Su distinción fue el broche final de una ceremonia en la que se reconoció a doce de los más destacados investigadores del país con los premios Houssay (dotados de 20.000 pesos), Houssay a la Trayectoria y Rebeca Gerschman (dotados de 30.000 pesos). También se confirió una medalla a la doctora Christiane Dosne de Pasqualini, que durante décadas trabajó en la investigación de la leucemia en modelos animales en el instituto de la Academia Nacional de Medicina.
Los científicos fueron seleccionados por sus contribuciones al avance del conocimiento y la trascendencia social de sus trabajos, por un jurado que integraron trece figuras de amplia actuación en diversas áreas de la ciencia.
El premio a la trayectoria en física matemática y ciencias de la computación fue para el investigador en física de bajas temperaturas, Francisco «Paco» de la Cruz; Pablo Mininni, de 34 años y estudioso de las turbulencias, recibió el Houssay, y Susana Hernández, el Rebeca Gerschman.
En el área de química, bioquímica y biología molecular, Kornblihtt recibió el premio a la trayectoria; José Luis Daniotti, el Houssay, y Norma Ethel Sbarbati, el Rebeca Gerschman.
En el área de ciencias sociales, los sociólogos Juan Carlos Torre y Alejandro Blanco recibieron el premio a la trayectoria y el Houssay, respectivamente. Y Elena Chiozza, recientemente fallecida, el Rebeca Gerschman.
En ciencias médicas, recibió el premio Houssay el inmunólogo y glicobiólogo cordobés Gabriel Rabinovich, cuyos trabajos originaron ocho patentes y lo convirtieron en profesor visitante de varias universidades de los Estados Unidos, como la de Maryland, la de Miami y la de Harvard, y María Marta de Elizalde de Bracco, el de trayectoria. La doctora Eugenia Sacerdote de Lustig, pionera en la técnica de cultivos celulares, recibió el premio Rebeca Gerschman.
Recientemente incorporado a la Academia de Ciencias de los Estados Unidos, Kornblihtt, hijo de un ingeniero civil que «amaba la matemática» y de una profesora de geografía, confesó que se sentía en medio de «un torbellino».
«En mi familia había muchos maestros -contó-; existía la tradición de enseñar. Pero yo hasta los 15 años no sabía nada de biología ni lo que era una célula.»
Fue durante sus clases de cuarto año con la profesora Rosa Guaglianone en el Colegio Nacional de Buenos Aires donde se enamoró de esta disciplina que explora los mecanismos de la vida (y de Esther, con la que sigue casado en la actualidad).
«La profesora Guaglianone incentivaba al alumno a buscar respuestas por sí solo y deslumbraba combinando aspectos clásicos de la botánica con biología molecular -recordó-. Una vez le pregunté cuál era su secreto y me dijo que consistía en estar «ausente» de la clase para que llegáramos a nuestras propias conclusiones.»
Ferviente defensor de la educación pública y gratuita, además de investigar el proceso por el cual un mismo gen codifica diferentes proteínas y de dirigir tesis doctorales, Kornblihtt dicta la materia Introducción a la Biología Celular y Molecular en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA (junto con Eduardo Arzt y Omar Coso) desde hace 28 años. «Tenemos alrededor de 400 alumnos por año -dijo-. Algunos cursaron, aprobaron y después abandonaron la formación universitaria, pero cuando me los encuentro al cabo de los años, me dicen que les sirvió mucho haber aprendido a pensar basándose en la evidencia empírica y no en el principio de autoridad. La única educación que puede ofrecer eso es la que se imparte en lugares donde al mismo tiempo se genera conocimiento.»
Tanto Kornblihtt como Rabinovich subrayaron que más que un premio a las personas, estas distinciones premian a muchos colegas que trabajan en el país.
(Presidencia de la Nación – Poder Ejecutivo)