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Por: Revista Luz | 11/11/14

Contra Natura


Mujeres que abandonan a sus hijos. Otras que deciden no tenerlos nunca y, los casos más dramáticos, los de aquellas que asesinan a sus propios niños. Cada uno de estos hechos pone en debate la existencia del instinto maternal. ¿Qué dicen los especialistas? ¿Cuestión biológica o cultural? aquí las opiniones.

En abril de este año una noticia nos dio escalofrío. Seis pequeños cuerpos sin vida fueron encontrados tras un allanamiento y habrían sido ahorcados pocos minutos después de su nacimiento. Megan Huntsman, una mujer de 39 que vivía en el estado de Utah, en los Estados Unidos, los había engendrado, parido y asesinado entre 1996 y 2006. Unos meses antes de este siniestro hallazgo, en nuestro país, a Priscila Lafuente de 7 años también la encontraron muerta. Su madre la había asesinado a golpes y, su padrastro, incinerado su cuerpo post mortem para ocultar la evidencia. Episodios de este tipo vuelven a plantear el debate sobre el instinto maternal. Mandato social o cuestión biológica, estos hechos demostrarían que el amor maternal no es un patrón universal ni mucho menos algo innato. Una reflexión semejante surge del caso de Cándida, la joven jujeña condenada en 2003 por haber matado a su bebé fruto de una violación. Su historia es difícil y compleja, con una infancia teñida de violencia y falta de contención familiar. Según Osvaldo Cañete, en la investigación del libro Mujeres Frágiles. Un viaje al infanticidio: «estas mujeres pertenecen a sectores excluidos, tienen escasa escolaridad, vienen de familias numerosas y no tienen pareja estable». Numerosos estudios al respecto demuestran que muchas de estas mujeres no saben lo que hicieron, no saben explicarlo, no entienden lo que les pasó, casi como una consecuencia directa de la ignorancia y de gran vulnerabilidad emocional. Además, el creciente número de mujeres que, pudiendo tener hijos, opta por renunciar a la maternidad pone en tela de juicio un concepto que genera más dudas que certezas. «Habría que evaluar los motivos de esa renuncia. Todo ser humano quiere trascender en el tiempo a través de su progenie, es su manera de volverse inmortal de algún modo», asegura la Dra. Beatriz Literat, médica sexóloga de Halitus Instituto Médico. «¿Qué creencias se instalaron en la mente de esta mujer a lo largo de su vida que la hacen decidir a renunciar a la maternidad? ¿Cuáles son los valores que sostiene que la hacen priorizar otro tipo de realizaciones como las laborales, económicas o estéticas, de mayor libertad y confort? Porque realmente la maternidad implica desarrollar en la mujer y en el hombre el potencial de volverse más altruistas, generosos y comprometidos con el hijo hasta niveles de sacrificio personal», agrega la especialista.
Sin embargo, en nuestro país, donde se interrumpe un embarazo por cada dos recién nacidos y donde la mitad de los hijos de clase media es no planificada, hay voces que invitan a la reflexión. Es el caso del médico Mario Sebastiani, obstetra del Hospital Italiano, que cuenta con una trayectoria profesional en consultorios y salas de parto de casi cuarenta años y que propone una revisión del concepto de instinto maternal. Desde la biología se lo define como aquello que permite la supervivencia y la evolución de la especie. Por eso para algunos el instinto maternal es algo innato que impulsa a las mujeres a tener hijos, y a protegerlos y cuidarlos una vez que han nacido. «Está comprobado científicamente que los seres humanos de todas las culturas – ya sean hombres o mujeres – tienen una respuesta a los bebés y niños de protección y cuidado», asegura el Dr. Leonardo Imbriano, Ginecólogo y Cirujano de Unidad de Cirugía Plástica de la Clínica Santa Isabel. Pero Sebastiani disiente y sostiene que a la madre reciente no hay instinto que la salga a rescatar cuando pasa días y días agobiada por la falta de leche, el bebé que no para de llorar o los altibajos emocionales propios de esa etapa. El obstetra, autor del libro ¿Por qué tenemos hijos? (Editorial Paidós), cuestiona así la idea de instinto maternal y advierte que hay información que no se divulga a las futuras madres, porque simplemente no es agradable. Sentir aburrimiento, soledad, o tener ganas por momentos de sacarse de encima al bebé forman parte, también, de la experiencia de ser mamá.
Juego de roles
La mujer que decide no tener hijos tiene que luchar con una sociedad que no la ve con los mismos ojos que a otras que cumplen con el rol esperado. Porque la educación juega un papel importante en este entramado. Es que la asignación de roles de género que se otorga a partir de la determinación del sexo biológico – macho/hombre hembra/mujer – implica el cumplimiento de ciertos mandatos. «Las niñas deber ser protectoras, sensibles, sumisas y jugar con aquello que las prepare a cumplir con su misión de madres y amas de casa en la vida adulta. Por lo tanto, se les regalan juegos de cocina, escobas y muñecas. En cambio los niños deben ser extrovertidos, rudos, ingeniosos, seguros de sí mismos y estar preparados para enfrentar los avatares de la vida pública en sociedad. Por consecuencia, sus juegos y juguetes refieren a herramientas, destreza física y fuerza, para que en el futuro sean los proveedores del hogar, impartan autoridad y tomen las decisiones trascendentales en la vida familiar. De esta forma, se nos programa de pequeños a través de los juegos para cumplir con lo que sociedad espera de nosotros», asegura la abogada feminista Natalia Ruíz.
En el colectivo social la ley de reproducción de la especie y el mandato socio cultural familiar, equiparan la identidad femenina con la maternidad. «La imposición de ser madres, disfrazada de deseo -la mujer que no desea ser madre no puede llamarse mujer -, oculta una opresión: la mujer no es libre para decidir sobre su vida reproductiva y sexual. La maternidad siempre es y debe ser una elección», aclara Ruiz. En la misma línea, la Licenciada en Psicología Adriana López, cofundadora de Momento Cero, una institución destinada a recuperar el arte perdido del ejercicio de la maternidad y paternidad, afirma que «la maternidad puede ser tanto fuente de felicidad como de conflictos, algo placentero o algo que implique un sacrificio. Depende de la significación que le dé esa mujer. Hoy las cosas han cambiado; muchas mujeres deciden no ser madres, su realización personal pasa por su trabajo, por su profesión. A diferencia del resto de los mamíferos, nosotros sí tenemos la posibilidad de elegir», concluye la terapeuta. -María Jimena Barrionuevo.
Hay información que no se divulga a las futuras madres, porque simplemente no es agradable. Sentir aburrimiento, soledad, o tener ganas por momentos de sacarse de encima al bebé forman parte, también, de la experiencia de ser mamá.