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La gesta del embrión


PERSONAJES

Sergio Pasqualini

Melisa y Lucas Efron fueron los primeros bebés nacidos gracias a una nueva técnica de fertilización asistida desarrollada por un equipo científico argentino. El acontecimiento ocurrido hace unas semanas se debe en gran parte a la fe de los padres y, en una enorme medida, al doctor Sergio Pasqualini, un médico a quien alguna vez un profesor lo bochó para advertirle sobre los riesgos de una pasión absorbente por la profesión.

La gesta del embrión

‘Nos interesa que las mujeres que tienen dificultades

para quedar embarazadas no vivan cada menstruación como un entierro.’

“Durante un examen, el médico que me tomaba me preguntó cuál era la última película que había visto y cuál el último libro que había leído. Yo hacía rato que no iba al cine y no leía otra cosa que no fuera medicina. Y entonces me bochó.”

El doctor Sergio Pasqualini, uno de los más destacados especialistas en fertilidad asistida del país, sonríe. El episodio que recuerda (cuando un profesor bien intencionado quiso alertar a su estudiante más fanático sobre los peligros de su devoción) tiene, en su consultorio y casi veinte años después, el sabor del triunfo. Con más de tres mil partos en su haber, 600 parejas embarazadas gracias a sus esfuerzos y 26 mil fichas de pacientes en la computadora, Pasqualini está orgulloso de su empeño, siente una pasión desmedida por su trabajo y consagra su vida a las únicas dos cosas que disfruta: su profesión y su familia.

En 1986, Pasqualini fundó un centro de ginecología y fertilización asistida por el que desfilan mujeres desde las siete de la mañana hasta las doce de la noche. El laboratorio que alberga incubadoras y el micromanipulador japonés con el que se realizan procedimientos quirúrgicos a escala microscópica es una de las claves de su éxito.

Otra es su equipo, una especie de escuadrón de avanzada que luce medallas por la conquista de varios logros históricos: en 1990 consiguió el primer embarazo con parto en el país en un caso de azoospermia obstructiva (el semen del hombre no tenía espermatozoides); dos años después, el primer embarazo con embriones congelados y descongelados (la semana pasada confirmaron el noveno); el primer embarazo con parto utilizando la técnica de microfertilización asistida (SUZI); y, el año pasado, el primer embarazo con una de sus variantes, el ICSI, que consiste en la inyección de un solo espermatozoide elegido en el óvulo (ya van por los 20 embarazos). La señora Efron es, hoy, madre de mellizos. Ahora acaban de desarrollar una técnica denominada assisted hatching, que favorece la implantación del embrión, y de lograr el primer embarazo con fecundación in vitro en un ciclo natural.

La última clave que explica el éxito de Sergio Pasqualini, un médico tímido y de voz suave y titubeante, es su propia historia.

Grupo de familia

Hijo de un reconocido endocrinólogo y de una investigadora canadiense (la única mujer miembro de la Academia Nacional de Medicina), Pasqualini creció en una casa de Belgrano R, donde las comidas se convertían en verdaderos ateneos durante los que se discutían casos clínicos con el fervor con que en otras se comentan los goles de Boca o se pelea por el control del televisor.

Para colmo de males, sus dos hermanas mayores, gemelas, eligieron la pediatría. “Para los que lo miraban desde afuera debe haber sido algo terrible”, admite Pasqualini. Pero habla de sus padres con una admiración que no le interesa ocultar: “Papá es uno de esos médicos que hoy ya no se encuentran, que a la mañana atendían gratis en el hospital y a la tarde tenían su consultorio, y que sabían de todo, cultura y cosas que no hacen solo a la medicina —comenta—. Conoció a mi madre cuando fue becado a Montreal. Después ella consiguió una beca para venir al país, se nacionalizó argentina y se dedicó a estudiar el cáncer de mama”.

Los dos hijos menores del matrimonio, dice Sergio Pasqualini, “zafaron”: uno es físico y el otro ingeniero. (…)

A Sergio Pasqualini le interesa, especialmente, que las mujeres que tienen dificultades para tener hijos “no vivan cada menstruación como si fuera un entierro”. Hace poco, cuenta, sus asistentes hicieron un rastreo llamando a las pacientes que habían abandonado los tratamientos. “Y nos sorprendió la cantidad de parejas que se separaron —comenta—. Nadie se imagina que mañana puede tener problemas para formar una familia, nadie está preparado para eso. A veces el médico, para preservar la integridad de la pareja, hace mejor si deja de hacer por un tiempo que si sigue adelante”.

La gesta del embrión.

Con el sexo opuesto, fuera del consultorio, tampoco le va mal. Convencido de que el matrimonio es una lotería y casado desde los 25 años con una mujer que acepta su profesión con la resignación de una santa, Pasqualini no escatima elogios. Cita la frase de rigor (“Detrás de todo gran hombre, o de todo hombre exitoso o importante, hay una gran mujer”), le adjudica los méritos de haber criado tres hijos “que han salido estudiosos, macanudos”, y hasta comparte su trabajo cotidiano con su esposa.

El nacimiento de Ignacio, el cuarto hijo de los Pasqualini, vino a alterar los movimientos de la familia. “Ahora los más grandes, en vez de alejarse, se nuclean alrededor de él. Y uno mismo, cuando quiere caminar un poco encorvado, se tiene que enderezar.”

Al bebé lo ve apenas los sábados, “pero a la noche voy, prendo la luz, lo miro y lo toco, y eso me deja bien”.

El mayor, Rodolfo, está estudiando Medicina. A Pasqualini le gustaría que continuara su trabajo en el centro médico, pero no lo quiere presionar. Con las chicas es distinto “porque la mujer no tiene que ganar plata y puede darse el lujo de trabajar gratis o por muy poco. Como la familia depende del hombre, ella se puede dedicar a la investigación, por ejemplo. Una mujer tiene muchas posibilidades como médica”.

Las técnicas de fertilización asistida son noticia cuando se logra lo que para muchos es un éxito a medias: embarazos múltiples. De trillizos para arriba, los médicos no suelen sentirse dichosos con los resultados de los tratamientos. “Pero lo que hoy es un tema de inquietud va a ser historia en poco tiempo —explica Pasqualini—, porque lo que se hace últimamente es estimular mucho menos los ovarios para obtener menos óvulos y por lo tanto implantar menos embriones”.

Las nuevas técnicas, por otra parte, terminaron con un viejo diagnóstico, la infertilidad sin causa aparente, y van camino a superar los problemas que todavía no tienen solución. (…)

Pasqualini, que se duerme en las reuniones sociales y tiene ganas de jugar al golf pero que no se decide “porque lleva mucho tiempo”, seguiría hablando con gusto si no fuera porque es la hora en que le hace mimos a su benjamín dormido.

Silvina Climis