Según Beatriz Literat, ginecóloga y sexóloga del Instituto Halitus, el 40% de las mujeres y el 15% de los hombres que consulta, lo hace por una fobia sexual.Es que hay más fóbicos sexuales que lo que se imagina. Según Beatriz Literat, ginecóloga y sexóloga del Instituto Halitus, el 40% de las mujeres y el 15% de los hombres que consulta, lo hace por una fobia sexual. Sapetti coincide en que el número de consultas creció y «la edad bajó: venían a los 30 ó 40, ahora consultan a los 18 años».
«La fobia es un temor irracional a un riesgo que no existe. Puede ser pánico a la penetración, a un beso profundo, a tocar los genitales, incluso los propios. Hay varones que para evitar penetrar hacen una eyaculación precoz, impotencia o pierden el deseo. Algunos tienen una obsesión por el tamaño del pene o por la constitución del cuerpo», explica Adrián Sapetti, psiquiatra y sexólogo del Hospital Durand. «Si no se trata, puede llegar a extremos: hay quienes nunca pudieron masturbarse y quienes mueren vírgenes», dice.
¿Qué pasa entre las mujeres? «Aparece una condición de evitación sexual ligada directamente con esta aversión, que es el vaginismo: una contracción involuntaria de la vagina que no sólo impide la penetración sino hasta la colocación de un tampón», dice Literat.
«Son fobias comparables con otras que se manifiestan fuera de la cama. La persona tiene deseo, pero para no exponerse evita la situación de sexo, pone excusas, dice que está menstruando o que tiene dolor. Eso puede afectar mucho a la pareja, como en los matrimonios no consumados», dice Gustavo Rodríguez Baigorri, urólogo, sexólogo y psiquiatra del Hospital Tornú. «Son parejas que tienen relaciones sin penetración como los adolescentes, con mimos, orgasmos y que llegan a la consulta cuando se dan cuenta de que no pueden tener hijos», suma Literat. ¿Qué hay detrás? «Muchas fobias sexuales ocultan un mal mayor, por ejemplo, el miedo a tener un hijo. No hay mejor anticonceptivo que una impotencia», explica Baigorri.
«Estas fobias no necesariamente se originan en un abuso o una violación. Quienes las padecen suelen no tener información sexual adecuada a lo que puede sumarse un trauma, como haber visto a los padres teniendo relaciones en una edad en la que no puede procesarse o haberse asustado con una escena de violación en una película. A esto se suman los tabúes, los mitos y la educación represiva», dice Literat.