En Argentina menos del 3% de los embarazos asistidos tiene cobertura estatal
Las técnicas de fertilización asistida cambiaron casi por completo las ideas sobre el origen de la vida humana y obligan a replantearse cuestiones éticas y sociales. Pero hasta ahora sólo una muy pequeña parte de la población tiene acceso. Cuáles son los problemas y las soluciones que se proponen hoy en el ámbito científico.
Es posible que para enterarse de cómo es la reproducción humana cada vez sirva de menos ir al libro de Biología del secundario, y que en un futuro cada vez más cercano, cuando los chicos pregunten “cómo nacen los bebés”, sus padres se pongan colorados, pero no ya porque les dé vergüenza contestarles –como tal vez les pasó a sus propios padres o abuelos-, sino porque realmente, con todas las opciones tecnológicas disponibles, no lo tendrán muy claro.
Preservar embriones y gametos para que mantengan su fertilidad después de años abrió un nuevo capítulo. Las consecuencias se ven hoy, cuando, por ejemplo, nace un niño diez años menor que su hermano gemelo. Hoy son rarezas, pero pronto puede ser normal.
Consultado por la forma en que todos estos cambios inciden a nivel social, el doctor J.D. Franco Junior, director ejecutivo de la Red Latinoamericana de Reproducción Asistida (Red LARA), se remite a las imágenes masculinas de los dioses en las religiones más influyentes y trae a la memoria el caso de Charles Chaplin, que engendró un hijo rondando los noventa años de edad, para concluir que “la Biología en cambio fue ingrata con la Mujer, pero la Medicina ahora puede revertir esa situación”.
“Debe ser declarada enfermedad”
Sin embargo, viendo lo poco extendidas que están en el conjunto de la población estas posibilidades de desafiar a la Biología, parece necesario admitir que quienes pueden acceder a estos costosos tratamientos parecen tener, más que nunca, “un dios aparte”. En el taller para especialistas organizado a fines de abril en Mar del Plata por la Red LARA- que agrupa aproximadamente a la mitad de los centros que existen en la región, Con el objetivo básico de fijar estándares de calidad- el especialista chileno Fernando Zegers Hochschild comparó el acceso de la población a las técnicas de reproducción asistida en países como Suecia o Dinamarca, donde además de existir un mayor poder adquisitivo generalizado los sistemas de salud se hacen cargo de la mayor parte de los tratamientos, con la realidad de los países de Latinoamérica y con otros modelos.
En Dinamarca el Estado cubre el 67% de los tratamientos. Allí se producen 2106 ciclos o implantaciones de embriones por cada millón de habitantes, mientras que en la Argentina, donde sólo 2,8% de los casos cuentan con cobertura, se producen sólo 119 tratamientos anuales. En Brasil aún son menos: 66 por millón, con 1,5% de cobertura. “Es cierto que puede ser que seamos mucho más fértiles en Asia y América Latina que en Europa- bromea Zegers-, pero mi primera hipótesis es que son factores socioeconómicos los que determinan el acceso a las técnicas de fertilización asistida”.
Estados Unidos es un caso particular, ya que a pesar de que hay un alto ingreso per cápita, pocos se tratan su problema de infertilidad: para el chileno tiene que ver con la preponderancia del sistema de salud privado, ya que allí sólo un 12,5% de los tratamientos tienen cobertura.
La estrategia que propone es “declarar a la infertilidad como una enfermedad”, de modo que, “sin que se anteponga a problemas más urgentes como la desnutrición o la anticoncepción”, el tema pueda estar en la agenda de los legisladores de cada país. Eso acercaría, según cree, la reproducción asistida a las obras sociales, que tendrán que cubrir los tratamientos de sus afiliados, y al hospital público. Pero admite que falta mucho para eso.
Tecnología al tope
Por ahora, quebrar así las barreras de la biología en nuestros países es sólo cosa de elites. El doctor Carlos Alberto Petta, del Centro de Reproducción Humana de Capinas, Brasil, estima que en su país es apenas un 2% de la población, y sostiene que la falta de marcos legales hace que decisiones sumamente importantes, como por ejemplo hasta qué edad se puede aplicar un tratamiento para que una mujer tenga hijos después de que haya pasado su edad fértil, muchas veces sólo queden sujetas al acuerdo entre médicos y pacientes, o las normativas de cada centro.
Lo que no es nada incierto es que la técnica mejora día a día. En el congreso marplatense pudieron verse, por ejemplo, las últimas novedades en sistemas de vitrificación. La vitrificación es un método que sirve para la criopreservación de embriones y óvulos con menos posibilidad de daño que los métodos tradicionales.
El director médico de la Unidad de Fertilidad San isidro, claudio Rumian, señaló con que la vitrificación aplicada a la congelación de óvulos “se logran tasas de embarazo similares a las que se logran con embriones congelados”. De esa manera, quienes tengan obstáculos de orden ético para congelar embriones, ahora disponen de la opción de congelar sólo los óvulos, con una tasa de efectividad similar.
Con la técnica habitual de congelamiento progresivo, en la que el medio de cultivo se cristaliza afectando al óvulo, la tasa de embarazos es del 20%. En cambio, “hoy la tasa de embarazos por fertilización in Vitro en mujeres jóvenes, menores de 38 años alcanza el 40%, cuando quince años atrás era del 20%”, señala Sergio Papier, director médico del Cegyr, de Buenos Aires. En cuanto a la forma de preservar y transferir embriones, considera, “hemos llegado a un tope del cual no se puede pasar”.
Complejidad cotidiana
En realidad la técnica de vitrificación es utilizada en la Argentina desde la década del ’90, sólo que cada centro que lo venía haciendo ha debido desarrollarla con materiales y métodos propios, mientras que la novedad actual consiste en que hay empresas que ofrecen las soluciones a los centros médicos de manera estandarizada.
Para Sergio Pasqualini, del centro Halitus, el público ve de manera muy diferente a la fertilización asistida desde que se diferenció la oferta en tratamientos de alta complejidad (los que implican extraer el óvulo del organismo, y el ICSI, que es la inyección del espermatozoide dentro del óvulo) de los de baja complejidad, como la inseminación artificial.
“Las técnicas de baja complejidad, con una tasa de embarazos de no más del 12%, han sido reemplazadas por las de alta complejidad, porque han mejorado los resultados y permiten ofrecer el tratamiento no bien finalizada la etapa diagnóstica”.
Los actores principales son centros médicos privados. Sólo el Hospital de Clínicas de Buenos Aires lo hace a nivel público y otros dos hospitales lo hacen a través de convenios con algún centro privado.
El avance técnico no implica que deban existir opciones “más baratas”, ya que lo menos efectivo por lo común directamente se deja de usar: ningún centro puede permitirse ver afectada su tasa global de éxito en los tratamientos, que hoy oscilan entre 9000 y 14000 pesos.
Marcelo Rodríguez