sino emocional, social y cultural. Tengamos en cuenta que la sexualidad significa expresar amor, respeto, aceptación, autoestima, lealtad y apego placentero entre dos personas; pero en el caso del exhibicionismo sexual este significado se distorsiona. Parecería que actualmente para muchas personas la sexualidad propia no es considerada tan deslumbrante como solía ser años atrás, ya que no satisface por sí misma. Entonces, requiere de estímulos externos como éstos».
LO PRIVADO VS. LO PUBLICO. Como si no hubieran tenido un año movido, el sábado 17 de julio Juanita y Manguera volvieron a estar en el centro de la tormenta. Según la denuncia de la actriz, un licenciado en Economía de 30 años, egresado de la Universidad de Buenos Aires, cuyas iniciales serían A.R, subió a Internet sin autorización una serie de fotografías de la pareja desnuda y en su intimidad sexual. El escándalo fue inmediato. Y aunque quedó claro desde el primer momento que no era intención de sus protagonistas difundirlas, ya que según explicaron las fotos estaban en un celular que fue robado, lo cierto es que ellos las tomaron y, en mayor o menor medida, fueron artífices de lo ocurrido. «Algunas de las fotos nos pertenecen, pero son privadas (…). Apelo, además de a la justicia, al sentido común de toda la prensa. Se trata de acciones reservadas para todos los ciudadanos. Nadie en su sano juicio puede ver con agrado que roben sus fotos íntimas y las difundan sin que produzcan rechazo en la sociedad. He sufrido mucho últimamente y mi vida es objeto de examen permanente; en este caso, hay un límite que no debería cruzarse «, dijo la nieta de Mirtha Legrand a través de sus abogados y dio el puntapié para el debate sobre qué es lo privado y qué lo público. «Lo privado es aquello que yo puedo realizaren la intimidad, sea lo que sea, sin límites o con los que los adultos que participan de esa intimidad acuerden. Es simple: en la intimidad vale todo; en lo público, no», sentencia Resnicoff.
Y si en lo público no todo vale, entonces lo que habría que preguntarse es, ¿qué es lo que vale y quién lo dice? «Desde el nacimiento de Facebook hay un movimiento muy fuerte de lo que es privado y lo que es público. Se ha intensificado el debate, que ya había comenzado hace 20 años con el desembarco de Gran Hermano, que fue pionero en levantar ciertas barreras. El tema es que con Facebook esto se masificó. Vivimos en un mundo híper visual, y lo sexual no escapa a este privilegio del sentido visual. Antes, la posibilidad de ver un video sobre cómo es una relación sexual era remota y estaba limitada a la producción pornográfica. Hoy, uno es actor y espectador al mismo tiempo. Es como un reflejo narcisista: uno se convierte en la estrella de su propia película; y, de alguna manera, prolonga la duración del acto sexual. Hay algo de sentirse menos solos y menos finitos en eso», reflexiona la socióloga Cristina Tania Fridman, especialista en educación sexual y docente de la Universidad Abierta Interamericana (UAI). Mucho más tajante, la doctora Literat sentencia: «Cuando la gente quiere exponer al público algo tan íntimo y privado como la propia sexualidad, es porque no lo consideran íntimo ni privado. Ya no es un bien o capital propio, no lo valoran como tal, y entonces lo usual es que esa pareja se deshaga «.
UNA MODA QUE ATRAE A TODOS. La difusión de las fotos de Juanita y Manguera fue apenas el último -además del más escandaloso por sus protagonistas- de los casos de exhibición obscena. Desde el video de Wanda Nara practicándole sexo oral a un exnovio -según ella misma lo reconoció-; hasta el más taquillera aún de María Fernanda Chachi Telesco teniendo relaciones, quien perdió su oportunidad de convertirse en la protagonista de la versión local de la exitosa High School Musical; o las imágenes de Escudero, Mazzoco y Alfano, se suman las de Romina Richi -de quien se publicaron unas fotos caseras similares a las que salieron publicadas en Playboy-. Y a nivel internacional, bastan como ejemplos los videos de Pamela Anderson y París Hilton. La lista es larga. Para la licenciada Krieger es necesario analizar este fenómeno en el contexto del mercado o negocio de la fama: «No hay dudas de que este tipo de situaciones da rating. Es decir, vende. Y quienes viven de esto se han dado cuenta de esta cuestión y la ponen estratégicamente en práctica. Así como en otra época la dimensión de lo público estaba dada por la creación, por el trabajo, por el arte, por la sublimación; hoy en día, el discurso contemporáneo nos empuja a consumir como arte los placeres más privados. Como el que deviene de una cámara instalada en un baño. El que lo hace, lo piensa para ser consumido», asegura. Y Resnicoff coincide: «Nadie puede decir que exhibe imágenes de su vida íntima con algún otro fin que no sea el de provocar. Generar escándalo y, con eso, atracción mediática, es lo que hay detrás. Lo novedoso no es que una pareja quiera filmarse o fotografiarse: eso siempre se hizo; el tema es dejar que eso circule y se vea. Ahí deja de ser intimidad para convertirse en exhibicionismo». Pero, ¿cuál es la explicación cuando se trata de personas anónimas? Miles de videos sexuales circulan a diario en Internet dejando al desnudo frente a los otros la intimidad de vecinos o compañeros de trabajo. Incluso, varios terminaron en la justicia: el de la adolescente de General Villegas que había sido filmada teniendo sexo con tres adultos, y el de General Las Heras, donde una mujer mató a su amiga luego de que ésta publicara un video que le arruinó el casamiento. «A Pablo, mi última pareja, le encantaba sacarme fotos cuando yo caía con lencería erótica. Eran fotos insinuantes, muy hot Nos gustaba hacerlo. A él porque lo calentaba y a mí me hacía sentir sexy, como las mujeres que aparecen en la tele. También grabábamos videos con el celular, pero una vez que los veíamos, los borrábamos. Ahora estamos separados, pero sé que las fotos quedaron en su celular. Uno tiene que tener confianza de que esa persona no va a divulgarlas. Aunque no siempre se puede estar seguro», cuenta Mariana, una empresaria de 34 años que confiesa, como muchas otras mujeres, que a ella también le gusta filmarse y fotografiarse en situaciones íntimas. «Volvemos al significado de la palabra pornográfico. Cuando existe en las personas una actitud pornográfica, es decir una inclinación a exhibir gráficamente su cuerpo en un acto de sexualidad explícita, aunque no haya dinero involucrado, el pudor, la privacidad y la intimidad ya se rompieron antes. Los miembros de ese encuentro han pulverizado los códigos con que funciona una pareja, a saber: la exclusividad de una experiencia compartida, con componentes casi mágicos, que no necesita nada más que a ellos mismos», explica Literat. Para la especialista, el hecho de que personas comunes intenten imitar lo que ven en las películas, donde todo está guionado y súper producido estéticamente, puede provocar no sólo desilusión, sino distracción respecto del placer. Y la so-cióloga Fridman abre el interrogante hacia el futuro: «Hay que preguntarse qué es lo íntimo hoy, cuando la sociedad es espectáculo y la sexualidad también. La pregunta es dónde más vamos a hurgar».