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Por: Diario Clarín | 26/07/15

Más hombres le ganan al cáncer y cumplen el sueño de paternidad


Cada vez más personas realizan tratamientos de oncofertilidad.
Las historias de los que antes de comenzar con quimioterapia, decidieron criopreservar su propio esperma. Y la llegada de los hijos, después de vencer a la enfermedad.

Cuando llega el diagnóstico de cáncer el mundo deja de ser tal como lo entendíamos. Las palabras “quimio” y “rayos” ya no se tocan de oído, hay que digerir la noticia, lidiar incluso con la forma en la que se la toman los otros, y la posibilidad de la muerte zumba en los oídos. En ese contexto, en el que la prioridad absoluta es sobrevivir, detenerse a pensar que la quimio puede anular las posibilidades de tener hijos biológicos a futuro puede resultar difícil. Por eso nació la oncofertilidad, una subespecialidad que permite preservar esperma de hombres con cáncer que deben empezar quimioterapia para que, cuando pase el temblor, puedan tener hijos.
Hombres y mujeres con algún tipo de cáncer pueden recurrir a la oncofertilidad, porque tanto unos como otros pueden sufrir de esterilidad parcial o total por los mismos tratamientos que necesitan para salvarles la vida. “Lo novedoso, sin embargo, es que antes la fertilidad era casi exclusivamente una preocupación de las mujeres. Ahora estamos recibiendo hombres cada vez más jóvenes, desde los 18 años, que tienen que empezar quimioterapia: vienen a criopreservar semen para poder tener hijos biológicos y muchos ni siquiera tienen pareja”, dice a Clarín Ramiro Quintana, especialista en oncofertilidad y asesor científico de Procrearte. Eso hizo Jonás Gutiérrez, el futbolista que el año pasado tuvo cáncer testicular: conservó su esperma apenas supo que le iban a extirpar un testículo y que la quimio podía inutilizar la fertilidad del otro.
Pero este no es un problema solo para quienes tuvieron cáncer de testículos sino cualquier tipo de cáncer, porque lo que puede causar la infertilidad es también el tratamiento: “La quimioterapia, sobre todo en altas dosis, provoca una disminución en el número total de espermatozoides y detención en su maduración, con eventual alteración de la carga genética”, explica el oncólogo Alejandro Turek. “Este impacto potencial en la fertilidad es un tema por el que nos consultan adolescentes y adultos jóvenes por tratar con quimioterapia. Hoy debemos explicarles que el cáncer en el varón no debe ser sinónimo de muerte, ni para el paciente ni para su deseo de ser padres”.
Para que haya cada vez más hombres que luego del cáncer logran ser padres, tuvo que darse una unión de fuerzas. Por un lado, son los mismos oncólogos quienes les sugieren que criopreserven. Por otro, los avances científicos lo facilitan: “Hoy un hombre trae una muestra que toma por masturbación en su casa y puede empezar la quimio al día siguiente. La muestra se congela en pastillas y, de una buena muestra,s e pueden obtener 20,30 o 40 pastillas que servirán para muchos tratamientos de fertilidad. Una vez que el esperma está congelado, puede usarse al día siguiente o 50 años después, da lo mismo”, explica Sergio Pasqualini, director científico se Halitus Instituto Médico y Presidente de Fundación Repro. Cuando el paciente decide tener un hijo, con esa muestra puede hacer una inseminación asistida o una fertilización in Vitro. Es solo semen, por lo cual si el paciente no sobrevive al cáncer o se salva y luego decide no ser padre, la muestra se desecha.
La unión de factores no termina ahí. Se suma que cada vez más gente le gana al cáncer. En los últimos 10 años, la mortalidad bajó 10% en Argentina, según estadísticas del Ministerio de Salud de la Nación. Pero también se sabe que más del 80% de las personas con diagnóstico de cáncer deben tratarse con quicio o radioterapia.
Además, se siguen investigando y encontrando nuevas formas de preservar la fertilidad a pesar de los escollos. Ya existen, por ejemplo, técnicas experimentales para los niños que deben empezar quicio, como la criopreservación testicular (se congela tejido que posee células espermáticas). Y en Halitus un biólogo creó un sistema llamado “scrapping”:”En lugar de descongelar la muestra, usar un poco y volver a congelarla, con lo que se pierde calidad y viabilidad, se raspan pequeñas fetas y así luego puede rendir más si el embarazo no llega rápidamente”, explica Pasqualini.
Lo cierto es que más allá de permitirles intentar ser padres biológicos, la oncofertilidad tiene un impacto emocional enorme en el momento de la desesperación. Lo dice Quintana: “En el medio de un diagnóstico tan asociado con la muerte, les permite conectarse con la vida: la propia y la de un futuro hijo”.

Testimonios

Diego Ghiglione (45)
“Cuando veo a mi hijo, pienso que todo es posible”
Diego Ghiglione tenía 254 años cuando supo que tenía enfermedad de Hodking: cáncer en un ganglio del cuello. 2Yo estaba en mi mejor momento: era entrenador de rugby, salía con mis amigos, tenía mi negocio, mi novia. El diagnóstico de cáncer es un golpe muy grande y el desconocimiento te aterra”, cuenta. Diego (45) viajó con su familia desde Río Cuarto, donde viven, a Buenos Aires para empezar el tratamiento. “Ni se me pasó por la cabeza pensar si iba a poder tener hijos si me salvaba. Pero el oncólogo me preguntó si había criopreservado. Le dije que no y que quería empezar la quimio cuanto antes para poder terminar cuanto antes, pero mi papá dijo: “No, hoy no empezamos, vamos a criopreservar y volvemos”. Fueron 8 meses de quimioterapia y 20 días de rayos pero lo que siguió espantó el halo de muerte que suele rodear a la palabra cáncer; remisión completa de la enfermedad.
“Diez años después, le propuse a mi novia de toda la vida casarnos, pero yo sabía que podía tener problemas de fertilidad por la quimio. Así que, antes de casarnos, me hice un espermograma para que ella pudiera elegir si se quería casar conmigo igual en caso de no ser fértil. Efectivamente me diagnosticaron azoospermia (ausencia de espermatozoides en el eyaculado), pero igual se quiso casar”, se ríe él. Mariana Airaldi (43), su mujer, sabía que podían intentar tener hijos usando la muestra que habían guardado.
Fueron 5 las fertilizaciones in Vitro que no resultaron y 5 las frustraciones. Pero en diciembre de 2006, en el sexto intento, Mariana quedó embarazada de Guido: la muestra había estado 12 años esperando ese momento.
“Muchas veces creí que no iba a poder y tuve que enfocarme en el minuto a minuto: que te curás, que no te curás, que vas a poder tener hijos, que no vas a poder. Pero ahora, cada vez que acuesto a Guido (7) recuerdo eso: que sí se puede”. La frase, ahora, tendrá que ser la guía para lo que viene: con aquella misma muestra están buscando un hermano para Guido.

Leandro Santagada (45)
“La ciencia nos ayudó a armar esta familia”
Era le año 2000. Marina Tozzi estaba en el trabajo cuando un compañero le contó que tenía un hermano al que le acababan de diagnosticar cáncer en un testículo con metástasis en un pulmón. Al poco tiempo, le dijo que “los médicos ya no podían hacer nada” y que su hermano estaba “en manos de Dios”. Marina no lo conocía pero igual fue a donar sangre para él. Lo que ninguno imaginó era que Leandro iba a recuperarse, que iban a terminar enamorándose y que de esa unión iba a nacer Helena.
“Cuando me detectaron el cáncer la doctora me dijo: `Éstá muy avanzado, vamos a hacer un tratamiento muy violento`, era viernes y empezamos la quicio el lunes. Y me dijo: no sabemos si ganamos la batalla, pero si te salvás no vas a poder tener más hijos. Acá hay un banco de criopreservación”, cuenta Leandro Santagada (45), que ya tenía una hija (Sofía, de 17 años).
Ese lunes, Leandro entró con su hermano al hospital: uno caminó hacia Oncología, el otro hacia Fertilidad con la muestra. Estuvo internado desde febrero hasta junio: quicio, cirugía, 20 kilos menos. El cáncer remitió, y 5 años después, Leandro conoció a Marina (41) y se pusieron de novios. Y un día decidieron pensar en hijos. “Me había olvidado de la muestra y llamé. Me dijeron `qué raro, nadie pagó el mantenimiento, la tendríamos que haber descartado, pero está acá, venite”. Fueron a Halitus, hicieron un tratamiento in Vitro y no funcionó. En 2007 se casaron y encararon el segundo tratamiento. 2Y quedé”, dice ella. La muestra había estado 8 años congelada. De ese tratamiento nació la bella Helena, que ya tiene 7 años. “La Ciencia nos mantuvo acá a los dos”, dice Leandro, que es productor de televisión. “A mí todavía me emociona, -cierra Marina- se suponía que él no iba a sobrevivir y ahora somos esta familia”.