Si la fuerza del canto de Enrico Caruso logró romper una copa, si el repicar de las gotas de lluvia pueden ser la mejor canción de cuna y hasta las serpientes se mueven al ritmo de la vibración del pungi, ¿por qué no usar el poder del sonido a nuestro favor?
La segunda edición de ExpoBio Argentina Sustentable albergó este fin de semana distintas actividades vinculadas con el bienestar interior. Una de ellas fue la performance Open YOGA & DJ Set, donde “se mezclan antiguos cantos espirituales con ritmos electrónicos modernos”, describen la yoguiMaría Mettler y Martín Nardone. La clase contempla posturas dinámicas, respiración consciente y sonidos mántricos que logran “crear un remolino de éxtasis natural”.
Alejandro Scotti es profesor de Yoga Music, un sistema que entrelaza yoga, respiración, percusión corporal y gimnasia cerebral para desarrollar la creatividad de los más chicos. Ya tienen sesenta canciones “diseñadas desde la neurociencia” –asegura- disponibles en iTunes y Spotify. “Está comprobado que la música genera nuevas conexiones cerebrales y promueve el equilibro de los dos hemisferios”, dice y afirma que la demanda aumenta día a día. Repasemos los métodos.
Inundación auditiva
Esta idea de que las vibraciones de los sonidos producen cambios en el cuerpo y la mente se remonta a miles de años atrás. El gong, por ejemplo, es considerado un instrumento ancestral que permite generar un profundo estado meditativo. Cuando el mazo lo golpea, su sonido grave y potente inunda todos los sentidos. Estos discos metálicos circulares, “son una gran fábrica de armonías que crean un campo de onda sonora que atraviesa toda la materia y, tocados adecuadamente, permiten que la mente se relaje”, explica Ricardo Toriano, experto “gong player” y pionero en la promoción de sus beneficios en nuestro país.
Los “baños de gongs” suelen hacerse en grupo, donde los asistentes se “bañan” con estos sonidos tan especiales para “recalibrar el cuerpo físico, emocional y espiritual. Tiene un efecto revitalizante sobre el sistema inmune y nervioso”, explica con didáctica placidez Walter Daniel Ferrari (Jap Prem Singh), maestro y miembro activo de Puja Gong.
En Argentina -señalan ambos- durante la última década se multiplicó la incorporación del gong en conciertos y terapias. De allí surgió la idea de crear «Dragones«, un espectáculo que fusiona estos sonidos con arpas eléctricas e imágenes del artista argentino Ciruelo.
Hacer sonar objetos no es la única manera de generar melodías relajantes: los mantras son sílabas, palabras o frases que, al ser recitados varias veces, ayudan a que la mente se calme. “Jai Guru Deva OM” cantaban The Beatlesen Across the Universe, haciéndose eco de una tradición milenaria. El más popular es el OM, considerado como la base de cualquier otro mantra, para algunos es -incluso- una sílaba sagrada, “el sonido primario y universal”.
Ignacio Escribano es médico, instructor de la Fundación El Arte de Vivir y líder de la banda Indra Mantras, que combina estas palabras (en sánscrito) con sonidos pop, world music y ritmos latinoamericanos. “Los mantras nos protegen de aquello que se repite sin cesar: preocupaciones, miedos, inseguridades… Que no son más que un rumiar de ideas negativas”.
También se cantan en grupo para aumentar las vibraciones producidas (en esos casos, reciben el nombre de bhajans): «Cada persona entona una melodía, un ritmo o un sonido en particular, y las mentes se hacen una. Esa unidad genera una energía amorosa y profunda que purifica el sistema nervioso y el entorno», cuenta Escribano, quien asegura que, además, esta práctica favorece la concentración y la creatividad.
Estos sonidos pueden entonarse en soledad o en un lugar lleno de gente, como lo son las «Yoga Raves«, fiestas que combinan música, mantras y meditación en ambientes libres de humo, alcohol y drogas. La propuesta es dejarse llevar y «vivir una experiencia intensa», insisten Nicolás Pucci yRodrigo Bustos, fundadores de la banda So What Project! y de estos eventos. «Es la unión entre música y silencio, movimiento y quietud. Parece una contradicción, pero no lo es», opinan.
“En las grandes ciudades, las personas corren contra el tiempo y las obligaciones y se olvidan de vivir el aquí y ahora; por eso, muchos buscan hacer un pausa para conectarse con sí mismos”, dice Marcela López, quien desde hace tres años organiza encuentros grupales de armonización con sonidos y Reiki. Para esto, usa cuencos tibetanos y de cuarzo, tambores de mar y de trueno, didgeridoos, palos de lluvia y otros instrumentos de aire y percusión. “El conjunto de las vibraciones de los sonidos trabajan sobre nuestros cuerpos físico, emocional, mental y sutil, equilibrándolos y desbloqueando nuestros chakras y produciendo una sensación de relajación profunda”, explica.
María de Lourdes González, profesora de italiano y “masajista sonora y vibroacústica”, explica que, al deslizar y hacer vibrar el cuenco sobre el cuerpo, “se trabaja sobre los distintos meridianos de la medicina tradicional china; los tonos que producen crean un balance energético que ayuda a sincronizar los hemisferios cerebrales”.
Karina Quiroga es docente y desarrolla lo que llama «sound touch» o el arte del toque sonoro, «un abordaje terapéutico que apunta al reordenamiento del campo energético a través de la voz humana y el toque sutil». ¿Cómo es esto? En lugar de centrarse en la generación del sonido, se enfoca en la escucha, en cómo una persona absorbe los sonidos con los oídos y con todo su cuerpo y puede lograr un estado meditativo.
Desde Halitus –instituto médico dedicado a la fertilidad y dirigido por Sergio Pasqualini– incorporaron, hace varios años ya, un área que trabaja específicamente sobre el vínculo de la mente y el cuerpo a través de distintas terapias alternativas. Una de las actividades son lossincronizadores cerebrales, con los que se busca equilibrar ambos hemisferios del cerebro con una estimulación visual y auditiva: “Con los ojos cerrados, anteojos especiales de luz y audífonos en los oídos, la persona se siente inmersa en unos patrones geométricos de color y sonidos de trance que estimulan el cerebro para alcanzar niveles de relajación profunda”, explica Claudia Pagano, especialista en acupuntura y medicina tradicional china. “Está demostrado que, en ciertos estados mentales -como en la meditación-, ambos hemisferios cambian hacia un ritmo único y coherente, operando al unísono, eso es la ‘sincronía’”.
Entre el ruido constante de las bocinas y los auriculares al máximo, estas disciplinas son buscadas, incluso, por aquellos sin otras vivencias ni intereses zen.
Un relámpago se ve a lo lejos. Rápidamente llega el trueno. Mi oído interno traduce las ondas sonoras al lenguaje del cerebro y siento un vestigio de miedo al instante. Cómputos veloces en el tronco cerebral señalan un evento potencialmente urgente. Curiosamente, una cálida sensación de felicidad me invade por un momento. No lo había notado, pero mi abuela preparaba un chocolate caliente los días de lluvia y esa bebida casera despertaba la misma sensación cada vez. La amígdala y un circuito subcortical habían codificado esta asociación más allá de mi consciencia. Pero además siento nostalgia. Ya recuerdo, y con la evocación de esta memoria se ponen en marcha redes fronto-temporales. Aquel viaje inolvidable también había tenido un día de tormenta. Mientras se extingue el trueno, se escuchan rugidos graves que me mueven esta vez a una tenue tristeza. Finalmente, se anuncia la calma. Detrás de mi expectativa creciente se esconde la coordinación precisa de áreas auditivas y regiones frontales. Al confirmarse mi anticipación, el silencio me revitaliza. El interjuego de estos mecanismos cerebrales, y muchos otros que no conocemos aún, está detrás de nuestra compleja experiencia afectiva-emocional cuando entramos en contacto con el sonido y la música.
(*) Por Federico Adolfi, músico, especialista en neurociencia y cognición musical de INECO.
http://entremujeres.clarin.com/vida-sana/bienestar/relax-cuenco-sonidos-hacen-bien_0_1673232766.html