La Justicia intimó, bajo amenaza de multas y denuncias penales, a los diez institutos de fecundación asistida que funcionan en la ciudad para que le informen qué cantidad de embriones congelados conservan y la identidad de quienes les dieron origen.
Como esa orden, que data de febrero último, nunca se cumplió porque los centros argumentaron que es violatoria del derecho a la intimidad, un juez debe resolver si impone a los institutos médicos una multa de 2000 pesos por cada día de atraso en el cumplimiento de la resolución y si los denuncia por el delito de desobediencia, que se castiga con penas de 15 días a un año de prisión.
La Justicia considera a los embriones congelados como personas, por lo que designó a un abogado como su tutor para que vele por el destino de los embriones. Las parejas que realizaron el tratamiento y dejaron algún embrión criopreservado para una posterior implantación, se oponen a esta decisión judicial y, enojados, desconocieron la autoridad del tutor designado.
El conflicto, que ya lleva doce años de trámite en la justicia civil, se instaló por la falta de legislación en la Argentina acerca del destino de los óvulos fecundados y su status jurídico.
El debate, que involucra dilemas éticos, jurídicos y religiosos, afecta además el costo de la salud, ya que la infertilidad no es considerada una enfermedad y los tratamientos no están cubiertos por las obras sociales ni las empresas de medicina prepaga.
El procedimiento consiste en la extracción de óvulos, la fecundación en el laboratorio y, luego, la transferencia de algunos al útero. Los que no son utilizados se conservan congelados, a 196 grados bajo cero, en tanques con nitrógeno líquido. Los institutos de fecundación asistida dijeron que por normas éticas y de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva nunca destruyen los embriones ni los usan para investigaciones.
La causa se inició a raíz de una presentación del abogado Ricardo Rabinovich, ahora designado tutor de los embriones, para que la justicia civil disponga que sean protegidos. Un fallo de la Cámara de Apelaciones en lo Civil, de 1999, les reconoció carácter de persona sujeta a derechos y ordenó censarlos para estar seguros de que no sean destruidos o manipulados.
Como nunca se cumplió, el juez civil Ricardo Güiraldes los notificó de su resolución: «A través del tutor especial designado en autos, intímase a las entidades involucradas en las prácticas de fertilización asistida, cualesquiera que fueran sus modalidades o alternativas, para que en el plazo de cinco días hagan saber al suscripto todo aquello que sea menester para dar cumplimiento a lo ordenado por la Cámara Nacional en lo Civil de la Capital Federal».
«Todo ello bajo apercibimiento de imponerles multa equivalente a 2000 pesospor cada día de incurrir en mora».
Reacción de los centros
Algunos de los institutos de fecundación pidieron una prórroga y cuestionaron la designación de Rabinovich. «El centro no puede decir cuántos embriones hay ni revelar el nombre de la pareja porque la no procreación no está bien vista. Hay una violación del secreto profesional», dijo a LA NACION el abogado Roberto Arribere, de Fecunditas.
Agregó que Rabinovich «actúa con obnubilación mesiánica» y se quejó de que los institutos «quedan entre la alternativa de desobedecer una orden judicial o violar una ley».
Coincidió el asesor de Halitus, el letrado Diego López Olaciregui: «Los embriones han sido confiados al centro en el marco del secreto profesional». Consideró que la Justicia se extralimitó al ordenar el censo y al designar un tutor.
Rabinovich reivindicó su función de «velar por la vida y la salud de los embriones congelados». Otro de los temas que también están en discusión en la causa es si los centros de fertilización pueden o no ser parte en este expediente.
«Suponga que el juez decide que los centros de fecundación no tienen representación y que Rabinovich es el zar de los embriones, entonces tiene que presentarse en ese expediente sí o sí», dijo Arribere.
«La decisión sobre los embriones debe pasar exclusivamente por la pareja infértil, resguardando su identidad. Somos los únicos tutores de los embriones», sostuvo Isabel de Rolando, presidenta de la asociación Concebir. «Estamos en pos de defender la vida. Lo único que queremos es defender nuestros embriones y a nuestros futuros hijos. No vamos a hacer nada que vaya en contra de ellos».
Por Hernán Cappiello y Jesica Bossi
De la Redacción de LA NACION
«Esta es otra piedra puesta en el camino»
Isabel de Rolando, creadora de Concebir
Isabel de Rolando tiene una historia de amor y paciencia. Tuvo que esperar siete años para lograr tener a su hija, ahora de 15, pero no se guardó sus desencantos y felicidades.
En 1996 organizó Concebir, una asociación civil sin fines de lucro para apoyar a las parejas que luchan por tener un hijo y darles contención durante todo el proceso.
Los grupos que se reúnen el segundo y tercer miércoles de cada mes dejaron de hablar de terapias, drogas y posibilidades de embarazo. Ahora incorporaron un nuevo tema no menos conflictivo: la orden judicial que les impuso un tutor para los embriones congelados y el mandato de censarlos y revelar su identidad.
«Esta es otra piedra puesta en el camino. La pareja es la tutora de sus embriones. El tener embriones congelados no es un capricho, sino que favorece las posibilidades de tener un nuevo embarazo», explica.
La mujer subraya que el único interés de Concebir es apoyar a las parejas. «No tenemos intereses económicos ni de ningún centro de fecundación», aclara. Más de 500 parejas pasaron por las charlas de Concebir.
«Estamos evaluando si nos vamos a presentar en la causa judicial. Pero lo que sí resguardamos muchísimo es la identidad de las parejas», sostiene.
Desde Concebir las parejas luchan para que la infertilidad sea considerada una enfermedad y, por ende, tenga cobertura de obras sociales y del sistema de medicina prepaga.
«Muchas parejas que han participado de las actividades de Concebir tienen embriones congelados y muchos tienen hijos nacidos de esos embriones, por lo cual el concepto de intereses contrapuestos entre los progenitores y los embriones nos resulta preocupante», dice.
Según Isabel, no hay nada más importante para las parejas en tratamiento que la posibilidad de transferir los embriones al útero y así dar comienzo al embarazo, aunque aclaró: «Por experiencia propia, sabemos que la fertilidad humana es muy pobre y que sólo un porcentaje de embriones llega a anidarse en el seno materno».
Isabel sostiene que la intención de la mayoría de las parejas es que esos embriones lleguen al útero. Sin embargo, reconoció situaciones excepcionales: «Puede haber separaciones, enfermedades, muertes, que no hagan posible la transferencia de los embriones a las parejas que aportaron sus gametos. En estos casos, parece poco probable que se pueda obligar, por ejemplo, a un matrimonio separado a que realice la transferencia de sus embriones».
Hace más de 15 años que Isabel lucha contra la infertilidad propia y ajena. Cuenta que cada fracaso, a la hora de concebir, es muy doloroso, pero que también la felicidad es inmensa cuando la llegada de un hijo deja de ser un deseo.
«Defendemos la vida», repite una y mil veces
Una madre
Isabel de Rolando, Odontóloga, 47 años
Tuvo que esperar siete años para lograr tener a su hija, ahora de 15.
En 1996 organizó Concebir, una asociación civil sin fines de lucro para apoyar a las parejas que luchan por tener un hijo.
Desde su creación más de 500 parejas participaron de las charlas de Concebir.
Aún no decidió si se presentarán en la causa judicial.
Rabinovich
El tutor criticado por los padres
Debe cuidar los embriones congelados
Se presentó a la Justicia en 1993 para pedir que se garantice el cuidado de los embriones congelados, y, una década más tarde, lo designaron como su tutor. Hoy, Ricardo Rabinovich es el curador de los por lo menos 1300 embriones en estado de criopreservación que hay en la ciudad de Buenos Aires, según una proyección de diez años atrás.
Acudió a los tribunales, según dijo en diálogo con LA NACION, para evitar que los embriones fueran utilizados para experimentación y comercialización. «Lo hice porque doy clases todos los días sobre los derechos de las personas. Y los embriones son personas, por eso me presenté», dijo Rabinovich, abogado especialista en bioética y también profesor en la Universidad del Museo Social Argentino y en la Universidad del Salvador.
En teoría, la función del tutor es la de velar por la vida de los embriones congelados, considerados personas con derechos. En la práctica, ese rol, que no tiene definición precisa, nunca se cumplió por oposición de los centros de fertilización.
«El tutor tiene cero facultades. Tiene, más bien, deberes», aclaró Rabinovich. Entre ellos, el de hacer un censo de los embriones. «Mi tutela hoy es sobre seres indeterminados», puntualizó. Es por eso que, indicó, el primer paso es saber de quiénes es tutor.
El listado de la población de embriones criopreservados es, según dijo, para luego controlar su destino.
Convencido de que la criopreservación implica un daño, y con cierto recelo a los métodos de reproducción asistida, sostuvo que esta actividad debe ser reglamentada. Y fue más allá: «Estoy en contra de todo lo que me recuerde al nazismo».
Para Rabinovich, la indignación de los padres que se sienten avasallados por la designación de un tutor no tiene fundamento. «Sus facultades hacia el embrión son las mismas que tienen con su hijo de 15 años. Pueden hacer todo lo que haga al bien de esos chicos, no al mal. Por eso cabe la figura del tutor», se defendió.
Sergio Pasqualini, director de Halitus, al igual que sus pares de otros centros, rechaza esta figura. No obstante, considera que en algunas circunstancias podría aplicarse. «Hay algunas parejas que dieron origen a embriones y se desconectaron del centro. El tutor, tal vez, estaría bien para esos casos», explicó.
En este punto coincidió Rabinovich: «El problema es con los embriones que fueron abandonados. Debería haber una ley que permitiera que sean dados en adopción», sostuvo el abogado, que en los últimos años asesoró a diferentes senadores en temas de salud. «La entrega de un bebe a una familia no es un acuerdo privado. Hay que ver a quién se lo dan, tiene que intervenir el Estado. Lo mismo pasa con los embriones», argumentó el hombre que, pese a la polémica, persevera en ser el tutor de los embriones congelados.
El tutor
Ricardo Rabinovich
Abogado y profesor
A raíz de su presentación para pedir que se garantice la integridad de los embriones congelados, la Justicia lo designó como tutor. Exige que lo dejen hacer un censo y que se revele la identidad de los padres como primer paso para controlar el destino de los embriones. Es especialista en bioética, rechaza la criopreservación y quiere que los embriones abandonados puedan ser adoptados.