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Por: Revista Elle | 03/04/07

FAMILIA | Hermanos de distinto apellido


Tienen distintos papás, pero todos viven con la mamá. Esa mujer hiperocupada, que sostiene el hogar y hace malabares para coordinar agendas, derechos y obligaciones de los hijos y sus respectivos padres. Todo en pro de la armonía familiar que…¿existe?

Sábado a la mañana. Suena el timbre y Matías baja corriendo la escalera, saluda a su mamá y se va de la mano de su papá. Mientras tanto, Gina y Lucas se quedan durmiendo en su habitación. Es que, cuando llega el fin de semana, cada uno tiene distintas actividades: todo depende de cómo se organicen sus respectivos papás.
Así funcionan las familias constituidas por una mujer que vive con los hijos que ha tenido con distintas parejas. Y que se enfrenta diariamente a la compleja tarea de manejar las igualdades y las diferencias, para mantener la armonía y los vínculos entre los hermanos.
Pero, ¿de qué forma se logra este equilibrio? ¿Existe? ¿Cómo es la vida cotidiana en estas familias con tantos protagonistas?

AGENDA A MEDIDA
“La clave es la organización”, asegura Paola, que tiene 33 años y tres hijos igual de pelirrojos que ella. Su historia no ha sido fácil: se puso de novia a los 15 y enseguida tuvo a Javier. La situación era complicada desde lo económico y desde lo social, ya que por vivir en un pueblo, era el blanco de todas las miradas. A los dos años Paola se casó con otro hombre y tuvo a su segundo hijo, pero al tiempo se separó. Esta vez tuvo un poco más de suerte y el ex marido aportó dinero todos los meses…hasta que él se volvió a casar. Ahora, finalmente, Paola dice haber encontrado al amor de su vida, con quien tiene a su tercer hijo, y se ha organizado de manera tal de poder retomar los estudios.
“Desde hace dos años, los fines de semana los mayores se van con sus papás, igual que en las vacaciones –cuenta-, y en las fiestas, nos repartimos”. En cuanto a lo material, su pareja actual se hace cargo de la mayor parte de los gastos, hasta de los regalos de cumpleaños que a veces se olvidan de hacer los padres de sus hijos más grandes.
En estos casos hay dos cosas fundamentales para vivir bien y en armonía: primero, lograr, dentro de lo posible, una buena relación con los ex y, en segundo lugar, demostrarles a los chicos que, aunque no hayan funcionado como pareja, siempre seguirán siendo sus padres y que allí estarán para todo lo que necesiten. Lo mejor de todo esto es que, si este proceso ocurre con un acompañamiento de amor y de diálogo, los chicos pueden salir no sólo airosos, sino fortalecidos en la medida que aprenden a aceptar las diferencias.
Justamente con respecto a las diferencias, hay que ir con pies de plomo con eso de tratarlos “a todos igual”, porque, por ser distintas, las personas también necesitan cosas distintas. “Las diferencias son un hecho humano y hay que aprender a convivir con ellas; si no, la aptitud para la supervivencia disminuye”, afirma el doctor Harry Campos Cervera, perteneciente a la Asociación Psicoanalítica Argentina. “Es tan necesario saber competir con otro como ser solidario y esto se aprende mejor en el seno familiar y desde los primeros años de vida, que es donde se moldean los principios básicos de la subjetividad”.
En este sentido, parte de la función materna es percibir (o por lo menos intentarlo) la singularidad de cada hijo, tanto en sus posibilidades, pensamientos y deseos, como en sus dificultades. Y , por supuesto, nunca hacer comparaciones entre ellos y, menos aún, entre sus padres, especialmente cuando uno cumple adecuadamente su rol mientras el otro ni hace acto de presencia.
“No fue nada fácil, las peleas con mi mamá eran terribles…¡y aún no terminaron del todo!- dice Paola con un toque de humor, que sugiere que hubo terapia de por medio-. Pero ahora estamos más organizados y es como dice el refrán: ‘En el camino se acomoda la carga”.
NO TRADICIONAL
Sin duda, es bastante difícil llevar adelante una familia con “paternidades múltiples”, donde hay que lidiar con problemas cotidianos y casi siempre con heridas emocionales, que asoman de vez en cuando. Y a esto se le suma el tema económico porque, si bien la ley ordena que un padre debe pasar dinero para el mantenimiento de sus hijos, la realidad es menos estricta con estas cosas.
A pesar de esta situación compleja y que requiere mucho esfuerzo de la mujer que se hace cargo de todo, nunca faltan las críticas y el reproche que parte de arraigados prejuicios sobre el concepto más tradicional de familia. La psicóloga Adriana Schiera, perteneciente a la Sociedad Argentina de Terapia Familiar, pone paños fríos sobre el asunto al decir que, en realidad, los hogares con una conyugalidad estable tienen, sólo en potencia, la posibilidad de ejercer una parentalidad satisfactoria, pues ser una buena pareja no asegura ser buenos padres. Es más: hasta puede ocurrir que el esfuerzo para mantener el equilibrio conyugal sea tanto, que la función parental quede relegada a un segundo plano.
“A los sujetos lo que más nos inquieta es lo diferente o desconocido, por eso en estos casos la crítica tiene que ver con los temores o los resentimientos de quien critica- explica la licenciada Schiera-. No cualquier persona es capaz de hacerse cargo y remontar sola la crianza de hijos que resultan de vínculos que no pudieron sostenerse. La tolerancia a la pérdida, la frustración y la desilusión no son situaciones fáciles, y su cercanía despierta temor y rechazo, pues son el ejemplo vivo de lo que le puede ocurrir a cualquiera”.
Además, hay otro punto para recordar: que el hijo es el resultado de una pareja y es injusto cargar la responsabilidad sólo en la madre, que es la que enfrenta la crianza y el día a día. Se trata, entonces, de una doble victimización, donde la mujer sufre lo que le ocurre y además es juzgada por ello, en lugar de ser valorada y ayudada en su cometido (que, en este caso, coincide con el designio de la especie, que en otras situaciones tanto se ensalza).
“La primera vez quedé embarazada siendo muy chica, de un novio que tenía mi misma edad –cuenta Karina, de 28 años, con un hijo de 10 y otro de 3-. En cambio, la segunda vez fue distinto, porque yo estaba en pareja y a Martín lo buscamos…aunque, al final, nos terminamos separando. Lo bueno es que a Martín el papá viene a verlo casi todos los fines de semana y, cuando puede también pasa la mensualidad. En cambio, Nahuel a su papá no lo conoce y es difícil explicarle que simplemente ‘desapareció.”

TIEMPO AL TIEMPO
Según la edad y el temperamento, los chicos suelen reaccionar de diversas maneras ante la situación de tener hermanos con distinto papá: algunos lo aceptan naturalmente, otros se enojan y también es muy común que “ignoren” la situación. Más allá de las reacciones, lo que debe quedar en claro es que la figura de su mamá seguirá siendo la misma, así estén solos, convivan con un papá propio o con el de alguno de sus hermanos.
“La primera elaboración es en casa y cuanto más se viva con naturalidad, con mejor predisposición la vivirán los chicos- destaca la psicopedagoga Alejandra Libenson, miembro del Departamento de Psicología Médica de Halitus.- Deberán trabajar y aprender a crear vínculos diferentes de los ‘habituales’, y eso los hará crecer como personas y ser más abiertos y comprensivos”.
Hoy en día, hay hijos que viven con la mamá o con el papá, hijos de distintas madres, de diferentes padres, parejas homosexuales, mujeres solas que adoptan niños, parejas que, además de tener chicos propios, adoptan otros, etc. Este panorama plantea una mayor flexibilización del concepto familia, donde los “personajes” que la constituyen pueden ser diversos, pero las funciones materna y paterna se deben seguir manteniendo. Tener en claro esto es la base para adaptarse sanamente a los nuevos patrones.
Tampoco es cierto que todas las madres cabeza de familias múltiples son necesariamente víctimas. Al respecto, el doctor Campos Cervera menciona a un modelo de mujer que está sistemáticamente sola, con hijos de distintos padres, que no se hacen cargo ni en lo económico ni en lo afectivo de ellos. Es la clásica “amazona”, que necesita mostrar su independencia del hombre, al que sólo lo requiere el momento de la fertilización, para luego prescindir de él como padre real. Ella es mamá y papá a la vez y demuestra su omnipotencia sin aceptar la ayuda de nadie, ni siquiera de los abuelos, porque siente que puede con todo.
Al mismo tiempo- explica el psicoanalista-, el hombre que tiene hijos y sistemáticamente se niega a cumplir con su función de esposo y padre es un hombre castrado en su desarrollo, demandante e infantil, que se vive a sí mismo como hijio eterno y no puede desarrollar la función protectora para con su familia. “Es el complemento, víctima y cómplice de las mujeres amazonas”, resume.

ADENTRO Y AFUERA
Las familias compuestas por una mamá con hijos de distinto padre tienen como base la diversidad. Diversidad en todo sentido: desde el apellido hasta las cosas más cotidianas, como hijos que se ponen tristes porque su papá no viene, hijos que están contentos porque el suyo fue al acto de fin de curso, otos que sienten celos de los nuevos hijos de su padre o que están envidiosos de su medio hermano porque recibe más regalos de su familia paterna. En medio de todo esto, la madre es la que hace de mediadora, calma las aguas y le da ánimo al que anda con cara larga. Entonces, lo fundamental es que se convierta en un a gran negociadora, tanto con las ex parejas, como con los propios chicos, para acordar actividades, horarios y hasta responsabilidades.
“Es muy difícil hacerse cargo de todo-reconoce Ángeles, que tiene tres hijas, con tono cansado- Que la plata, que los horarios, que la tarea, que la casa….los fines de semana, Sofi y Luli se van con sus papás y tengo un poco de tiempo para mí, pero a veces eso después trae ‘cola’ porque vienen con bronca o a puro llanto y les dura toda la semana, pero son sus papás y es importante que tengan relación.”
Las mujeres en esta situación tienen una ardua tarea cotidiana, donde lo más común es estar todo el tiempo pendientes de los chicos: cómo se sienten, cómo se relacionan con sus medios hermanos y con las nuevas parejas paternas y maternas, o cómo procesan el vacío de un padre ausente. Ante todo este enorme trabajo diario, lo que menos se necesita es sumarse cargas extra. Ni andar por la vida justificándose por la manera en que se la está viviendo, ni estar pensando en todos los desaciertos ocurridos años atrás. Y, por sobre todas las cosas, dejar de lado las culpas y los reproches, sabiendo que los chicos que viven dentro de estos nuevos tipos de familias logran algo importantísimo: aprenden a ser tolerantes con las diferencias, flexibles y creativos, cualidades que enriquecerán también su vida de adultos.