¿Hijos sin padres? - Halitus Instituto Médico - Líder en tratamientos de Fertilización asistida

Mundo Halitus

Inicio - Mundo Halitus - En Los Medios

Por: Cómo estar bien | 01/01/09

¿Hijos sin padres?


Es fácil percatarse de ello en los shoppings, a la salida de los colegios, en la calle. La cantidad de chicos que pululan solos asusta. Andan con la llave colgada al cuello, el celular y dinero, como si esos elementos reemplazaran el cuidado de los padres. Hacen lo que se les da la gana, viajan solos, no tienen horarios, están en el cyber hasta tarde... ¿Dónde están los padres de hoy? ¿Qué sucede con estos chicos? ¿Dónde quedaron los límites, el diálogo, el tiempo compartido y la contención? Todas las respuestas en esta nota.

Los locales de comidas rápidas y los grandes complejos de cines atraen a los adolescentes y allí se sienten amos y señores del espacio durante muchas horas. Van en grupo, después de salir de la escuela y se manejan con total libertad y sin reglas. En el mejor de los casos responden algún llamado de los padres o les mandan un mensaje de texto, en el que ellos les dan pistas del lugar en el que están, y a veces, del horario en el que volverán a sus casas. Los más chicos van al club o pasan tarden completas en lugares en los que los padres los «depositan» para que hagan actividades recreativas, y a veces, hasta se olvidan de ir a buscarlos…
Según la psicopedagoga Elvira Giménez de Abad, lo que está sucediendo hoy, y desde hace un tiempo en nuestro país, es que los padres viven muy sobrecargados, están mucho más exigidos en su trabajo, la economía hogareña no es fácil de sostener y es preciso que ambos trabajen mucho. «La ausencia de los padres del hogar durante tantas horas hace que los chicos estén solos. Esto genera en el funcionamiento familiar mucha insatisfacción, tanto en los hijos como en los padres», explica. Del mismo modo, la doctora
Mónica Oliver, Jefa del Servicio de Salud Mental Pediátrica del Hospital Alemán, dice que la vida contemporánea tiene características que influyen significativamente en las relaciones humanas en general. «Los padres suelen trabajar muchas más horas y en general el rol de la mujer en la casa es delegado a alguna persona que a veces no está motivada o capacitada para cuidar niños. Cuando los padres se encuentran ocupados fuera del hogar es muy importante que sean reemplazados por buenos cuidadores primarios, o sea, personas sensibles con el niño que puedan atender tanto sus necesidades físicas como emocionales» subraya.
¿Por qué a los padres y madres les cuesta tanto hacerse cargo? «Creo que los padres actuales están sobreexigidos por muchas demandas. También creo que hay que diferenciar de acuerdo al medio social a los padres que no pueden estar más tiempo con los hijos por necesidad de trabajar, de aquellos que ponen toda su energía en proyectos personales que no son la paternidad», expresa la doctora Oliver y sigue «la paternidad es un proyecto personal muy fuerte e importante, que requiere mucho tiempo de dedicación y algunas personas no pueden asumirlo así». Respecto de esto, la licenciada Patricia Pérez, integrante del Departamento de Psicología de Halitus Instituto Médico, dice que si bien tener un hijo es una tarea que nos da mucha alegría, también implica mucho esfuerzo, trabajo y presencia. «No podemos generalizar pero existen padres que encuentran dificultosa la tarea de renunciar temporariamente a sus necesidades y disfrutes personales para ejercer su rol, con todo lo que esto supone, y a veces buscan delegar esto en la escuela pidiendo que pongan los límites que ellos no pueden poner», indica. Además, considera que el ansia de poder y de consumo se promueve como un camino para alcanzar el éxito y el bienestar y es ahí cuando se relajan los lazos en las relaciones, se pierden las apoyaturas y los medios se transforman en fines ocupando el lugar de los ideales, provocando una sensación de
vacío, de apatía. «Por otro lado, los padres de hoy están más solos con la crianza de sus hijos, las familias son más chicas, desapareció la familia extendida, hay debilidad en los lazos sociales», señala.
Límites, orden y cuidado
Según la licenciada Pérez, la ausencia de una figura paterna valorada por la familia, una palabra que sea ley, hace que los hijos cuestionen las normas por sentirlas como una limitación. «Justamente, las normas son tales en el proceso de estructuración/formación subjetiva desde que el niño nace hasta su adolescencia», explica y dice que los adolescentes atraviesan una etapa evolutiva en la que sus hormonas están en ebullición y cuando perciben que no hay normas suficientemente claras ni adultos con quien confrontar, capaces de contenerlos porque se ponen a la par, quedan expuestos a sus impulsos y esto, por supuesto, los asusta. Para la doctora Oliver, los límites implican orden y cuidado. Por eso, sostiene que los padres, en el marco de una relación de contención, deben poner con firmeza orden sobre lo que un niño o adolescente puede o no hacer para no correr riesgos. Así es que cree que la presencia de los padres es indispensable para cuidar a los hijos. De acuerdo con Giménez de Abad «en la actualidad son muchas las parejas que tienen hijos y los abuelos los ayudan o les dan una mano. Pero está en los padres del niño marcar claramente los roles. Los que dan las pautas a seguir con los hijos son ellos», explica y aclara que para poder llegar a esto hace falta seguridad en sí mismos y que los abuelos acepten las reglas; que no haya transgresiones.
«Los chicos necesitan encontrar contención en todos los ámbitos donde transcurre su vida. Las personas que trabajamos con niños somos responsables de eso. En este momento se considera que toda la sociedad debe sentir responsabilidad y cuidado hacia los niños. Una sociedad madura protege y cuida a los miembros más vulnerables. La familia es central en este aspecto, pero no sola, todas las personas debemos cuidar a los niños y adolescentes a transitar su desarrollo de la manera más plena posible», manifiesta la doctora Oliven De acuerdo con la licenciada Pérez, hay un entorno social complejo que invade nuestra privacidad y ocurre que las instituciones intermedias están desapareciendo. «Hoy la escuela es el mejor lugar donde puede estar un joven. Un espacio que sigue trabajando por la educación, por la convivencia. Esa contención, que tal vez los jóvenes buscan en estas instituciones, es muy necesaria porque son los límites, las normas que protegen al sujeto del embate pulsional en lo individual, propio de la edad», dice. A su vez, completa que cuando esto no lo encuentran en los padres porque son permisivos y generan un vacío para que el otro haga lo que quiera, esta anomia lo arroja al aislamiento y al desamparo. «El límite es cuidado, es amor y significa ´te cuido porque me importa, no me da igual»´, explica.
Menos apuro, más contención y amor
Según Giménez de Abad, la mayoría de los padres están muy preocupados por cómo están llevando adelante la familia. «Se sienten culpables por el poco tiempo que están con sus hijos y cuando están, temen poner límites para no crear problemas. Todavía les cuesta comprender que los límites ayudan a que el hijo desarrolle un yo seguro y fuerte, y que esto contribuye a que sea un adulto maduro y responsable», indica. De igual forma, dice que son muchísimos los chicos que están muy solos y sin contención de sus padres. «Muchos quedan solos en la casa sin ningún adulto que los guíe o los cuide, otros con empleadas domésticas o bien con abuelos. Una gran cantidad de niños al salir del colegio no regresa a sus hogares, sino a la casa de abuelos o tíos. Imaginen ustedes que después de una jornada de trabajo, en lugar de regresar a sus casas vayan a la casa de otra persona, que los quiere, que los cuida pero en donde no están ´sus´ cosas», explica. Y resalta que es difícil para los hijos y para los padres, que luego de irlos a buscar deberán entender que sus niños necesitan un tiempo para estar con sus juguetes, sus espacios. Por eso, indica que en general «el apuro lleva a que se bañen rápido, para comer rápido e irse a dormir rápido. Tal vez si papá y mamá se detienen a reflexionar acerca de los apuros a que ellos y sus niños están sometidos, puedan mejorar un poco el funcionamiento familiar», manifiesta.
Para la licenciada Pérez, la mayor violencia que tiene el adolescente hoy, es no tener ideales, no saber hacia dónde mirar, no tener esa capacidad de proyectar, que sí existía unas décadas atrás, donde se seguían los mandatos sociales, se trabajaba, se estudiaba y se sabía que era posible insertarse en la sociedad. «Esto hoy está bastante difuso en los jóvenes. Será tarea de los padres, los adultos, el ´iluminarles´ el camino y para eso primero hay que ´mirarlos´, y estar cerca», señala. De igual manera, la doctora Oliver nos comenta que en las consultas observa que es difícil organizar encuentros y comunicación genuina y directa entre padres
e hijos: los buenos momentos, las actividades lúdicas, el disfrutar estar juntos y finalmente el despliegue y la demostración del amor. «El factor protector principal en la vida de un niño es sentirse genui-namente amado por las personas que lo crían y educan», afirma.


Agradecemos a:
– Lic. Elvira Giménez de Abad. Psicopedagoga. Centro Coppsi.
– Lic. Patricia Perez. Dto. de Psicología de Halitus Instituto Médico.
– Dra. Mónica Oliver. Jefa del Servicio de Salud Mental Pediátrica del Hospital Alemán.


LOS MILLENNIALS


Según la licenciada Pérez, existe una nueva generación nacida entre 1985 y 2000, llamados los «millennials», que son hijos de padres que perdieron su empleo. «Este grupo que vivió la experiencia de ver a sus progenitores quedarse sin trabajo en la década del ´90 no cree en la estabilidad laboral y ve la universidad como un espacio de socialización en el marco de la extensión de la adolescencia. La valoran durante un tiempo, la consideran un medio que luego les permite pasar a otro espacio, como el postgrado o el trabajo. No sienten que la autoridad se dé por sentada, es preciso ganarla en el aula y parte de hacerlo es dar cierta contención afectiva. Los chicos quieren crear vínculos y hay un fuerte aspecto emocional en esta generación», sostiene. 


LÍMITES QUE EDUCAN
Por la psicopedagoga Elvira Giménez de Abad


Poner límites nunca fue tarea fácil, y la falta de ellos en niños y jóvenes de nuestra sociedad es una realidad y una amenaza que crece. Una vez más, el acento está puesto en los padres, y son ellos los que habiendo acordado mutuamente, ponen los límites y deciden qué es lo permitido y qué no lo es, cuáles son los horarios que se deben respetar y las actividades que los hijos pueden realizar. Tanto durante el año como en vacaciones.
Si los padres comprenden que poniendo límites están dando seguridad y protección a sus hijos, que están marcando el camino por el que deben transitar, no será tan difícil de lograr.
Poner límites nada tiene que ver con agresiones o con violencia. Un chirlo es una agresión, lo mismo que un tirón de pelo. Utilizando estos métodos enseñamos a los niños a golpear y sirven solamente para que el adulto descargue la rabia que le da no poder controlar una situación.
Poner un límite y sostenerlo no es ser autoritario, es marcar el camino por el que deseamos que el hijo transite. Y aunque a veces patalee o rezongue, es tarea de papá y mamá decirle que entienden que esté enojado pero las cosas son de esta manera. Si papá y mamá están seguros, el niño también lo estará.