«Un día fui a hacer la admisión de mi hijo al hospital y me atendió Diana Pasqualini y me preguntó por qué no le había dado hermanos a Julio. Le expliqué toda mi historia, que era mi sueño, pero que no podía, que mi genética no era buena. Ella escribió una nota que decía: ´fíjate qué podés hacer por esta mamá´. Resultó que era la hermana de Sergio Pasqualini, el dueño de Halitus. Fui con un miedo tremendo, y la verdad es que me abrieron los brazos, me asignaron una doctora de cabecera y ella se encargó de explicarme cada procedimiento», cuenta. La familia Pacheco vive en una casa humilde que compraron con mucho esfuerzo en Burzaco. Desde ahí viajaba tres veces por semana para llevar a su hijo a la estimuladora y otros días lo llevaba al circuito KDT para que hiciera natación gratis. «Era muy difícil, lo abandoné mucho a mi marido, yo a veces me iba muy temprano a la mañana y volvía a la noche por dedicarme a Julio», se sincera Mirta. «Mi manera de convertirme en mamá no fue natural. Tal vez, una mamá cualquiera ve que su bebé empieza a caminar y se lo toma de una manera. Para nosotros, con Julio, todo era un gran logro, y ahora con Victoria nos sorprendemos de lo rápido que hace todo». Su segunda hija nació gracias a un tratamiento de ovodonación. Una metodología que planteó una gran polémica: ¿es menos hijo de una madre un bebé que nace gracias a la donación de óvulos? «No, yo no lo siento así. Lo único que no comparto con Victoria es el ADN, pero gracias a ese tratamiento tuve la experiencia de tener este embarazo, de sentirla en mi panza, de darle la teta. Con que fuera de mi marido, a mí me alcanzaba. Para mí la donación de óvulos es como la de órganos, es otra manera de dar vida. Y a Victoria le haremos entender que es fruto del amor como el hermano, que fue un camino largo, pero lleno de amor». El camino fue largo. Y lleno de frustraciones. Mirta tuvo tres procedimientos fallidos antes de quedar embarazada. En un principio le sacaron óvulos propios para hacer un diagnóstico preimplantatorio para ver si alguno servía, pero todos estaban afectados por sus problemas genéticos. Así probaron
con la ovodonación. Pero, los resultados del test de embarazo dieron negativo en tres oportunidades.
«Me transfirieron los óvulos por cuarta vez el 1 de septiembre y a los 15 días me dio positivo. No lo podíamos creer. Al principio viví el embarazo con un poco de temor, era lógico, pero después me fui habituando con sus pataditas. No me voy a olvidar la cara de mi marido cuando salí de la sala de partos, lloraba como nunca y sólo me dijo: ´gracias´, porque él hubiera bajado los brazos mucho antes. Fue un
sueño hecho realidad».
Victoria llegó a este mundo el 1 de mayo, casi un mes antes de lo pensado porque su mamá tuvo un pico de presión y los médicos quisieron hacerle una cesárea. Pesó 3.250 kilos y, con su llegada, iluminó la vida de Fernando, Mirta y Julio. «Yo creo en Dios, pero soy realista, sé que hay que remarla. Llega un momento en el que te cuestionás ´¿por qué nos pasa todo esto?´, pero pienso que cada uno tiene que cruzar un camino para lograr algo». La casita de Burzaco está más o menos terminada, y Mirta y Fernando sueñan, una vez más, con ahorrar para darle un hermanito más a Julio y a Victoria.
(Información General)
MAMA VALIENTE
Mirta Pacheco (41) y Julio (23) y Victoria
(1 año y 5 meses)
Por MARIANA MERLO