Los trastornos de infertilidad no constituyen un tema menor, ni para quienes los padecen ni para la comunidad científica en general. De hecho, en los 30 años transcurridos desde el nacimiento de Louise Brown -la primera beba concebida por fertilización in Vitro (FIV)-, acontecimiento que se conmemora el próximo viernes 25 de julio, los avances han sido muy importantes llegando a incrementarse notablemente la tasa de bebés nacidos vivos, al mismo tiempo que se redujeron las complicaciones y molestias que generaban los tratamientos.
En este sentido, actualmente no sólo es posible congelar óvulos a fin de garantizar la posibilidad de ser madres a mujeres con enfermedades preexistentes como el cáncer o para aquellas que pretenden «elegir» el momento ideal para encarar la maternidad; sino también seleccionar los espermatozoides más aptos para poner en marcha el método ICSI de FIV mediante técnicas electromagnéticas con fragmentación de ADN; o bien realizar diagnósticos con la mayor precisión posible gracias a dispositivos de última generación como la histerosalpingografía virtual por tomografía computada multislice que provee imágenes bidimensionales, tridimensionales y endoscópicas del aparato ginecológico mediante las cuales es posible evaluar lesiones de muy pequeño tamaño y en zonas de difícil visualización con alta exactitud.
Sin embargo, al margen de las palabras técnicas y más allá del abanico de posibilidades que es cada vez mayor, el principal desafío tanto de médicos como de los pacientes sigue siendo abordar los trastornos de infertilidad como «un tema más» de la pareja para poder tratarlos con la mayor dedicación y tranquilidad posible.
«Hoy en día el especialista debe reconocer la complejidad de la situación, diagnosticar el trastorno y realizar la derivación adecuada, porque es necesario que un equipo de profesionales integrado por ginecólogos, biólogos, andrólogos, urólogos, psiquiatras, psicólogos, sexólogos, infectólogos, genetistas y endoscopistas, entre otros, trate a la pareja de manera integral y multidisciplinaria para lograr el mejor resultado que se pueda obtener», indicó el doctor Ramiro Quintana, especialista en medicina reproductiva y director del Centro Argentino de Infertilidad.
Esta forma de encarar un problema en el cual intervienen muchas emociones, especialmente la tristeza, la angustia, la ansiedad, la desesperación, el dolor e incluso la culpa y el estrés; posibilita no sólo alcanzar el éxito sino también atenuar las complicaciones que surgen «en el camino» y que se manifiestan, entre otras muestras, a través de los problemas que se suscitan en la relación sexual de la pareja, sobre todo cuando «ese» momento se limita o se convierte en otro intento más.
«La infertilidad y su influencia en la sexualidad de la pareja es un tema que hoy se aborda desde la naturalidad, se habla de manera espontánea y se tiene muy en cuenta en el momento de comenzar con los tratamientos de fertilización asistida», añadió el doctor Quintana, vicepresidente de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (SAMER).
Desde su experiencia personal, la señora Estela Chardon, fundadora y coordinadora de grupos de Concebir, aportó: «El momento de tomar la decisión de consultar -que siempre es recomendable hacerlo en pareja- para luego iniciar un tratamiento es sumamente delicado pues para ambos comienza un camino que es muy difícil de transitar y en el cual se ponen en juego muchas cosas que a veces representan un riesgo».
«La clave está en rescatar la sexualidad no sólo como algo que esta al servicio de la reproducción, sino como un espacio íntimo y de compartir con el otro enfrentando el tema y las emociones que cada uno tenga. Desde ese punto de vista y con el objetivo de que la pareja salga fortalecida, es importante que el médico cumpla un rol de sostén y contención», afirmó la doctora Adriana Ferraina, médica Psiquiátrica, responsable del departamento de Trastornos alimenticios y Fertilidad del Centro Argentino de Fertilidad.
Pero, además de considerar los sentimientos y las emociones, también es importante derribar algunos preconceptos como el que sostiene que -más allá de los hombres que valiéndose de casos famosos como el de Charles Chaplin aseguran que pueden ser padres a cualquier edad-, las mujeres pueden postergar su maternidad «indefinidamente», optando por buscar un embarazo por ejemplo a los 40 años, edad en la cual según los especialistas la fertilidad ha decaído notablemente.
«La tasa de fertilidad femenina se mantiene dentro de los límites aceptables hasta los 30 años; mientras que entre esa edad y los 35 comienza una disminución que se hace más evidente a medida que pasan los años. Además desciende la calidad y el potencial reproductivo de los óvulos, condición que aumenta la posibilidad de sufrir un aborto espontáneo», informó el doctor Sebastián Gogorza, presidente de la Sociedad Argentina de Endocrinología Ginecológica y Reproductiva (SAEGRE).
«Es necesario que las mujeres sepan que postergar la búsqueda de un bebé no sólo tiene riesgos sino que además implica un costo económico pero sobre todo emocional muy importante porque a mayor cantidad de intentos, mayor es el sufrimiento y la frustración», declaró la señora Isabel de Rolando, fundadora y presidente de Concebir, asociación conformada por un grupo de pacientes con trastornos de la reproducción que hace años trabaja para la generación de un proyecto de ley que contemple las necesidades y limitaciones de quiénes padecen este tipo de problemas.
De Louise Brown hasta hoy: un largo camino
Desde ese momento tan controvertido en el cual el mundo tomó conocimiento y se deslumbró con la primera bebé nacida por métodos no naturales, las cosas han cambiado.
«En el año 1978 el abordaje de los trastornos de la fertilidad pasaba por ayudar a las mujeres que tenían obstrucciones en las trompas de Falopio, y para eso la indicación era utilizar la FIV. A partir de ahí se fue avanzando para lograr mejorar los resultados de éste técnica que en sus comienzos era muy ineficiente. Eso se logró mediante la conjunción de la implementación de medicamentos que sirven para la estimulación ovárica, el desarrollo de métodos de cultivo más apropiados, y la capacitación de los médicos y del profesional de los laboratorios», consignó el doctor Sergio Papier, director médico del Centro de Estudios en Ginecología y Reproducción (CEGyR).
Con respecto a lo que está más desarrollado hoy en día, el doctor Sergio Pasqualini, director de Halitus Instituto Médico, refirió: «El futuro está en las técnicas de vitrificación y criopreservación que le brindan opciones a las mujeres que padecen enfermedades o a las que desean postergar su maternidad. No obstante, ese deseo implica un riesgo que no debe desconocerse. Lo más importante es enfatizar que las técnicas y los avances pueden ayudar y contribuir pero de ninguna manera reemplazar a lo natural. También cabe destacar el avance en los medios de cultivo que permite desarrollar óvulos y embriones de mejor calidad preservando las condiciones en laboratorio. De hecho, hoy es posible conocer si aquellos que se van a transferir presentan algún problema o predisposición a sufrir enfermedades».
Finalmente, el doctor Jorge Blaquier, director de Fertilab destacó la importancia del cocultivo del endometrio antólogo, un procedimiento que consiste en cultivar los embriones sobre una capa de células endometriales de la paciente, proporcionando un ambiente más natural y fisiológico para el desarrollo de los mismos.