Sergio Pasqualini, director de la clínica de fertilidad Halitus, dice que las familias están cambiando a un ritmo asombroso. «En Dinamarca, tres de cada diez nacimientos son producto de fertilización en vitro. Las mujeres cada vez demoran más los embarazos. Y muchas jóvenes pagan para congelar sus óvulos para utilizarlos cuando sean más grandes. El día de mañana, van a venir los chicos a decir: “¿En serio me tuvieron naturalmente? ¡Qué antigüedad!»
María Rachid y Claudia Castro llevan seis años juntas y ya intentaron dos veces inseminarse sin suerte. Son estudiantes universitarias y ahora van por su tercera chance Cada intento les cuesta entre mil y dos mil pesos. El precio, creen, es lo de menos. «Fuimos a cinco lugares para informarnos acerca de los tratamientos. No tuvimos ninguna negativa. La mayoría estaba informada sobre las familias diferentes, e incluso muchos de ellos estaban a favor», recuerda Rachid. «Llegamos a encontrar una clínica en la que el médico estaba a favor de la inseminación y el director no. Elegimos este camino porque el tema de la adopción es complicadísimo. Piden 35 años de edad mínima e incluso a las parejas heterosexuales les puede demorar hasta seis años. Además, hay chicos adoptados que pueden llegar a pasarse hasta tres años en un instituto de menores. Todo porque detrás hay un negocio gigantesco, en el que el Estado paga hasta 1500 pesos por chico.»
Analía Rodríguez y Veróníca Fulco, cuatro años en pareja, una operadora socioterapéutica, la otra periodista de negocios, tenían la idea de pasarse una a otra los óvulos y quedar fecundada con un donante anónimo. Idea romántica, pero compleja. Ahora se decidieron por aguardar hasta que la adopción sea ley. Analía se entusiasma: «Me encantaría adoptar chicos de la calle. ¡Tendría cien! Eso sí, que no me digan mamá».
NOTICIAS: ¿Y cómo quiere que le digan?
Analía: No estoy a favor de este sistema que cataloga a la gente por su sexo. Que elija como me quiera llamar. Que me diga Analía, Mamuchi. Pero nada de imposiciones.
Verónica: Queremos una ley que nos ampare, no queremos ser ciudadanos de segunda. Ya hay lesbianas que no sólo han criado hijos, ya hasta tienen nietos.
Analía: Qué sé yo, por ahí a ella le dice mamá y a mí, tía.
Marcelo Suntheim y César Cigliutti, secretario y presidente de la CHA, la primera pareja en contraer la unión civil en Buenos Aires, también aguardará a que se apruebe la ley nacional para adoptar -proyecto que presentarán en estos días-. «Podemos usar los vericuetos actuales para adoptar», reconoce Marcelo. «Pero no vamos a hacerla porque no tenemos un marco jurídico para proteger al chico en caso, por ejemplo, de que lo agredan en la escuela.»
Ronnie Arias es un abanderado de la causa, aún cuando no tenga planes de ser padre. «No puedo entender cómo hay gente que aún se resiste a que padres gays críen a sus propios hijos. Hay tantos chicos de la calle abandonados por sus padres, y la adopción en la Argentina es tan lenta, tan complicada. Parece como si viviéramos en un pueblito en la montaña, no sabemos de otras realidades distintas a la nuestra. Yo siempre digo, antes de tener un hijo hay que aprender a criar a un perro.»