La donación de óvulos - Halitus Instituto Médico - Líder en tratamientos de Fertilización asistida

Mundo Halitus

Inicio - Mundo Halitus - En Los Medios

Por: Diario Clarín | 18/07/06

La donación de óvulos


Cada día crece más en el país. La renuncia a la herencia genética y el derecho de los chicos a conocer su origen. Opinan una receptora y una donante.

Carola Sainz
Csainz@clarin.com

En menos de cincuenta días dos mujeres pasaron a la historia gracias a la ovodonación. Mientras el lunes 22 de mayo la estadounidense Lauren Cohen, de 59 años, se convirtió en la mujer de mayor edad en dar a luz mellizos, el miércoles 5 de julio la inglesa Patricia Rashbrook batió el récord en Gran Bretaña al tener un bebé a los 62. La marca mundial, sin embargo, s de la rumana Adriana Iliescu, quien, en enero, fue mamá a los 67. Las tres fueron madres en la menopausia, algo llamativo. Pero ése no e el objetivo central de la práctica que hizo posible el embarazo y hoy crece en el país.
Según estadísticas de los principales centros de fertilidad nacionales, la donación de óvulos se emplea entre el 12 y 40 por ciento de los procedimientos de fertilización asistida. “Y cada vez aumenta más – confirma el doctor Claudio Chillik, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva (SAMER)-. A nivel nacional, las últimas cifras del 2004 indican que unas 3.500 parejas realizan tratamientos de fertilización in Vitro por año. De esas parejas, entre un 25 a 30 por ciento recurre a la ovodonación. Pero nuestro centro (el CEGYR), el 40 por ciento de las fecundaciones in Vitro se realizan hoy con óvulos donados”.
Entre los motivos de ese incremento, el especialista rescata el aumento de la edad de las mujeres que consultan. “Son mujeres de 40 a 50 años que postergaron la maternidad, carecen de óvulos o poseen óvulos de baja calidad –explica-. Y ésta es una técnica efectiva. Tiene un 50% de probabilidades de éxito.”
¿En qué situaciones se utiliza? “En casos de falla ovárica precoz en falla ovárica en época normal, luego de los 45 años, cuando los ovarios han sido extirpados o cuando, luego de reiterados procedimientos de fecundación in Vitro, no se logra obtener un óvulo viable y por ende, el embarazo”, responde el doctor Sergio Pasqualini, director médico de Halitus, donde el 12 por ciento de los tratamientos realizados en 2005fueron por ovodonación.

La edad de la donante varía en cada centro (menores de 28 años en el CEGYR y de 32, en Halitus), pero en todos los casos las mujeres deben ser estimuladas hormonalmente, como cualquier paciente que se va a realizar una fecundación in Vitro. Además, deben efectuar estudios físicos infectológicos, psicológicos y genéticos para descartar enfermedades. A cambio reciben una compensación económica. “No se les paga para evitar que sea interpretado como una compraventa de óvulos, pero sí se compensan gastos de viáticos o por lucro cesante”, aclara el doctor Chillik. A diferencia de los espermatozoides, los óvulos no son sencillos de obtener. Las donantes reciben inyecciones durante diez días alrededor del ombligo y necesitan ser evaluadas con ecografías y análisis de sangre unas ocho, diez veces por tratamiento.
“La estimulación hace que su ovario produzca un número mayor de óvulos (de 15 a 20, aproximadamente), que luego se aspiran y se extraen con la ayuda de una ecografía transvaginal y anestesia local”, dice el médico. Luego, esos óvulos se fertilizan con espermatozoides de la pareja. La transferencia se realiza al segundo o tercer día, después de haber tratado a la receptora con estrógenos y progesterona por vía oral para preparar al útero y lograr que se implante el embrión.
La recompensa a esa donación es, según los especialistas, menor a lo que se paga en otras partes del mundo: entre 600 y 1000 euros en España, por ejemplo, donde más de 600.000 parejas tiene problemas de infertilidad y cada año se diagnostican 16.000 nuevas parejas con dificultades para tener hijos, según el diario El País. “en los Estados Unidos los óvulos se venden y las chicas se ofrecen como donantes en Internet. Siempre son campeonas de alto y pueden llegar a ganar 7000 dólares o más. No está reglamentado”, menciona Estela Chardon, coordinadora del taller de donación de gametas de Concebir, un espacio de reflexión para parejas con trastornos en la reproducción.
En la Argentina, a diferencia de España, tampoco hay ley, por lo que los centros se rigen por sus propios parámetros. “La legislación no es imprescindible, pero sería bueno tenerla –reflexiona Pasqualini-. El peligro es que se impongan los que se oponen y fuera, por lo tanto, prohibida. Esto fomentaría el turismo reproductivo. Los que pueden, viajarían a realizarlo a otro país”.

Cadena de favores

Aunque el primer bebé de la historia de la donación de óvulos nación en Australia, en 1986, aquí su implementación es más reciente. “Cuando empezamos, hace diez años, las primeras donantes eran las propias pacientes, que tenían más óvulos de los que necesitaban y estaban dispuestas a donar. Por entonces, era muy baja la cantidad de donantes y teníamos una lista de espera enorme. De a poco, las que necesitaban óvulos traían familiares, amigas y conocidas. Así se armó una cadena que ahora se autoabastece. Antes, la lista de espera era de dos años. Hoy la demora es dos meses”, comenta Chillik del CEGYR. Su programa de ovodonación (“uno de los más grandes de la Argentina”, aclara su coordinador médico, el doctor Demian Glujovsky) el años pasado asistió a más de 200 receptoras. ¿Con cuántas donantes? “Menos, pro supuesto, ya que una donante abastece a varias receptoras. El 65 por ciento, según una encuesta que efectuamos, asegura que hubiera donado aunque no hubiera percibido un reembolso. Y el 95 por ciento dijo estar conforme con los resultados. Acá el altruismo es lo más importante, es lo que prevalece”, dice Glujovsky. ¿Si tienen curiosidad por conocer el destino de su donación? “Algunas sí y otras no. Más curiosidad tienen las receptoras. Pero todas aceptan las reglas de juego. La donación es altruista y anónima. De todas formas, la mayoría de las donantes dice que le gustaría ser contactadas en el futuro si hiciera falta alguna información útil para la salud del bebé, no para conocerlo”.

Las protagonistas

A Valeria, por ejemplo, no le intriga el destino de cada uno de sus óvulos. Tiene 24 años, tres hijos por cesárea (la mayor de 7) y un empleo como administrativa en una unidad sanitaria de la Provincia de Buenos Aires. “Es la segunda vez que dono porque lo veo como una posibilidad de ayudar a otra persona a ser feliz –dice-. Siempre pienso en esos futuros padres y no el chico”, confiesa. Prefiere no contestar cuánto le pagan y aclara que lo hace porque quiere. “No sé qué hará el resto, pero yo pienso en el otro. Yo ya tuve tres hijas me quedé con ganas de un varón, pero después de tres cesáreas es riesgoso. Por eso quiero ayudar. No lo hago por el dinero. Lo que pagan alcanza como remuneración por la molestia de venir. El tratamiento no es complejo, pero hay que estar preparado.”
En la vereda de enfrente se encuentran las receptoras, que no deben superar los 50 años. “Para la donación de óvulos no hay un límite médico sino natural, que es el que impone el comienzo de la menopausia”, dice Chillik. Tampoco se aceptan donaciones sin la evaluación psicológica de la pareja. La pareja firma un consentimiento aceptando la técnica y no se puede dar identidad de los donantes y los receptores. “Ya no se trabaja más con pacientes a las que les sobran óvulos –completa Glujovsky-. En general, la mujer que hace un tratamiento decide donar al final, cuando le sobran. Esto no nos permite hacer todos los estudios necesarios para descartar HIV, hepatitis B o C o sífilis, y evaluarlas desde el punto de vista genético y psicológico. Por eso se trabaja con donantes que vienen especialmente” ¿Si la donación resiente la fertilidad futura de la donante? “No. Estimular la ovulación no afecta la fertilidad. Además, si se advierten complicaciones, se cancela el tratamiento.” En lo que hace a la bioseguridad, los principales centros siguen las guías de práctica de la American Society of Reproductive Medicine (ASRM), a falta de una reglamentación local. El año pasado la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva presentó un proyecto de ley para reglamentar la técnica. “Ahí también decidimos que se debe respetar la identidad de ese niño, preservar su derecho a conocer su origen genético. Por eso, nosotros aconsejamos decir la verdad. Cualquier secreto tiene consecuencias negativas. Hay que explicarles que esa mamá necesitó de la ayuda de otra mujer para que pueda nacer.’