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Por: Revista Newsweek | 23/07/08

La primera hija de la ciencia


Extractos de la inolvidable nota de Newsweek, publicada hace 30 años, tras el nacimiento de Louise Brown: la "bebé de probeta".
Por Peter Gwynne

ACIÓ A LAS 23:47 CON UN SALUDABLE GRITO QUE se oyó alrededor del nuevo mundo feliz. Louise Brown, rubia, de ojos celestes y apenas por debajo de los tres kilos, fue el primer niño de la historia concebido fuera del vientre materno. Su nacimiento, la semana pasada, en un pequeño pueblo agrícola de Inglaterra, fue, a su modo, una revelación: fue tildado como milagro de la medicina por algunos, como error ético por otros, y como comienzo de una nueva era en la historia de la manipulación genética. Pero quizás lo más importante, como informó con orgullo el Dr. Patrick Steptoe, es que «se terminó una espera llena de ansiedad. Tuvimos un bebé lindo, normal y saludable».
Steptoe y su colaborador, el fisiólogo Robert Edwards, alcanzaron este logro sin precedentes modificando levemente la técnica que vienen desarrollando hace doce años, y el elementos crítico —al parecer— era el momento: el óvulo fertilizado, que fue reimplantado en el útero de la madre de Louise un poco antes que en los intentos anteriores, sobrevivió casi todo el ciclo natural de nueve meses antes de nacer por cesárea. Pero fue lo suficiente para renovar la esperanza de millones de mujeres sin hijos, y cientos de ellas acosaron inmediatamente al doctor Steptoe para que las ayude a concebir. (…)
Por el momento, Louise es la estrella de la película. Regordeta y de cabellos alborotados, arropada con una manta de algodón blanco en la cuna plástica junto a la camilla de su madre, es el centro de atención. El diario Daily Mail había adquirido hace tiempo los derechos sobre la historia y las fotos, por un monto que se dice rondó las 570.000 dólares, y ya publicó testimonios del padre, Gilbert John Brown, camionero de 38 años, y de su esposa Lesley, 31. (…)
No hay mucho más para decir acerca de
los Brown, cuya única cualidad extraordinaria parece ser su determinación de tener un hijo; los vecinos los describen como gente tranquila, de clase obrera y reservados. Pero su alegría por recibir a Louise es
innegable. «Es tan pequeña, hermosa y perfecta», declaró Lesley Brown ante el Mail. Y John Brown se regocijaba: «Fue como un sueño. No podía creerlo». Para algunos, en cambio, parecía una pesadilla salida de una película de ciencia ficción. Los teólogos de la iglesia católica romana, quienes consideran que hasta la inseminación artificial es una manipulación ilícita de la voluntad de Dios, manifestaron tener serias reservas. Las autoridades
judías y protestantes aceptaron en su gran mayoría el proceso, siempre y cuando el esperma utilizado fuera del esposo de la mujer que iría a tener el bebé.
Se manifestó mucho recelo sobre cuáles pueden ser los siguientes pasos: madres sustituías que podrían alquilar su útero, o bebés hechos a medida cuyos genes podrían ser alterados en un tubo de ensayo. «Temo que estamos pasando de atender las necesidades médicas del paciente a manipular la raza humana», declaró el Padre William Smith de la arquidiócesis católica de Nueva York. Sin embargo, pocos pusieron en duda que el nacimiento de Louise representa un gran avance en el campo de la investigación médica, y que promete grandes avances en la investigación de embriones, el conocimiento sobre los defectos congénitos y cómo prevenirlos, el tratamiento de la infertilidad y, paradójicamente, el desarrollo de nuevos anticonceptivos. Y, milagro o no, las probabilidades de que Louise naciera con éxito fueron pocas desde el inicio. Sus padres pudieron continuar con su búsqueda solo porque ganaron 1.500 dólares en apuestas de fútbol. La concepción, cuando el esperma de su padre ingresó al óvulo de su madre dentro de un frasco de 3 cm de ancho por 6 cm de alto, ocurrió en una clínica poco concurrida en Oldham, cerca de Manchester, en el norte de Inglaterra. Y el nacimiento, con todos sus toques de ciencia ficción, tuvo lugar en el hospital central de Oldham, situado en una serie de edificios Victorianos que en sus humildes orígenes funcionaron como hogares de pobres que bien podrían haber salido de una novela de Dickens. Cuando se casaron en 1969, John y Lesley Brown buscaron un hermanito o hermanita para Sharon, la hija que John tuvo en su anterior matrimonio. Pero Lesley no pudo
concebir aun después de someterse a una operación para abrir sus trompas de Falopio. La pareja intentó adoptar un niño, pero desistió después de dos años de estar en una lista de espera. Finalmente, una enfermera comprensiva los contactó con Steptoe y Edwards, una sociedad no del todo ortodoxa. Steptoe, de 65 años, es una personaje extravagante y un tanto misterioso: se niega a hablar de sus orígenes (supuestamente en Europa del Este) o sobre su infancia, pero sirvió en la Marina Real Británica durante la Segunda Guerra Mundial, fue prisionero en Italia y luego se hizo de una reputación intachable en ginecología como inventor de la técnica para observar ovarios en una mujer a través de una pequeña incisión abdominal y seleccionar y retirar un óvulo maduro. Edwards, de 52 años, granjero de medio tiempo y diletante político, es un experto en los delicados y complejos cambios que se requieren para favorecer el desarrollo de un embrión humano. Ambos hombres fueron fuente de controversia. Steptoe principalmente por su celebridad en la prensa popular, Edwards por la naturaleza de sus experimentos. Le han retirado financiamiento, y en una ocasión tuvo que suspender su investigación hasta que un panel de especialistas pudo explorar las implicancias éticas y sociales. Sus doce años de colaboración no han sido fáciles; Edwards estima que recorrió en su auto más de 800.000 kilómetros en ir de su casa en Cambridge a la clínica en Oldham, generalmente con un conejo de copiloto, que hacía las veces de receptáculo portátil para algún óvulo que estuvieran estudiando. Pero tuvieron éxito en retirar y fertilizar más de 80 óvulos humanos in vitro —literalmente, dentro de frascos de vidrio— y luego implantar los óvulos fecundados en el útero de las futuras madres. Ningún embrión sobrevivió más de unos meses dentro del útero. Pero para cuando Lesley Brown estuvo lista para concebir, los dos hombres decidieron darle otra vuelta de tuerca a su técnica. (…) Reimplantaron el óvulo fecundado de Brown en el estadio de ocho células (en lugar de 64), dos días y medio después de la concepción in vitro, reduciendo la complejidad de sostener su desarrollo fuera del
cuerpo. (…) El feto sobrevivió y se desarrolló con éxito. (…)
Steptoe esperaba que el bebé naciera esta semana, pero cuando Lesley manifestó complicaciones de hipertensión, planteando posibles complicaciones en el parto, decidió adelantar el parto por cesárea. Tras una operación sin complicaciones de diez minutos, dejó a la madre con una cicatriz horizontal «apta para bikini» y trajo al mundo a una Louise prematura, con apenas 2,7 kilogramos de peso. El aspecto de la beba se vio favorecido por la operación: como no deben lidiar con la salida por el canal del parto, los bebés que nacen por cesárea presentan por lo general un aspecto más bonito que los nacidos por parto natural. «Tiene una piel maravillosa, ni enrojecida ni arrugada», dijo orgulloso su padre al Daily Mail. Edwards, especie de padrino, acotó un punto de vista muy particular: «La última vez que vi a la beba era tan solo ocho células en una probeta. Era hermosa, y lo sigue siendo». (…)
El miedo a que los bebés de probeta sean propensos a distintos defectos puede actuar de disuasivo para los demás investigadores que deseen reproducir el procedimiento desarrollado por Steptoe y Edwards. Si bien Louise Brown ahora presenta un aspecto muy normal, no hay garantías de que en los años venideros no desarrolle pequeños problemas genéticos. Además, debido a que el trabajo de detección genética está en una etapa muy rudimentaria, será imposible relacionar los posibles defectos —o virtudes— que puedan surgir en Louise Brown con las circunstancias inusuales que rodearon su concepción. Quizás la principal preocupación a la que se enfrenta Louise sea su característica de «única». «La niña será observada por el resto de su vida, y nunca dejará de ser vista como algo fuera de lo normal», dice Daniel Calihan. «Le sacarán fotos durante toda su vida. No veo cómo eso pueda ser un beneficio para ella». Podría incluso afectar negativamente la relación familiar. «La exposición excesiva distorsiona las relaciones normales», aseguró el Dr. Nicholas Zill, de la Fundación para el Desarrollo Infantil de Nueva York. «Puede que los padres desarrollen sentimientos negativos para con la niña por atraer tanta atención constantemente». Louise podría evitar ser tan notoria si tuviera con quién compartir la atención recibida; como dijo Steptoe la semana pasada: «Lo mejor que podríamos hacer para evitarlo es que los bebés de este tipo sean algo común». En el Ínterin, su corta existencia parece ser lo suficientemente normal. En un par de semanas saldrá del hospital para pasar un tiempo a solas con sus padres. Comenzó a tomar la teta. Y ya subió un kilo.


30 AÑOS DESPUÉS
Puntapié inicial


De qué manera cambió la reproducción asistida desde que nació Louise Brown.
No es fácil nacer para Inaugurar una era. Mientras Louise Brown crecía, la gente le preguntaba: «¿Cómo podías caber en una probeta?» o cosas por el estilo. A los 30 años, Brown, casada y con un hijo de 19 meses, dice estremecerse cuando piensa que en el mundo hay millones de personas concebidas por fertilización asistida, y que ella fue la primera. «Pero quizás, si yo no hubiera nacido, ellos no estarían aquí», apunta sonriendo. «Es una sensación linda». El nacimiento de Brown marcó un antes y un después en la ciencia y la ginecología, señala Sergio Pasqualini, médico especialista en
fertilidad y director de Halitus. «Estoy seguro de que el futuro traerá nuevas conquistas científicas, pero pocas como aquella del 25 de julio de 1978», coincide Fernando Neuspiller, director médico de IVI Buenos Aires. A lo largo de tres décadas, las técnicas de reproducción asistida cambiaron radicalmente. «Las pacientes tenían 15 días de reposo absoluto y las chances de éxito eran de un 10%», gráfica Ramiro Quintana, director del Centro Argentino de Fertilidad y vicepresidente de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva. «Hoy el reposo es de 24 horas, y la probabilidad de embarazo llega al 40%». La primera fertilización asistida exitosa en la Argentina se hizo en 1986: la tucumana Eliana Cuello Elias tuvo mellizos. Desde entonces, se calcula que nacieron 20.000 argentinos con ayuda de la ciencia. A las técnicas convencionales, en los años ´90 se agregó el ICSI, que se aplica cuando hay problemas en la calidad del semen. También hubo grandes avances en el «diagnóstico genético preimplantatorio» (DGP) y en la criopreservación de embriones y óvulos, resume Pasqualini.
—Matías Loewy