Si bien la infertilidad es considerada siempre un problema de pareja, muchas veces el inconveniente se genera a partir de algún factor desencadenado en el hombre. Desde hace varios años, el factor masculino fue incrementando su importancia y este cambio ha sido acompañado por una mayor concientización de los hombres sobre la necesidad de consultar.
La búsqueda de un hijo suele generar ansiedad en las parejas pero desde hace tiempo que el peso del fracaso ya no recae solo en la mujer. Hoy en día es sabido que para lograr un embarazo, la evaluación de la pareja es fundamental porque uno u otro –o ambos- pueden tener relación con esa demora del hijo buscado. Las estadísticas demuestran que al menos un 40% de las causas de infertilidad son de origen masculino, otro 40% de origen femenino y el 20% restante responde a causas mixtas o sin causa aparente.
La evaluación inicial que deben realizar los hombres consiste en el interrogatorio, el examen físico y el espermograma. El análisis del semen o espermograma sigue siendo imprescindible y le primer estudio que se solicita en la consulta por infertilidad aún frente a los avances científicos de los últimos años. Se recomienda realizar al menos 2 análisis seminales, es recomendable una abstinencia sexual de 3 a 5 días, que nunca debe ser menor a 2 ni mayor a 7. A partir de los resultados, se solicitarán, de ser necesarios, otros exámenes. En una primera instancia, se analizan las características físicas de la muestra de semen: como el volumen de eyaculado, el color, la viscosidad o consistencia, turbidez y Ph.
Si el espermograma da resultado normal, el paso siguiente es investigar cómo interactúan los espermatozoides en la vagina y cuello del útero de la mujer, lo que se denomina Test de Hemizona o postcoital. Esta prueba se realiza entre 3 a 8 horas después del coito y tiene el propósito de observar cuántos espermatozoides llegaron al cuello uterino y si mantienen una buena movilidad, en cuyo caso se deduce que son capaces de atravesar el moco cervical e ingresar en le útero.
Si bien la más conocida es la criopreservación de óvulos –una tendencia en aumento- ellos también pueden hacer lo mismo con el semen. Esta es una forma viable de preservar la fertilidad masculina y permite al hombre disponer de sus espermatozoides para lograr el embarazo a través de técnicas de reproducción asistida (inseminación artificial, FIV o ICSI). La criopreservación del semen está indicada en aquellas condiciones que puedan alterar la fertilidad, especialmente para pacientes que están por ser sometidos a tratamiento de radio o quimioterapia, a los que se recomienda realizarla antes de comenzar esos tratamientos. También puede sugerirse antes de realizarse una vasectomía y es de gran utilidad en pacientes que presentan dificultad para la recolección de la muestra y están por realizar un tratamiento de reproducción asistida. De esta manera, se asegura de disponer de la muestra criopreservada el día exacto del tratamiento.
Con el paso de los años, es por demás conocido que el reloj biológico del hombre, aunque más lentamente, también corre, por lo cual ésta es una opción más que válida para aquellos que deciden postergar su paternidad por razones sociales también.