Parecía una utopía que en este país existiera una Ley de fertilización asistida gratuita. En toda Latinoamérica no hay algo igual», dice Marisa Brel y se entusiasma con razón. Sabe bien de lo que habla: ella y su marido, el director Carlos Evaristo, tuvieron que someterse seis veces a un costoso y prolongado tratamiento de reproducción para lograr concebir a Paloma (8), su única hija. La periodista nunca ocultó su problema, se volvió una abanderada del tema y escribió un libro contando su experiencia que ya va por la sexta edición. «De cada seis parejas, una tiene problemas de fertilidad -asegura Brel-. Se calcula que sólo en Estados Unidos hay cerca de 50 millones de personas con problemas para tener hijos. Es un problema importante en todo el mundo y aquí también. Pero no se habla de eso porque para muchos todavía es un tema tabú. En el caso de los hombres muchas veces se confunde fertilidad con virilidad y por eso prefieren ocultarlo. Hay que saber que es una enfermedad, lo dice la Organización Mundial de la Salud, que en la mayoría de los casos tiene cura». -Los tratamientos son caros y complicados. -Sí, pueden valer 20 mil pesos, aproximadamente, y con uno solo no alcanza. Yo me hice 10 y tengo una sola hija. Además son difíciles de llevar, provocan mucha frustración, dolor y conflictos en la pareja.
-¿Hiciste 10 tratamientos para poder tener a Paloma?
-No, Paloma nació en mi sexta prueba in-vitro. Eso fue entre 2000 y 2002, con el doctor Sergio Pasqualini, que es mi dios en la tierra. Después a partir de 2008 hice cuatro intentos más para un segundo hijo pero no funcionó. -¿Cómo llevaste adelante esa búsqueda?
-La verdad mal, para mí fue un infierno. Cada mes, durante cinco años, recibía un resultado negativo y me sentía frustrada. Es un tratamiento doloroso física y emocional-mente. Por eso siempre digo que hay que estar con un buen especialista y un buen terapeuta que te cuide la cabeza. La medicación es hormonal y te cambia repentinamente el humor, estamos más sensibles, más vulnerables, intolerantes e intolerables. Hay que cuidar mucho la cabeza. En mi caso también me volqué mucho a la espiritualidad porque necesitaba creer en algo más fuerte que le diera sentido a la vida, que me sostuviera, para poder levantarme de nuevo cada vez que caía. -¿Te volviste más practicante, más creyente? -Comencé a tener más fe en mí, en Dios y en el universo. Abrí mucho más mi cabeza a cosas nuevas, a esta corriente de pensamiento que está de moda ahora y espero que dure mucho. Claudio María Domínguez es mi mejor amigo hace 20 años. Para mí no es nuevo lo que está haciendo, tengo esa búsqueda espiritual, mi religión es la religión del amor. Soy católica y lo sigo siendo, pero abrí mi cabeza a otras cosas. Como dice Claudio, tener una religión, cualquiera sea, te pone un límite. Yo levanté ese techo para que todo lo que me hiciera bien llegara a mi corazón. -¿Pensaste en abandonar el tratamiento? -No, nunca. -¿Cuál era tu motor? -El amor que sentía por ser madre, por traer a este planeta un ser de luz, a que fuera feliz, a que hiciera bien en el mundo. Desde muy chiquita yo quería tener un hijo. Era un deseo propio pero también cultural, desde chiquitas nos preparamos para ser madres. Pero de pronto te chocas con una realidad que no esperabas: no podes ser madre. Es como un tren que te pasa por arriba.
-¿Cómo descubriste que no podías tener hijos? -Empecé a buscar y tardé más de un año en quedar embarazada. Duró siete semanas y fue ectópico (el feto crece fuera del útero). Casi me muero, literalmente. Cuando me llevaban al quirófano le dijeron a mi marido: «Se nos va». Después de eso, con los estudios y la biopsia del embrión, se descubrió que no podía tener embarazos en forma natural.
-¿Pensaste en adoptar? -Durante el proceso de búsqueda no, porque estaba muy segura de que iba a lograrlo. Soy una mujer que todo lo que se pone en la cabeza lo logra, una sagitariana a la que nada detiene, por más piedras que pongan. Tenía fe en mí, en mi médico, en mi marido que era mi contención y en Dios que me iba a ayudar a lograr ese sueño. En ese momento me decían desde el amor y la ignorancia: «Ándate de vacaciones y volvés embarazada». ¡Eso pasa cuando estás estre-sada! No lo digan más por favor. Yo tenía infertilidad, no me tenía que distraer, tenía que ocuparme. A alguien que tiene una enfermedad no le decís: ándate de vacaciones. Esto es lo mismo, te pinchan, te sacan, te ponen. Tenes que estar pendiente del reloj para darte inyecciones en la cola, en la panza, en las piernas, en los brazos. Estás mal, sensible, vulnerable y después, ni te cuento, el tratamiento es muy difícil.
-Escribiste un libro sobre el tema: Voy a ser madre… a pesar de todo. -Sí, el año pasado, cuando logré sentirme entera y segura. Quería contar mi historia porque cuando yo pasé por todo eso me sentía sola, un bicho raro, no había libros que dieran un testimonio. Desde que lo publiqué recibí miles de mails -los guardo a todos-, de mujeres llorando que me dicen: «Gracias porque al fin no me siento sola en el mundo»,
«a alguien le pasa lo mismo que a mí», «pensaba que estaba loca». Es una guía también porque doy tips para llevar mejor el tratamiento, algo con lo que yo no conté y es muy útil.
-Antes te pregunté si pensabas en adoptar y me dijiste que en ese momento no. ¿Ahora sí?
-Ahora sí estoy con muchas ganas de adoptar. Ya inicié los trámites y no puedo hablar mucho. Me interesa mucho el tema y estoy trabajando con Daniel Scioli y su gente en una nueva Ley de adopción. -En la provincia de Buenos Aires se aprobó la Ley de fertilización asistida gratuita y te nombraron algo así como la madrina. -Sí, Scioli me nombró su abanderada. Junto a él, el ministro de Salud, Alejandro Collia, los diputados Marcelo Feliú y Raúl Pérez, armamos como un equipo de trabajo. En su momento parecía una utopía que en este país existiera una ley de fertilización asistida gratuita; en toda Latinoamérica no hay una ley así.
-La ley ya está aprobada y funcionando.
-Sí, se promulgó el 2 de diciembre y se reglamentó en tiempo récord: dos semanas. Porque hay muchas leyes que se promulgan y después están cajoneadas diez años. Ya estamos celebrando 34 embarazos y a la espera de 100 resultados más. -La ley establece que el tratamiento es gratuito, lo tiene que cubrir tu prepaga, la obra social o en última instancia un hospital público. -Así es. Es una ley única en toda América. Hay una en Costa Rica que es muy pobre, pero la nuestra está basada en la de España que es buenísima. En España, con el tema de la baja natalidad, pasas por la puerta de un hospital y te ofrecen hacerte un in vitro. Pero sobre todo lo que tiene de bueno es que es igualitaria, para ricos y pobres, tengas o no obra social. Si no tenes ningún tipo de cobertura te podes hacer hasta tres tratamientos in vitro.
Estamos en la primera etapa, es para mujeres y hombres de entre 30 y 40 años. -¿Casados?
-No, necesariamente, pero sí en pareja.
-¿Por qué sólo cubre esa franja de edad? -Porque ahí se dan la mayoría de los casos de infertilidad. Hay excepciones, por ejemplos mujeres de 27 aflos que ya saben que no pueden tener hijos. Se pueden acercar porque hay excepciones para esos casos. O mujeres de 41, 42 arios también, se ve caso por caso. -¿Van por la ley nacional?
-Sí, no tienen más excusas. Desde mi lado lo que hago es hablarle a los legisladores nacionales de que esto es prioridad, estamos hablando de una ley que es para sanar, para traer vida. Hay gente que está sufriendo mucho y el tiempo pasa y se pierden oportunidades de ser padres. Una ley nacional podría ser mucho más abarcativa y además se aplica para todos los argentinos. Sería muy bueno aprobarla.
G.D.
Fotos: María Laura Domínguez y Virginia Rodríguez
Fuente: Pronto (Revista)