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Por: Diario Perfil | 25/02/07

“Cuando Esteban sea más grande le contaré que nació de una manera más artesanal”


“Mi objetivo era ser mamá. Estaba tan obsesionada con eso que salía a la calle y veía a 38 embarazadas en media cuadra. Había llegado un momento en que no quería ni ir a los cumpleaños de mis sobrinos, porque me encontraba con amigas, primas, y la que no estaba embarazada, tenía un bebé recién nacido. Me deprimía muchísimo, pensaba cómo puede ser que les toque a todas y a mi no”. Nancy Abrescia estuvo cinco años intentando quedar embarazada. Desde 1999 hasta 2003 hizo 15 tratamientos de fertilidad sin resultado positivo.

“Lo que pasamos con mi marido durante todos esos años fue agotador. Al comienzo de cada tratamiento yo hacía reposo absoluto y encerrada en casa no haciendo nada me volvía loca. Hacíamos tres intentos por año: fallaba uno, esperábamos un poco y arrancábamos de vuelta. Mi vida era reposo, inyecciones y ecografías. En el 2000 logramos un embarazo y yo estaba tan emocionada que me hacía un Evatest todos los días. Pero a la sexta semana lo perdimos. Al final ya no tenía ganas de nada”, confiesa Nancy.

Hasta que en el 2003 el doctor Sergio Pasqualini les ofreció probar con algo que empezaba a usarse en Argentina, el diagnóstico genético preimplantatorio. Eso les permitió darse cuenta que algunos de los embriones presentaban alteraciones genéticas que les impedían una buena transferencia. “Cuando los médicos nos plantearon esta alternativa no lo dudamos. Siempre hablábamos con mi marido en que íbamos a adoptar cuando ya no hubiera ninguna posibilidad de un hijo propio. Hasta llegamos a plantearnos viajar a Israel, para hacer una prueba. Pero allá nos dijeron que estaban haciendo lo mismo que en Argentina”, recuerda.

Dedicaron un año a estudios antes de poder iniciar el DGP, que finalmente les permitió ser padres. Nancy cuenta el momento en el que el test dio positivo y no puede aguantar el llanto. “Me levanté a las siete de la mañana y cuando vi las dos rayitas no lo podía creer. Lo desperté a mi marido para preguntarle si veía lo mismo que yo. Nos quedamos mudos, sin reaccionar. En un momento nos cambió la vida”.

Hoy Esteban tiene dos años y Nancy reconoce que cuando sea más grande va a explicarle que él nació de una manera “más artesanal”. “Solo nosotros sabemos todo el esfuerzo que hicimos para tener un hijo. El deseo era muy fuerte y la posibilidad estaba muy lejos. El DGP es un avance increíble y si todavía hay prejuicio es porque hay desconocimiento”.