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Por: Baby aventuras | 31/07/09

La alimentación durante el embarazo: pautas y necesidades


Una mujer que comienza su embarazo con un peso adecuado debería engordar entre 12 y 16 kilos, que corresponden tanto al peso del bebé como de los tejidos que se desarrollan para su concepción. Sin embargo, todo depende del peso inicial de la mujer, previo al momento del embarazo. Qué hay que saber.

Algunas mujeres aumentan algunos kilos más que se relacionan a las reservas grasas para la lactancia, y que controlados, no están demás. Pero la cuenta no es tan fácil, depende en primera instancia del estado nutricional de la mujer previo a la concepción, ya que si se encontraban por debajo de un peso saludable deberán aumentar algunos kilos más, o si se encontraban con sobrepeso serán menos los kilos a engordar, pues no se contemplarán aquellos correspondientes a las reservas para la lactancia.
“Los planes de alimentación para bajar de peso no están recomendados durante el embarazo, el especialista en Nutrición junto con el obstetra es quien determina si es necesario restringir las calorías aportadas por la dieta, para cuidar el excesivo aumento de peso, pero no es momento de afinar la cintura sino de cuidar el aporte de todo lo que el bebé y la mamá necesitan en esta etapa, y evitar aumentos bruscos durante el embarazo. Tradicionalmente la mayor preocupación ha estado dirigida a evitar los eventos asociados al déficit nutricional, pero cada vez hay más conciencia de la necesidad de reducir los eventos asociados al exceso”, explica la Lic. Lucía Molina, del departamento de Nutrición de Halitus Instituto Médico.

Las consecuencias del aumento de peso no pasan solo por lo estético, muchas veces esto prevalece sobre muchos otros problemas asociados, como mayor riesgo de tener bebés prematuros, obesos u otros problemas; o mayores probabilidades de que la mamá sufra diabetes gestacional, alta presión sanguínea durante el embarazo, o deba ser sometida a un parto instrumentado (como cesárea o fórceps), e incluso mayor probabilidad de mortalidad perinatal, incluyendo también la retención de peso post parto por parte de la madre.
Según la licenciada, “el estado de déficit nutricional y el incremento deficitario de peso durante la gestación trae aparejado también consecuencias en la díada madre-hijo, como retardo de crecimiento intrauterino y bajo peso al nacer, o mortalidad perinatal. Muchos trabajos indican que el estado nutricional previo al embarazo es más importante aún que el incremento de peso durante el mismo, por eso, es cada vez más importante la evaluación exhaustiva del estado nutricional previo al embarazo, sobre todo para prevenir episodios de infertilidad”.

EL MITO DE TENER QUE COMER MÁS

La Licenciada Molina sostiene: “No hay necesidad de hacer un esfuerzo especial por comer más durante el embarazo. Durante el primer trimestre la ingesta energética debe permanecer relativamente igual en una mujer con estado nutricional normal. En los otros trimestres el incremento de energía es menor de un 10% y “comer por dos” determina un aumento innecesario de peso. El cambio en la dieta debe por lo tanto ser más cualitativo, que cuantitativo, poniendo énfasis en nutrientes como el calcio, el hierro, etc. Durante el tercer trimestre se produce un importante traspaso de calcio materno al feto, que si no es obtenido de la dieta es movilizado desde el tejido óseo materno, lo que puede tener un efecto negativo en etapas posteriores de la vida de la mujer afectando la salud ósea y dental”.

CALCIO Y HIERRO: MICRONUTRIENTES FUNDAMENTALES

Existen también algunas evidencias que el déficit de calcio determina mayor riesgo de hipertensión y parto prematuro. Las necesidades de calcio durante el embarazo se estiman en 1000 mg por día, lo cual se obtiene de tres porciones diarias de lácteos. Las opciones que ofrece el mercado cada vez son más amplias y se adaptan a los gustos y hábitos de cada mamá, es importante que un especialista en nutrición la ayude a elegir opciones que se adapten a sus necesidades, sobre todo cuando aparecen las nauseas comunes en los primeros meses del embarazo, que generalmente disminuyen el consumo de lácteos por la mañana.
“Las necesidades de hierro se duplican durante el embarazo, por ello es necesario prestar especial atención en los alimentos que nos aportan este micronutriente. Las principales fuentes de hierro son las carnes, legumbres, semillas, algunos vegetales y cereales fortificados. Es importante evitar tomar té, café y gaseosas durante o inmediatamente después de las comidas porque estas bebidas e infusiones dificultan la absorción del hierro de los alimentos vegetales”, sostiene la licenciada.
Y continúa: “Las adolescentes, por ejemplo, constituyen un grupo de riesgo y requieren generalmente una intervención nutricional en etapas precoces del embarazo. El embarazo en adolescentes se asocia con bajo peso al nacer ya que ellas retienen parte de los nutrientes para sus propias necesidades a expensas del bebé. La ingesta de hierro, zinc, calcio, y demás micronutrientes, suele ser menor a las recomendadas. Se deben hacer adaptaciones en la dieta de las adolescentes privilegiando alimentos con alta densidad de nutrientes que reemplacen alimentos de consumo juvenil como los snacks. Otro especial análisis merecen las embarazadas con bajo peso inicial, o aquellas que se encuentran anémicas, o quienes por elecciones culturales o religiosas realizan dietas restrictivas en algún grupo de alimentos”.

LA ALIMENTACIÓN ADECUADA

La alimentación debe ser variada y completa, para que aporte todos los nutrientes necesarios en cantidades óptimas.

Deben incluirse alimentos de todos los grupos:

Cereales, en los cuales encontramos el arroz, el trigo, la cebada, el centeno y el maíz, y sus derivados (harinas, pastas, panes y galletitas) y las legumbres como arvejas, garbanzos, lentejas, porotos y soja que nos aportan hidratos de carbono necesarios para obtener energía y de fibras para regularizar el tránsito intestinal, ya que es común el estreñimiento durante el embarazo. La cantidad varía mucho de persona a persona, ya que tiene que ver con las calorías necesarias dependiendo de la contextura física, de la actividad física, y del momento de gestación.

Verduras y frutas: fuente de muchas vitaminas, minerales y también de fibra. Es necesario que las verduras estén presentes en las dos comidas, e incluir 2 a 3 frutas durante el día.

Leche, yogur y quesos: nos ofrecen proteínas de alto valor biológico y son fuente de calcio. Es necesario 3 porciones por día, durante todo el embarazo.

Carnes y huevos: nos ofrecen proteínas de alto valor biológico también, y son fuente principal de hierro, es necesario incluir 1 porción diaria de este grupo.

Aceites y grasas: los aceites son fuente importante de energía y de vitamina E. los aceites vegetales son muy importantes en todas las etapas de la vida, no así las grasas animales, que son perjudiciales para nuestro organismo, estemos o no embarazadas.
Junto con los aceites, incluimos las frutas secas y semillas, que nos aportan muchísimas vitaminas y minerales, y son fuente de fibra.

Azúcares y dulces: nos aportan grandes cantidades de energía, sin ofrecer sustancias indispensables, son considerados complementos y hay que moderar su consumo, especialmente cuando constituyen los antojos, difíciles de controlar.
Agua: no hay que olvidar el consumo de 2 litros como mínimo de agua, y aumentarlo si se realiza actividad física o ante temperaturas altas.
Según Molina, “Es necesario recordar que los planes de alimentación específicos deben ser realizados en forma individualizada, adaptándose a las necesidades especificas del embarazo y de la mujer”.

LA ALIMENTACIÓN Y LA LACTANCIA

Las reglas básicas para una alimentación sana durante la lactancia son dos básicamente,

Comer y beber para sentirse bien, esto suele cubrirse con 4 comidas principales y 2 colaciones, incluyendo alimentos de todos los grupos antes mencionados, prestando especial atención en el grupo de las carnes por el aporte de hierro y zinc (otro micronutriente importante en esta etapa) y el consumo de leche, yogures y quesos para el aporte de calcio. Además estos dos grupos recordamos que nos aportan proteínas de alto valor biológico. El resto de los grupos son también importantes por el aporte de calorías necesarias para la producción láctea. Pero ella va a depender de las reservas generadas durante el embarazo.
Respetar la sensación de sed, tener agua o jugos de frutas a mano cuando la mama se dispone a amamantar, ya que es común que la sed aparezca cada vez que baja la leche.
“Es importante destacar que SIEMPRE la leche materna es la mejor opción y la más completa para el bebé. Es la única que le da todo lo que necesita y lo protege”, concluye la nutricionista.
La lactancia es una relación que en realidad es breve pero cimienta un entendimiento mutuo entre la madre y el niño que durará toda la vida.