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Por: Página 12 | 07/12/89

Dulce espera con fecundación asistida


(Por Susana Mammini) A mediados de julio de 1990 una pareja de jóvenes argentinos tendrá su primer hijo gracias a una nueva técnica de fertilización asistida, desarrollada en 1987 por médicos norteamericanos, que se pone en práctica por primera vez en la Argentina. La dulce espera, que transcurre desde hace siete semanas, fue lograda por el equipo médico de la Fundación Halitus —una institución sin fines de lucro dedicada a temas de fertilidad humana— bajo la batuta de los profesionales Sergio Pasqualini y Rubén Damasco.

La nueva metodología se agrega a las dos únicas posibilidades con que se contaba, hasta ahora, para cumplir el deseo de tener un hijo en aquellas parejas que, por causa femenina, masculina o “sin causa aparente” no pueden satisfacerlo: la adopción y la inseminación con donante. “Esta técnica —dice Sergio Pasqualini— está dirigida específicamente a un campo de la esterilidad masculina que comprende a los varones azoospérmicos, es decir aquellos que no presentan espermatozoides en el eyaculado. Hasta el momento, se había intentado una técnica con este tipo de pacientes cuando padecían una obstrucción de los conductos por los que circulan los espermatozoides y que no podían ser separados por microcirugía. La misma consistía en colocar una especie de reservorios (espermatoceles) en algún sitio del conducto previo a la obstrucción, donde se acumularan espermatozoides que luego eran retirados por aspiración. Luego se efectuaba una inseminación artificial con esos espermatozoides ya sea “in vitro” o “in vivo”. Lamentablemente, el material del reservorio resultó ser lo suficientemente tóxico como para matar a los espermatozoides”.
Atraparlos en el camino indicado parece ser el secreto de la nueva técnica ahora aplicada en la Argentina. En 1987, Sherman Silber y Ricardo Asch del Saint Luke’s Hospital y la Universidad de California, respectivamente, crearon y pusieron en práctica este método que consiste en combinar la fertilización in vitro y posterior transferencia de embriones con la previa aspiración de espermatozoides del conducto del testículo por donde éstos circulan en su salida hacia la uretra, llamado epidídimo.
“Efectivamente —comenta Pasqualini— lo que hacemos es efectuar una microcirugía por detrás de la obstrucción aspirando en diferentes cortes cada vez más cerca del testículo hasta encontrar el líquido espermático. Curiosamente, y como en tantas otras oportunidades, las técnicas de fertilización asistida han traído nuevos descubrimientos biológicos. En este caso, se observó —contrariamente a lo que se pensaba— que los espermatozoides son capaces de fertilizar”. “Una vez aspirados los espermatozoides —continúa el presidente de Halitus— los colocamos en un tubo de ensayo junto a una importante cantidad de óvulos que han sido obtenidos mediante un cóctel hormonal administrado a la mujer, precisamente para que fabrique una buena cantidad de óvulos. Al cabo de 16 horas observamos que se había producido la fertilización. Finalmente, transferimos nuestro único óvulo fertilizado sobre ocho inseminados, por la técnica de laparoscopía a una de las trompas de Falopio, cuando el estadio embrionario era de 6 células. Hoy ya sabemos que este huevo está bien implantado en el útero de la futura mamá.”
Esa alocada carrera por el éxito tan bien descripta por Woody Allen en Todo lo que usted quería saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar, en la que los “espermatozoides” se frotan las manos esperando el momento de actuar, ya tiene un final menos imprevisible. Gracias a la técnica de Silver y Asch es posible que un hombre y una mujer lleguen juntos a un quirófano y permanezcan tranquilos por espacio promedio de 30 minutos sabiendo que, juntos, están haciendo un intento más para tener un hijo. “La elección nuestra —dice Pasqualini— de hacer una fertilización in vitro tiene que ver con que, hasta ahora, esta microcirugía no puede ser repetida pues se puede hacer una fibrosis en el conducto intervenido que dificulta futuras intervenciones. Por eso, para nosotros es muy importante no desperdiciar los espermatozoides que se obtienen esta primera vez”.
Hasta mayo del corriente año Silver y Asch llevaban 10 embarazos logrados con su nueva técnica sobre 32 intentos. Probablemente —aún no se conoce la publicación o comunicación de otros en el mundo— el primero en la Argentina sea el número 11 en el mundo. Sin embargo poco importan los números a la hora de tejer escarpines y batitas o imaginar el color de los ojos de un hijo.
“El éxito —concluye Pasqualini— depende de un equipo médico muy riguroso, muy cuidadoso de todos los pasos a dar. Se necesita un andrólogo que haga microcirugía, un laboratorio de fertilización ‘in vitro’ que funcione muy bien, perfecto, y una correcta estimulación ovárica en la mujer. La sincronización de estos elementos es la clave del buen final de este desafío científico y humano que significa traer niños al mundo aun cuando la naturaleza pone trabas”.