TEXTOS. DR. R. SERGIO PASQUALINI, DIRECTOR CIENTÍFICO DE HALITUS INSTITUTO MÉDICO Y PRESIDENTE DE FUNDACIÓN REPRO.
Que la fertilidad declina con la edad no es nuevo. Estudiar una profesión u oficio, crecer en lo laboral, independizarse económicamente, tener una pareja estable, son algunos de los motivos por los que cada vez más hombres y mujeres tienden a posponer el momento de buscar un hijo.
Hoy en día, incluso aquellos para quienes formar una familia es algo importante hay muchos que deciden vivir sin hijos-, no es prioritario y a veces tener un hijo queda supeditado -por distintas razones- a otros proyectos previos como la realización personal o la estabilización laboral.
La tasa de fecundidad viene cayendo desde hace más de 15 años y socialmente, y para ello no hace faltan estadísticas, basta con ver la edad promedio que los trae hasta el consultorio médico de un especialista en reproducción.
A partir de los 35 años y con más fuerza a partir de los 40, la mujer se enfrenta a la disminución de la función ovárica y en el caso del hombre, distintos estudios han mostrado que su reloj biológico también incide sobre la función reproductiva masculina, marcando un descenso más visible a partir de los 50 años.
Esta modificación se relaciona, por un lado, con una progresiva disminución en los niveles de testosterona -hormona fundamentalmente masculina- desde los 30 años, que puede incidir con el deseo sexual masculino. Por el otro, con la reducción del volumen del eyaculado, en la cantidad y la calidad de los espermatozoides y el aumento del riesgo de alteraciones genéticas.
Los factores fecundantes, femeninos y masculinos, experimentan alteraciones según la edad de las personas. De esta manera, será una variable que también influya en la búsqueda de un embarazo. Si un hombre desea ser padre más allá de los 50 años es importante que se realice una evaluación y consulte.
ESTUDIOS Y POSIBILIDADES
En un comienzo, cuando se acerca un hombre de más de 50 años a la consulta de fertilidad se lo evalúa junto a su pareja teniendo en cuenta la edad de ambos. Si no supera los 100 años, entonces se considera que se puede avanzar, siempre pensando en el bienestar del hijo por venir. Independientemente de la edad, siempre están vigentes dos preguntas a la hora de realizar un tratamiento: ¿esta técnica es válida para esta pareja, seguimos intentando y hay posibilidades de lograrlo o esta técnica no es para esta pareja?
El principal estudio que se les solicita a los pacientes es un espermograma, un análisis de laboratorio que permite observar la cantidad, movilidad y forma de los espermatozoides. Con la edad, lo más afectado es la cantidad y la calidad y, especialmente, el volumen del eyaculado. El hombre eyacula menos y eso puede ser un factor de disminución de la fertilidad, sin que necesariamente estén tan afectados los espermatozoides.
El descenso en cantidad y calidad está condicionado genéticamente y cada uno lo vivirá a su manera, pero es una realidad que sucederá. De hecho, sería bueno evaluar la fertilidad del hombre a los 30 años: si el resultado mostrara que está por debajo del promedio para su edad podría ser recomendable criopreservar semen porque, en ese momento, no hay manera de saber cuál será el ritmo de descenso de su fertilidad.
Por otra parte, cuando el hombre es mayor, se evalúa la fragmentación del ADN (que es la información genética) ya que existen trastornos que pueden ser producidos en la descendencia y están relacionados con el paso del tiempo de los espermatozoides. Por esta razón, hay más cantidad de embriones que detienen su evolución y mayor riesgo de alteraciones que pueden provocar problemas en la descendencia: como es el caso de Síndrome de Turner una enfermedad genética caracterizada por la presencia de un solo cromosoma X- o problemas neurológicos como autismo, esquizofrenia o trastornos en el desarrollo que pueden presentarse muchos años después.
En estos casos las técnicas de Fertilización in Vitro permiten resolver estos inconvenientes. Existen varias técnicas de laboratorio para el análisis de los espermatozoides y, con las técnicas de hoy -especialmente la inyección intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI)- se pueden lograr embarazos en casos de infertilidad masculina severa.