Julieta y Valentín son los hermosos mellizos de Liliana. Llegaron hace un mes y medio, gracias a un tratamiento de fertilización asistida. Tamara aguarda su turno en el cálido vientre de su mamá, Patricia. Ella llegará, calculan, alrededor del 10 de febrero.
Liliana, psicóloga, y Patricia, ama de casa, decidieron ser madres después de los 40, aunque como suele suceder en estos casos la búsqueda comenzó varios años atrás.
Liliana ya tiene un hijo de 20, pero formó una nueva pareja y entonces decidió tener otro bebe. En cambio para Patricia, la experiencia es inédita.
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La etapa de mayor fertilidad de la mujer se presenta, en términos generales, alrededor de los 25 años. A partir de los 35 comienza a declinar, disminuyendo en forma aún más pronunciada después de los 40.
«Hasta hace algunas décadas, la mujer estaba destinada al hogar y a tener hijos desde muy joven (casi desde su pubertad). Por lo que al llegar a los 40 y al comenzar a fallar sus ovarios ya tenía prácticamente criada a su prole. Entonces, la declinación de la fertilidad era tomada casi como una bendición. Hoy, por el contrario, las expectativas son muy diferentes», enfatiza el experto en fertilización asistida Sergio Pasqualini.
En la actualidad, las mujeres postergan la llegada del primer hijo por diferentes razones: no han consolidado una pareja, se han separado o bien prefieren dilatar el embarazo hasta estar consolidadas en su trabajo o en el nivel profesional.
«Esto hace que cuando llega el deseo de ser madres –explica el especialista– se presenten dificultades para la concepción porque la actividad de los ovarios ya no es la misma y ha empezado a declinar sus funciones; entonces, los óvulos no tienen la calidad necesaria y el embarazo se dificulta.
«También puede suceder que una pareja con chicos piense que la fertilidad pasados los 40 está casi abolida o disminuida, y sin buscarlo llega un bebe, como es mi caso particular. Con mi mujer tenemos un hijo adulto y ella volvió a quedar embarazada a los 44 años. Porque al principio la falla ovárica es oscilante, y se puede presentar un período de fertilidad en el que el óvulo de una mujer madura esté en condiciones de ser fecundado», aclara Pasqualini, director médico de Halitus Instituto Médico.
Difícil, pero no imposible
Pero cuando una mujer llega a la consulta porque desea un embarazo pasada la cuarta década, no es tan fácil: las tasas de éxito están por debajo del 10%. Entonces es fundamental evaluar cada caso en particular.
«Si se trata de una mujer de unos 40 o 41 años, que hace 10 que está buscado el embarazo con un hombre con los espermatozoides normales, es muy probable que el problema esté en ella. Si, en cambio, tiene las trompas ligadas porque tiene cuatro chicos, se separó y quiere volver a tener una pareja e hijos, ese caso es más fácil, porque es probable que esa mujer mantenga su fertilidad y las posibilidades de éxito son mucho mayores. Es decir, cada caso nos va dar una idea aproximada del problema que enfrentamos», explica Pasqualini.
Lo primero que se hace para saber cuál es el potencial de la reserva ovárica es realizar un análisis hormonal. Aunque un análisis con un resultado normal no es garantía de éxito, sí predice que se está en el buen camino y que todavía existen posibilidades.
La ecografía también es una herramienta valiosa porque permite evaluar las características del ovario y particularmente la cantidad de los pequeños folículos que se observan al inicio del ciclo, y así tener una idea de qué se puede esperar en cuanto a la respuesta de esos ovarios.
«Cuando la mujer consulta después de los 40 debemos tener en cuenta que la fertilización in vitro no siempre es el camino. Para el éxito no hay nada mejor que lo natural, y cuando nos alejamos de lo natural, a veces funciona y a veces no. Esto quiere decir que cuando estimulamos los ovarios de una mujer mayor, la respuesta ovárica quizá sea aceptable en cuanto a la cantidad de óvulos, pero tal vez la calidad de los mismos no sea la requerida. Esto también puede pasar en mujeres jóvenes», aclara.
Por otra parte, cada fracaso en la obtención de óvulos de buena calidad permite ir aproximándose a los nuevos caminos por los que se debe optar en el próximo tratamiento. Saber interpretar correctamente esos datos depende de la habilidad del especialista. Y en el caso de no poder obtener óvulos aptos para ser fertilizados, en la actualidad se puede recurrir a la donación.
Hoy este tipo de tratamientos es cada vez más frecuente. Por el contrario, la donación de semen descendió como consecuencia de la aparición del ICSI en 1992, lo cual permitió que los hombres que antes debían recurrir a la donación ahora pueden optar por esta técnica (ver aparte).
En otro orden, Pasqualini se refiere a los avances más importantes en fertilización asistida. «Estos tienen que ver con la tecnología de alta complejidad y con los de baja complejidad: el primero se relaciona con la biopsia genética del embrión antes de transferirlo para saber cómo está constituido genéticamente, y el otro se relaciona con la donación.»
Los partos de las mujeres mayores de 40 y que han recurrido a una fertilización in vitro no deberían representar ninguna dificultad si el embarazo ha sido normal, y en general son en forma natural, aunque en algunos casos –particularmente los embarazos múltiples– se puede realizar una cesárea.
Nueva vida, más energía
Consultadas sobre cómo es ser mamá después de los 40, Patricia y Liliana coinciden. «Es maravilloso; tengo una fortaleza y una preparación que no tenía con mi primer hijo; además, todos colaboran en el cuidado de los mellizos», dice Liliana.
Por su parte, Patricia, la futura mamá, se manifiesta ansiosa y entusiasmada con esta nueva experiencia. Además, tuvo la posibilidad de ver la carita de Tamara gracias a un nuevo tipo de ecografía que permite ver al embrión en tres dimensiones.
«Esta beba ha hecho que me sienta con más energía que nunca. Con mi marido estamos desbordados por la alegría. Para él, ésta también es su primera experiencia», concluye sonriente.
¿Qué es un ICSI?
El ICSI es una de las dos variantes de la fertilización in vitro. Se inyecta un espermatozoide dentro de cada óvulo. De ahí el nombre: Intracitoplasmatic sperm inyection, o en castellano, inyección intracitoplasmática de espermatozoides.
La otra variante es dejar 50 a 150.000 espermatozoides nadando alrededor del óvulo para que algunos se adhieran a la superficie externa del óvulo y uno sólo lo penetre.
El ICSI se utiliza fundamentalmente cuando hay alteraciones en la calidad o cantidad de espermatozoides, aunque también se lo puede utilizar en casos en que la calidad del óvulo no sea buena.
Por Daniela Millán
Para LA NACION