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Por: Agencia federal de Noticias | 21/11/16

La violencia sexual nunca genera una relación amorosa




Cuando una relación sexual se produce en circunstancias en las que las condiciones de seguridad y confianza no existen, tampoco existe la posibilidad de que el encuentro sea agradable y pleno para ambos

Un encuentro que podría ser placentero se convierte en un evento que genera estrés. Como sabemos, el estrés es una reacción psicofísica defensiva acompañada de hormonas que generan el efecto opuesto al que produce la respuesta sexual. Por eso los actos de violencia son biológicamente antagónicos a una sexualidad plena.

La violencia generadora de estrés que proviene de la falta de respeto y consideración, del descuido al compañero/a, de un lenguaje agresivo, de gestos despectivos ó groseros, de actos patológicos de control de una persona a otra, de la manipulación psicológica ó financiera o de los desencuentros ó conflictos no aclarados, es completamente opuesta al concepto de sexualidad placentera, que se alienta con el interés mutuo por el bienestar del otro.  Cualquier acción que realice una de las partes, contraria a la voluntad de la otra, con el fin de obtener lo que, en esas circunstancias solamente puede llamarse una descarga hormonal genital, puede considerarse abuso sexual.

Existen estudios recientes realizados en parejas estables, en los cuales se indagó a través de un cuestionario, en qué circunstancias estas personas habían experimentado mayor placer sexual en sus relaciones íntimas y la respuesta que dieron tanto mujeres como hombres fue cuando en los días u horas previos a la relación, sus parejas habían hecho o dicho cosas que los hicieron sentirse importantes, valiosos/as y queridos/as. La conclusión de estos estudios es que las emociones positivas devenidas del buen trato mutuo actúan como afrodisíacos para las parejas estables, que con frecuencia suelen caer en una rutina de descuido mutuo, que disminuye el deseo sexual.  A la luz de los procesos neurohormonales, también podemos encontrar investigaciones que relacionan la química sexual con los cambios que se producen en el cerebro en situaciones no eróticas.

Si analizamos la respuesta sexual humana podemos observar tres niveles, uno impulsivo y básico, referido a la mecánica del cuerpo, que responde a la función vascular, muscular y a los reflejos nerviosos y que es más evidente en la respuesta sexual del varón, aunque no exclusivo del mismo. El siguiente nivel, está relacionado más globalmente con aspectos del sistema nervioso, no solo con los reflejos sino con las áreas del Sistema Límbico que controlan las emociones y se observa con mayor frecuencia en las mujeres, aunque tampoco es prototípico de ellas. Por último, aunque no el menos importante, es el nivel que podríamos llamar espiritual o trascendente, que está relacionado con los significados más profundos que hombres y mujeres le asignan a su intimidad, en función de un proyecto de vida o de las creencias personales.

Podríamos decir que el primer nivel es el “cómo”, el segundo el “por qué” y el tercero, el “para qué” de la respuesta sexual humana.

Existen parejas que pueden disfrutar de una sexualidad placentera aunque no lleguen a alcanzar todos estos niveles mencionados en cada uno de los encuentros o que bien pueden darle a cada ocasión de encuentro, diferentes significados, dependiendo de las circunstancias. Sin embargo, los acuerdos verbalizados ó tácitos, son fundamentales para que tanto las mujeres como los varones puedan transitar las distintas fases de la respuesta sexual con placer, seguridad en sí mismos y confianza en el otro, lo cual obviamente favorece el buen desempeño de cada uno. Un encuentro sexual en un contexto de confianza mutua puede despertar el potencial amoroso de la mujer y del varón, que se vuelven más curiosos y creativos.  Aún los juegos eróticos con características “sado” tienen reglas consensuadas que ambos miembros de la pareja respetan como condición básica.

Existen una gran variedad de absurdas y maliciosas justificaciones machistas que circulan en el folklore popular, referidas a “lo que realmente quieren las mujeres” en una situación sexual y estos malvados argumentos a veces son expresados en medios públicos aún en nuestros días buscando provocar confusión. Por ese motivo es necesario entender que cuando no hay consenso en transitar conjuntamente un encuentro erótico, a ese acto no se le puede llamar una relación sexual, ni mucho menos una relación íntima ó amorosa.

Podemos llamarlo abuso de persona, violación, atropello, falta de respeto, insulto, vejámen pero nada más que eso.

Dra. Beatriz Literat, MN° 50294, Médica Sexóloga Clínica de Halitus Instituto Médico.

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