La foto de la beba estadounidense que nació de un embrión congelado hace 24 años está dando la vuelta al mundo. Pero mucho más cerca, en el barrio de San Fernando, una familia argentina vivió algo similar. Yanina Aquino fue concebida con óvulos que estuvieron criopreservados durante 14 años.
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Ya tiene tres años y lleva una vida normal. Va al jardín de infantes, es muy inquieta y como le encanta bailar la anotaron en una escuelita de clásico y jazz. «¡Hola!», grita al teléfono mientras su mamá, Mónica Coronel, intenta conversar con Clarín. «Habla un montón y quiere hablar tan rápido que no se le entiende», acota la mujer entre risas.
«Ella estuvo congelada 14 años», profundiza Mónica. Así lo siente, así lo vivió, y asegura que de eso no se va a olvidar nunca. «Por suerte salió todo bien, ella nació bien y eso me pone contenta. A veces, con todas las cosas malas que pasan, uno la ve a ella y se olvida de todo», se enorgullece esta mamá, convencida de que «si tuviera que hacerlo de nuevo, lo haría».
En 1999, Mónica tenía 25 años y no lograba quedar embarazada. Se hizo un tratamiento de estimulación ovárica en el Hospital de Clínicas, donde se produjeron 17 óvulos. Luego, en el laboratorio de Halitus criopreservaron seis de esos óvulos con una técnica novedosa en ese entonces: el reemplazo del sodio por la colina en el medio de cultivo.
Mientras tanto, Mónica quedó embarazada naturalmente y lo tuvo a Nicolás, que hoy tiene 17 años. «La nena sería más grande que el nene, porque me los sacaron antes los óvulos. Y después, a los seis meses, quedé embarazada de Nico», compara.
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En 2013 volvió al centro de fertilidad, porque allí estaban sus óvulos congelados. Inyectaron el esperma de su marido Eleuterio Aquino en los seis óvulos y sólo uno fertilizó. Al tercer día lo transfirieron y Mónica quedó embarazada. En marzo de 2014 nació Yanina por cesárea, pesó 3 kilos y medio. Su mamá ya había cumplido 40 años.
«Al principio tuve muchas dudas. Pero el médico me dijo que iba a salir todo bien, que iba a ser un embarazo normal, que lo único diferente es que tendríamos que hacer el tratamiento y descongelarlo. Era un caso especial, pero también sería normal», sostiene.
En este caso, se trató sólo del óvulo, no del embrión –como sucedió con la beba de Estados Unidos– y aún hoy sigue siendo la conservación más extensa de la que se tenga registro. Yanina entró en los Guinness porque batió el récord del mayor período de almacenamiento de gametos femeninos seguido de un nacimiento de un bebé vivo. «El libro se editó en 2017 y sale a la venta en 2018», cuenta la mamá, impaciente por tenerlo en sus manos. Porque su familia protagonizó un caso único, aunque en el día a día –insista– lleven una vida «muy normal».