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Por: Revista Pronto | 25/03/09

La conmovedora lucha de Martín Liberman y su mujer para ser padres


Por dificultades genéticas, el periodista deportivo y su esposa debieron someterse a la ciencia para poder concebir. A él le practicaron una biopsia testicular. A ella, una serie de tratamientos que le hizo un médico recomendado por Marcela Tinayre. Luego de un largo calvario, llegó el embarazo. "Cuando me enteré, no podía parar de llorar", cuenta Martín.

Fue una lucha que les demandó años. Una pelea por dar vida en la que Martín Liberman (34) y su esposa, Marcela Greco (37), pusieron todo el tesón del que son capaces. Casados desde 2003, el periodista deportivo y su mujer decidieron hace un tiempo formar una familia, pero descubrieron que ambos tenían problemas genéticos y no podían concebir. El deseo de tener hijos era para ellos inmenso, y Martín y Marcela se pusieron en manos de la ciencia. Ahí comenzó un duro calvario en el que pasaron por decepciones y amarguras. Pero finalmente, después de dos años de tratamientos y con una operación en el medio, el milagro llegó. Para los primeros días de junio, el Colorado y su esposa esperan a su primer hijo.
-Martín, ¿cuándo comenzó la búsqueda?
-Hace dos años. Primero se descubrió mi problema; por entonces varios facultativos que consulté me dijeron que no tenía solución. Me revisaron médicos de renombre, especialistas muy importantes que me aseguraron: «Flaco, no tenés ninguna chance». Yo me tenía que operar y ellos me decían que era inútil.
-¿Qué era lo que te pasaba?
-Yo tenía algo que se llamaba azoospermia, esto significa que no tenía espermatozoides. Además, me había hecho exámenes de sangre complementarios que indicaban que, aunque me operaran, no iba a tener posibilidades de procrear. Lo que a mí me dolía era el trato de algunos médicos, que parece que no les importara la vida. Hubo uno que me dijo: «No pierdas el tiempo, adopta y listo». Simplificaba todo sin entender el anhelo que uno tiene de ser padre. Y ojo, que nosotros estamos totalmente a favor de la adopción, pero sentíamos que necesitábamos el día a día de la gestación en la panza de Marcela. -¿Qué ocurrió con tu obra social?
-Lo que le ocurre a todo el mundo. Las obras sociales son una vergüenza y no terminan de entender que la fertilidad es un problema de salud. Porque si esto que yo me hice, mi operación, era para detectar una enfermedad, me lo cubría, pero si era para intentar tener un hijo, no. Me tenía que hacer una biopsia de ambos testículos y para que me la cubrieran tuve que describir que era una cuestión de salud.
-Finalmente te operaste y todo salió bien.
-Sí, encontré un médico excelente, Santiago Brugo Olmedo, quien me aclaró que si bien era muy complicado que yo pudiera engendrar, tenía un 10 por ciento de chances. Yo le contesté que con ese 10 por ciento me alcanzaba y le di para adelante. Me operaron y salí bien. Lo que finalmente tenía era una obstrucción genética que hacía que no pudiera concebir de manera natural. La descripción que me dio el médico fue: «La fábrica estaba llena, lo que pasa es que no llegaban al mostrador». A partir de ese día quedaron todas mis muestras congeladas para hacer la fecundación. Porque, a pesar de la operación, no se puede concebir de manera natural aunque sí obtener espermatozoides.
-Finalmente, Marcela pudo quedar embarazada.
-No, en realidad ahí se inició la otra parte de nuestra lucha. Cuando creíamos que ya estaba todo listo, comenzaron los estudios rutinarios de Marcela. Prácticamente estábamos festejando y ahí nos dan otra noticia que fue un balde de agua fría. Los estudios dieron como diagnóstico que mi mujer es baja respondedora, o sea que si en mujeres de su edad lo normal son entre siete y quince óvulos en cada ciclo, ella tenía entre uno y tres, y de muy mala calidad. Otra vez nos pegó un bajón terrible, porque el ginecólogo de Marcela siempre nos había dicho que estaba perfecta.
-¿La edad de tu mujer pudo tener que ver con el problema?
-No se sabe. Quizás un año antes de iniciar el tratamiento ella no tenía el problema, pero no se podía saber. Hay bajas respondedoras de 25 años, así que la edad a veces no es el impedimento.
-¿Qué hicieron entonces?
-Marcela empezó un tratamiento de estimulación y le puso el cuerpo a varias inyecciones diarias para ver si los óvulos
podían ser cinco o seis y si podían ser de mejor calidad. Ese primer tratamiento no funcionó y la verdad es que otra vez nos bajoneamos bastante. Fue entonces que buscamos otro ginecólogo y dimos con un genio, el doctor Sergio Pasqualini, que maneja el centro Halitus. Fue Marcela Tinayre quien me lo recomendó, porque yo me la crucé un día y le conté nuestro problema.
-¿Este médico les hizo un tratamiento que por fin funcionó?
-No fue tan fácil. Pasqualini nos dio una esperanza. Nos dijo: «Saben cuántas bajas respondedoras logré que quedaran embarazadas», y nosotros nos aferramos con todo a esas palabras. Marcela tuvo una valentía enorme porque hizo siete tratamientos con inyecciones, pastillas, análisis. En el medio de esos tratamientos, descubren además que ella es trombofílica, que es un problema en la sangre, y con ese problema no se puede agarrar el embrión. Seis no funcionaron hasta que, finalmente, en el séptimo intento lo logramos.
-¿Nunca dijeron basta cuando los tratamientos no funcionaban?
-Sí, porque quedás hecho bolsa. Muchas parejas se terminan separando por estas cosas, pero la nuestra nunca dependió de tener un hijo, si no lo hubiéramos concebido seguramente nos habríamos seguido amando nosotros dos solos. Además, para las parejas está la cuestión económica. Estos tratamientos son carísimos, cuestan unos 20 mil pesos cada uno y hay mucha gente que no puede pagarlos. Yo le dije a Pasqualini que, si era necesario, iba a vender mi casa para poder tener a mi hijo. Y él, que es un genio al que sólo le importa traer bebés al mundo, me contestó que me quedara tranquilo, que yo le iba a pagar cuando pudiera.
-¿Cómo fue el día que te informaron que Marcela estaba embarazada?
-Tremendo. Ella estaba con mucha bronca porque los tratamientos no funcionaban y quería dejar de intentarlo, yo le pedí uno más y que si no intentáramos con un óvulo donado. Me dijo: «Bueno, el último». Y durante ese tratamiento hizo todo lo contrario a lo que le indicaron, no guardó reposo, hizo fuerza levantando cosas porque nos estábamos mudando de casa, pero no hay caso, cuando los milagros tienen que suceder, llegan. El 29 de septiembre del año pasado yo estaba reponiendo mi celular, porque me lo habían robado, y lo llamé de rutina al doctor Pasqualini para comentarle los valores en sangre que tenía el último estudio de Marcela. Mi mujer y yo creíamos que con esos valores no pasaba nada, pero el médico me anunció: «Martín, está embarazadísima». Se me nubló todo y me puse a llorar adelante de la chica que me estaba atendiendo. «Voy a ser papá», le dije, y me tuve que ir porque no podía parar de llorar.
-¿Y a partir de entonces?
-Es la felicidad. Cambió para siempre nuestra cabeza. Es maravilloso cómo se modifican las prioridades, entrar a cualquier negocio y pensar primero en esa otra persona, en comprarle algo a él. Cambié mi horario de trabajo, dejé después de muchos años el noticiero de la noche en Fox Sports y me pasé a la tarde porque quiero estar con Marcela y disfrutar del bebé cuando llegue. Soy de acostarme muy tarde, así que me va a tocar a mí atenderlo cuando llore de noche.
-¿Ya eligieron el nombre?
-Todavía no. Nos gustan tres: Román (aclaro que no es por Riquelme), Blas y Valentín.
-¿Y ya pensás qué te gustaría que fuera?
-Voy a parecer una vieja con lo que voy a decir, pero ahora que espero un hijo sé que es una frase absolutamente verdadera: «Lo único que me importa es que sea sanito»


Mariano Caruso
Fotos: Patricio Haimovici