Una vez terminada su carrera de Letras, Mane supo que quería ser madre pero no confiaba en poder encontrar a un hombre con quien compartir su vida.
Al poco tiempo apareció. Él tenía 17 años y ella acababa de cumplir 24. Se encontraron en el mismo país donde 5 años después verían desvanecer por primera vez el sueño de ser padres, en Uruguay.
Habían tardado ocho meses en alcanzar el «positivo» y como perder un primer embarazo era «algo común», continuaron sus vidas apostando a que la próxima vez alcanzarían su sueño.
Ocho meses después, otro embrión se había formado y, en la misma semana que el embarazo anterior, los latidos se habían detenido. El shock fue enorme: «No podíamos creerlo, no entendíamos nada -cuenta Mane, hoy con 37 años-. Por suerte, mi obstetra, Alejandro Fernández, nos mandó a hacer todos los estudios y nos dio esperanzas, prometiéndonos que lo íbamos a lograr».
Todos los estudios dieron mal. Si bien Mane tenía niveles hormonales normales y una buena cantidad de óvulos, estos no eran aptos para producir un embarazo viable, según los genetistas. ¿La razón? «Translocación balanceada entre el par 6 y 7 de cromosomas». Además: trombofilia.
Cuando leyó el diagnóstico Mane pensó que se iba a morir, que no se podía vivir con «un problema genético», como le dijo que tenía la especialista.
Un largo camino hasta convertirse en padres
Conseguir un embarazo con sus óvulos no era fácil. A toda la angustia por el diagnóstico se sumaban los honorarios difíciles de pagar, las pocas garantías de éxito, la ausencia de una Ley de Reproducción Asistida Nacional -que se reglamentó en 2013- y la incertidumbre.
Un día, mientras conversaban en la cocina y calentaban la cena, Nicolás soltó: «¿Y si probamos con ovodonación? El mundo de Mane se volvió a detener: «Me sentí pésimo, sentí que me decía que yo no servía y que podíamos usar óvulos de otra mujer, que sí servía». En el medio de todo eso, estaban a punto de anotarse en la lista de espera para adoptar.
Para afrontar todo este momento Mane y Nicolás buscaron hacer tribu. Se sumaron a Concebir, un grupo de apoyo para personas con infertilidad, y compartiendo su historia con otras parejas las heridas fueron cicatrizando. «El proceso habrá durando un año. Medité, hice trapecio, que siempre fue mi cable a tierra, y confié en que lo íbamos a lograr. Pero lo más importante fue llegar a una conclusión que me costó mucho alcanzar pero ahora me parece súper lógica: cuando querés ser madre, tenés que dejar de lado la vanidad de que se parezca a vos, que no sos nadie». Cuando entendió eso, vio en la ovodonación una bendición.
En agosto de 2013 decidieron dar el gran paso: fueron a ver a la doctora con la cual harían el tratamiento. Ella le pidió a Mane una foto suya, para buscar una donante con rasgos similares. Cuando escuchó el pedido se puso firme: no le iba a dejar una foto porque ya no le importaba que se pareciera a ella, eso no era prioridad. Al mes de realizar el tratamiento llegó la mejor de las noticias: «Beta positiva».
Nueve meses de embarazo, de miedos, de dudas y expectativas
El embarazo fue de mucho disfrute y meditación. A Mane no le importaban las inyecciones diarias de heparina -«una papa al lado de todo lo que habíamos pasado»- estaba feliz de preparar el nido. «Hoy, a la distancia, creo que lo único que me faltó fue más información y conexión con el parto. Cuando la pasaste tan mal por ser infértil te entregás tanto a los médicos que no ves ciertas cosas, como la violencia obstétrica que viví como algo natural. Porque lo único que querés es que finalmente tu hijo nazca», reflexiona Mane.
«Fue mágico». Con esas palabras resume la pareja el momento en que por fin conocieron a «L». Tenía los ojos negros bien abiertos y los miraba a ambos para decirles «ya llegué, acá estoy». Después de cinco años de lucha lo habían logrado.
Mane hizo de su lucha por ser madre una bandera y a los dos años fundó una editorial, Cien Lunas, para acercarle a la gente libros sobre infertilidad, donación y origen genético. Luego se sumaron libros sobre embarazo consciente, parto respetado, puerperio femenino y masculino. Por su parte Nicolás se convirtió en donante porque los dos necesitaban devolverle este favor al Universo ayudando a otras personas..
En unos meses arrancan otro tratamiento por ovodonación, esta vez con la certeza de que pueden lograrlo.
La voz del especialista
La Dra. Florencia Inciarte, coordinadora médica y encargada del programa de ovodonación del Halitus Instituto Médico cuenta de qué se trata esta técnica de fertilidad y resalta que «ser madre es mucho más que compartir un gen». Escuchá el audio completo:
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