Jimena Petrelli tomó conciencia de que su reloj biológico comenzaría a correr más rápido una vez que pasara la barrera de los 35 años. Tenía 33, estaba sin pareja, y decidió sacar un seguro de fertilidad: congeló sus óvulos. Hoy, con 37 años, sigue esperando a que llegue el hombre con quien formar una familia, pero ya no escucha ese «tic-tac» interno que tanto desespera a las mujeres que promedian los treinta y que por diversos motivos -falta de pareja, tendencia a priorizar la carrera laboral o por cuestiones de salud- aún no se convirtieron en madres.
Para la mayoría de estas mujeres, el deseo de tener un hijo está intacto. Son mamás en potencia, a futuro, que tal vez hoy festejen internamente su decisión de haber escuchado su deseo más profundo. Son mujeres que postergaron su maternidad, pero están seguras de que en algún momento querrán tener un bebe. Y por eso deciden recurrir a la técnica de vitrificación de óvulos, un procedimiento que desde hace muy pocos años se ofrece en los consultorios de fertilidad.
«Ser madre es uno de mis deseos más profundos, pero como no tengo pareja empezó a ser una preocupación -afirma Carolina Fernández, contadora de 39 años-. A medida que pasaba el tiempo veía que ese deseo se postergaba y empecé a averiguar qué podía hacer. Fue algo que comencé a analizar a los 35 años, pero recién en mayo pasado los congelé.»
Los profesionales en fertilidad señalan que cada vez más mujeres consultan por vitrificación, aunque no todas se deciden a hacer el procedimiento. «En estos dos últimos años, el 20% de las consultas que recibimos están relacionadas con la preservación de la fertilidad. De ese porcentaje, el 30% decide hacer el procedimiento -dice a LA NACION Stella Lancuba, especialista en reproducción humana y directora del Centro de Investigaciones en Medicina Reproductiva (Cimer)-. Mi consejo a las que están entre los 34 y 38 años y que no tienen pareja o perspectivas de tenerla es que vitrifiquen sus óvulos porque después de esa edad cuesta más lograr un embarazo.» Según la especialista, la fecundidad pasa desde 40% por ciclo en la década de los 20 años, al 35% en los treinta y decae al 20% después de los cuarenta.
El director de Halitus, Sergio Pasqualini, compara la fertilidad con un jugador de fútbol: «Los 25 años es la edad ideal porque aún se es joven, pero con experiencia; después de los 30 ya no es tan joven, pero sigue teniendo un rendimiento óptimo, y después de los 35 años el nivel empieza a bajar hasta que se retira. Nunca se va a ver un jugador de 40 años en el máximo nivel. Con los ovarios pasa lo mismo».
SIN RESERVAS
A Jimena la alarmó especialmente una cifra: después de los 35 años, una mujer cuenta con sólo el 12% de la reserva ovárica con la que nace. «El ginecólogo no te lo dice cuando vas al consultorio a hacerte un chequeo. Yo me enteré porque empecé a trabajar en un centro de fertilidad», cuenta.
Pero Pasqualini aclara: «Que una mujer tenga la reserva disminuida no significa que no pueda lograr el embarazo en forma natural, pero es un dato para no dejarse estar».
Mónica Zapotoczny, madre tras congelar sus óvulos. Foto: LA NACION / Ignacio Coló
En Maternity Bank, un banco de óvulos creado en 2009 para la maternidad diferida, se realizaron hasta ahora 500 vitrificaciones. El 90% de las mujeres son mayores de 35 años y el 95% congeló sus óvulos por causas sociales. «En general, pasa mucho tiempo entre que consultan y se deciden a hacer el procedimiento -afirma su director médico, Carlos Carrere-. Vuelven entre tres y seis meses después de la primera cita, luego de comentarlo con su familia.»
Carolina, en cambio, no quiso contarlo. «Sentía que, si lo comentaba mucho, iba a influir en mi decisión -explica-. Es una decisión difícil de tomar sola, pero que hay que tomar sola. Mi hice los estudios y con los resultados en la mano el doctor me dijo que tenía seis meses para pensarlo. Lo pensé y volví decidida a hacerlo.»
Paola Cuello es una de las mujeres que decidieron congelar sus óvulos por cuestiones de salud. A los 18 años le diagnosticaron síndrome de Rokitansky, una anomalía que hace que no se forme ni útero ni vagina, aunque sí ovarios, y su mundo se vino abajo. «Me dijeron que nunca iba a poder embarazarme -cuenta-, pero hoy tengo una esperanza con el congelamiento de mis óvulos. Estoy a la espera de que salga la reforma del Código Civil para poder hacer una subrogación de vientre y cumplir mi sueño de ser mamá.»
A pesar de que hoy existe mayor información, la doctora Sandra Miasnik, médica tocoginecológica del Centro de Estudios en Ginecología y Reproducción (Cegyr), dice que no hay todavía suficiente conciencia para preservar la fertilidad. «Estamos más en la fase de consulta que en la de concreción. Quienes averiguan son grandes, de 35 para arriba. Y el promedio de las que congelan sus óvulos es de 38, el límite para vitrificar.»
En Maternity Bank no ponen límites de edad. «El límite lo pone la naturaleza -dice Carrere-. A la paciente se le hace un análisis para medir la reserva ovárica de ese momento. Si hay reserva, se hace; sino, no. Pero cuanto más grande sea la mujer, menor es la calidad de las células.».
Fuente: lanacion.com.ar