La lucha contra el SIDA: Un sueño que hoy es posible - Halitus Instituto Médico - Líder en tratamientos de Fertilización asistida

Mundo Halitus

Inicio - Mundo Halitus - En Los Medios

Por: Revista Rumbos | 01/12/08

La lucha contra el SIDA: Un sueño que hoy es posible


Él tiene VIH y ella no. Hace cinco años se animaron a buscar un hijo por medio de un tratamiento de fertilidad casi desconocido. Hoy tienen mellizos, sanos, a los que decidieron proteger con silencio de la discriminación.

La de María y Jorge es una historia de amor y de esperanzas. Y también, la historia de un secreto muy bien guardado por culpa de la discriminación. Ellos se conocieron hace quince años en un conocido hospital público de una importante ciudad de la Argentina, donde hoy siguen trabajando, y ambos aclaran no bien empieza la entrevista: «Por ahí circulan tres mil personas que nos ven la cara todos los días». Pueden ser médicos o enfermeros o administrativos, pero no quieren decirlo, ni tampoco que una foto publique sus rostros. Para ellos, el silencio es una elección de vida.
Cansados de regalarse sonrisas en pasillos infinitos, un día ella –recién divorciada, con una hija de 3 años-lo invitó a salir, y él aceptó. Eso fue hace diez años. Se gustaron y se eligieron. Con algunas idas y vueltas se fueron a vivir juntos y se casaron dos años después, con el proyecto de tener hijos.
Hasta ahí la historia oficial. y la parte que sus familiares y amigos conocen. Pero María y Jorge eligen contar a Rumbos el otro lado de su historia, ese que todos los días se reservan para ellos «porque la sociedad argentina es muy difícil y no parece que vaya a cambiar». Y porque la discriminación existe, como las brujas, aunque no la veamos. «Podemos ayudar a muchas parejas que están igual que nosotros», aseguran, y por eso se animan a lo no dicho: contar que Jorge tiene VIH y María no, y que hace cinco años ambos decidieron buscar un hijo, a pesar del miedo a que ella y el bebé contrajeran el virus.
LA BÚSQUEDA
El último informe de Onusida, presentado a fines de julio, señala que la Argentina es el cuarto país Latinoamericano en cantidad de personas conviviendo con el virus -unas 120 mil-, detrás de Brasil, México y Colombia. También indica que, en los últimos años, las relaciones sexuales sin protección han pasado a ser aquí la principal vía de transmisión del VIH -3 de cada 4 casos-, mientras que en el 90 por ciento de las veces ocurre en el marco de vínculos heterosexuales.
Cuando el virus comenzaba a ser conocido, a las parejas seropositivas se les aconsejaba no tener hijos porque el riesgo para el bebé era muy alto. Adoptar tampoco era tarea sencilla: se sabe, la desinformación y la discriminación son algo cotidiano para quienes tienen VIH. María y Jorge estaban al tanto de todo esto. Pero la paternidad y la maternidad son derechos inalienables. Y ellos deseaban mucho agrandar la familia, pero sin poner en riesgo la vida de nadie. «jorge bloqueaba temas que lo hacían sufrir, como este. Por eso nosotros hablábamos poco de ser padres, aunque teníamos ganas… Habíamos empezado a pensar en la adopción. Él suplía un poco la experiencia de la paternidad con mi nena, que era muy chiquita. Siempre se llevaron muy bien, son muy compañeros», confiesa ella. ¿Tener VIH y querer ser padre eran cuestiones incompatibles? ¿Iban a poder adoptar? ¿Tenían que contarles a todos que]orge era portador? ¿Los iban a discriminar?
La esperanza llegó una mañana en el hospital donde trabajan, cuando Maria hojeaba una revista científica en la que se hablaba de las distintas intervenciones disponibles en la actualidad para que las parejas con VIH accedan a la paternidad y a la maternidad, con la ayuda de la fertilización asistida. Según ese informe, numerosos estudios internacionales sostenían que el riesgo de transmisión al bebé con estas prácticas era menor del 2 por ciento. ¿De qué se trataba? ¿Había llegado el momento de intentarlo?
«Ya hace unos años, la mejora en el tratamiento de parejas con VIH hizo que esta enfermedad, que antes era mortal, pasara a ser crónica. Además, esto coincide con que el VIH y el sida ocurren en hombres y mujeres en edad reproductiva, por eso el tema de los hijos está siempre presente», explica el doctor Sergio Papier, director médico del Centro de Estudios en Ginecología y Reproducción (Cegyr), una de las tres instituciones de fertilidad que se abocaron en la Argentina al tratamiento de parejas seropositivas.
«Al principio, cuando surgió la inquietud entre médicos y pacientes en todo el mundo, hace más de diez años, se propuso hacer lo que se llama un coito fecundante, una relación sexual única sin protección para fecundar a la mujer. Pero la práctica no anduvo bien porque algunas de ellas se infectaron -reconoce Papier- . Entonces, un médico italiano, Augusto Semprini, propuso otro tratamiento de inseminación intrauterina con el semen de hombres infectados. El semen pasa por una suerte de lavado especial y por estudios para ver si queda en él presencia del virus.»
HIJOS SIN EL VIRUS
A esta técnica se la denomina precisamente «lavado de semen», y en la Argentina se practica desde hace unos
ocho años, aunque es casi desconocida. Consiste en aislar los espermatozoides más aptos para fecundar el óvulo del plasma seminal y los leucocitos, donde se concentra, sobre todo, el virus. Esos espermatozoides «limpios» son luego implantados en el útero de la mujer por medio de diferentes técnicas de fertilización asistida.
Según el especialista en fertilidad Sergio Pasqualini, fundador de Halitus Instituto Médico, «en el 80 por ciento de los casos de parejas que llegan a la consulta, el infectado es el hombre». Sin embargo, aclara, el procedimiento puede aplicarse también en parejas donde la mujer es la seropositiva -y su pareja no- y en aquellas en que los dos viven con el V1H. «Si la infectada es la mujer; se hace una inseminación intravaginal: se deposita el semen obtenido por masturbación en el fondo de la vagina con una jeringa en el periodo ovulatorio -precisa Pasqualini- o Si los dos son seropositivos, se hace inseminación intrauterina (el semen debe ser procesado con determinación de carga viral para evitar el contagio de diferentes cepas virales), o lCS!: la muestra de semen lleva la misma preparación que para la inseminación intrauterina.»
Aunque no hay cifras oficiales, se estima que en el mundo existen unos 1.500 niños nacidos por este procedimiento, y en nuestro país unos 50. Hasta ahora no se han registrado casos de transmisión del virus a madres ni a bebés.
Fue en Halitus donde finalmente emprendieron la aventura Jorge y María, bajo el programa FERTHIV (Fertilización de Parejas con HIV), articulado junto con el Centro de Infectología y Asistencia en Sida, luego de indagar sobre la técnica en internet y consultar a varios especialistas. «¡Nos dimos cuenta de que era posible! -exclama María-. En el instituto nos dijeron que teníamos un 25 por ciento de probabilidad de quedar embarazados en cada inseminación artificial. Eso nos pesaba porque no teníamos casi nada de dinero, y cada inseminación se paga aparte. Pero por suerte los mellizos no se hicieron esperar.» La mujer aclara que en su familia hay antecedentes de embarazos múltiples y que no fue algo derivado del tratamiento. Jorge se emociona: «Nos enteramos de la noticia por un test de farmacia que todavía guardo y que tuve que rescatar de la basura porque ella lo había tirado».
Pero los dos reconocen que la incertidumbre los acompañó durante el embarazo. «Sometemos a la práctica fue lo más sencillo. Lo difícil vino por el lado afectivo. Para mí el gran tema era que ni ella ni los bebés se contagiaran», admite él. El doctor Pasqualini les había explicado que, una vez logrado el embarazo en una mujer seronegativa, no es necesario que ella realice ningún tratamiento «extra», excepto el estudio de sangre llamado ELISA, para detectar la presencia del VIH en sangre al mes, a los tres meses de la inseminación y cada tres meses hasta un año después del parto. Pero la experiencia del miedo corría por otro carril, intangible, imborrable, paralelo al de los datos científicos. «Hay informes