Hoy en Argentina la subrogación de vientres es algo muy puntual como hace 30 años lo fue la fecundación in vitro que con el paso de los años se constituyó en algo muy natural. No faltará mucho para que una embarazada responda preguntas como ‘¿es tuyo o lo estás llevando?’” La reflexión es de Sergio Pasqualini, fundador y director científico del Instituto Médico Halitus.
A partir de 2011, cuando en ese centro se concretó el primer embarazo de vientre sustituto (el caso de Maica Moraes y Juan De Gregorio) los especialistas recibieron más de 150 consultas para prácticas de este tipo, por parte de parejas heterosexuales, homosexuales, incluso de hombres solos, que no pueden tener hijos. Aclaran que “el instituto ni sus abogados se encargan de buscar a la madre gestante; es una cuestión atinente a la pareja”.
Los últimos registros de Halitus indican que de 18 casos, en 13 se logró el embarazo, y ya están judicializados para confirmar la filiación biológica de los bebes.
¿En qué consiste la maternidad subrogada o por sustitución? A través de fertilización in vitro, se une un óvulo (que puede ser de un banco de óvulos) con la muestra de semen, y ese embrión se transfiere a otro vientre. Las parejas que no consiguen un vientre prestado -como fue el caso de Flavia- tienen que ir a alguno de los países donde el alquiler de vientre es legal: Estados Unidos, Canadá, Ucrania, India, entre otros. Los costos son altos: pueden llegar a los U$S 180.000, con viajes incluidos.
En los últimos meses, Halitus comenzó a ofrecer la posibilidad de “preparar el embrión” en ese instituto médico, ubicado en la Ciudad de Buenos Aires. “Una vez preparado, se transporta hacia la clínica donde se hará el tratamiento, en base a todos los protocolos de salud pública y seguridad, y se pueden reducir los costos del proceso que deben afrontar las parejas”, explica Pasqualini, que trabaja en conjunto con Fabiana Quaini, abogada especializada en derecho internacional de familia.
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