La infertilidad es un problema biológico, psicológico, social y cultural que afecta aproximadamente a un 15% de la población y que, si bien la ciencia ha dado distintas opciones para lograr que muchas personas cumplan el sueño de tener un hijo, cada vez hay más información que avala la importancia del estado psicológico, emocional y espiritual de quien debe afrontar un tratamiento de reproducción asistida. Y es que la infertilidad trasciende la esfera de la intimidad de la pareja y produce efectos incluso en la cultura.
“La infertilidad humana ha tenido desde siempre un significado psicosocial negativo, e históricamente la persona infértil era la mujer. En la actualidad la evolución de la ciencia y la biotecnología permitieron que el problema de la infertilidad fuera compartido por la pareja pero también que, a partir de la evolución social, fuera un tema de personas solas. Hoy está probado que la infertilidad no es solamente un tema de mujeres sino que el diagnóstico por imágenes y los estudios de laboratorio abordados en distintas investigaciones médicas permiten evaluar también al hombre y detectar en él, con mayor frecuencia de la que se creía, dificultades reproductivas. Eso hace que lleguen también más hombres acompañando a sus parejas o incluso hombres solos a la consulta psicológica”, refiere la Lic. Patricia Martínez, de Halitus Instituto Médico.
Ahora bien, los integrantes de la pareja que se descubre infértil se sienten en principio muy disminuidos, muchas veces sienten que no cumplen con las expectativas de los otros y que sus vidas acaban con ellos. Martínez explica: “Es que La infertilidad cuestiona la identidad individual de la pareja, ambos se sienten inmaduros e incompletos, incapaces de abandonar el status de hijo para suplirlo por el de padre o madre. La situación de infertilidad cuestiona también la identidad sexual dado que muchas veces se asocia maternidad con femineidad y masculinidad con potencia reproductiva. Por último, también se cuestiona la identidad social porque la pareja infértil sale de la norma de lo socialmente esperado, que tengan hijos”.
¿Qué y quién pregunta?
Cuando los pacientes comienzan un tratamiento de reproducción asistida, las preguntas se acumulan. Según la psicóloga especializada, “las dudas principales tienen relación con el tratamiento en sí mismo, alcances, posibilidades, consecuencias, etc; otras se relacionan con aspectos subjetivos, por ejemplo ¿Por qué a mí? …es decir, descubrirse como no pudiendo algo dentro de una sociedad y una cultura que nos exige poder cada vez más. Este es un gran desafío porque muchas veces implica sentirse inferior o distinto. Este planteo nos lleva a trabajar en una suerte de reacomodamiento subjetivo para poder crear las coordenadas psicológicas que nos permitan abordar el tratamiento médico. Estas coordenadas son los recursos y capacidades que cada sujeto tiene para enfrentar una situación adversa que, muchas veces, nunca había pensado tener que atravesar”.
La Lic. Martínez refiere: “En el hombre, muchas veces, se asocia la virilidad y potencia sexual con capacidad reproductiva, y en la mujer queda asociada a la femineidad. Esto da lugar a planteos diferentes que abordamos tratando de diagnosticar y corregir las variables psicológicas que puedan interferir en el despliegue de un tratamiento. Entrenamos en la resolución de problemas. Tratamos de favorecer la construcción de una identidad que no tenga como columna vertebral la maternidad o la paternidad. Focalizamos en aliviar la angustia trabajando sobre fantasías y creencias irracionales que subyacen en los tratamientos”.
La mujer receptora de óvulos y la donante
En algunos casos, ante la imposibilidad de contar con sus propios óvulos, una mujer debe recurrir a la ovodonación. Otra mujer dona sus óvulos para darle la posibilidad de cumplir el sueño del embarazo. En estos casos, la psicóloga también juega un rol relevante.
“La intervención en mujeres receptoras de gametas se inicia en la valoración del desajuste emocional que se ha producido luego del diagnóstico de infertilidad más la indicación de la ovodonación. Definimos “Desajuste emocional” que no es lo mismo que patología y proceso de elaboración de duelo. El desajuste emocional refiere al grado de alteración emocional que se produce tras un suceso de la vida y que no genera necesariamente el inicio de un trastorno psicológico. Luego de verificar esto pasamos a abordar otros aspectos relacionados con la ovodonación: la relevancia de lo genético, la ambivalencia del vínculo afectivo con los hijos, la construcción de la identidad del niño y valorar la importancia de transmitir al niño la verdad sobre su origen”, describe la psicóloga.
Y agrega: “En todos los casos de donación de gametas, en primer lugar es importante trabajar sobre el significado de esto. La información inicialmente la brindan los médicos y cada pareja según el caso tendrá inquietudes particulares que trabajaremos multidisciplinariamente. Hay parejas que se centran en la cuestión de lo genético, en ese caso se trabaja sobre este punto en particular tratando de situar fantasías y temores sobre el parecido físico de los hijos, el temor a la transmisión genética de enfermedades, entre otros temas que pueden aparecer”.
La consulta psicológica con una donante se divide en dos etapas. Primero se realiza una entrevista semidirigida, donde se investigan algunos aspectos de la vida de la donante, como su historia familiar, constelación actual, intereses, motivaciones para realizar la ovodonación. Luego un segundo momento, donde se evalúan algunos parámetros de la personalidad a través de un cuestionario o test de la personalidad.
El niño debe conocer su origen ¿por qué?
Muchas veces, en los casos de donación de gametas se pone en duda si se le contará al niño sobre su origen. Esto requiere una elaboración con la cual la psicóloga puede colaborar. Así lo explica la psicóloga: En primer lugar es importante contarle porque todo ser humano tiene derecho a conocer su identidad, su origen constituye un dato fundamental de su historia. Construimos nuestra identidad sobre la base de conocer nuestra prehistoria es decir las coordenadas en las cuales se inscribió nuestra existencia. También es importante mencionar que en una relación afectiva no debe haber secretos u ocultamientos dado que siempre nos conducen a malos entendidos y distancias y desapego.
Proyecto en solitario: Mujer u hombre solos
En algunos casos y por distintas razones, una mujer sola o un hombre solo, se acerca a realizar una técnica de reproducción asistida para tener un hijo. En estos casos también el relevante el apoyo y el análisis psicológico. “Tanto en el caso del hombre como de la mujer que consultan para encarar un proyecto de familia en solitario, debe tenerse en cuenta en primer lugar las motivaciones para hacerlo, es decir, interrogar sobre el deseo puesto en juego allí. El hombre encara este proyecto en pareja, casi en la mayoría de los casos. En cambio, en las mujeres se observan cada vez más casos de proyecto de maternidad en solitario. En ambos casos es muy importante trabajar motivaciones, expectativas, creencias, dudas, fantasías y temores”.
Siempre teniendo en cuenta como se juega la historia de cada sujeto en este proyecto”, asegura Martínez.
Dos hombres o dos mujeres en busca de un hijo
Las parejas homosexuales recurren a las técnicas de reproducción asistida, no por disfunción, sino porque toman la decisión de tener un hijo. Este niño estará emparentado genéticamente con un solo miembro de la pareja.
“En parejas del mismo sexo se trabaja siguiendo un proceso de asesoramiento que incluye dos fases. Primera Fase previa al tratamiento: Se indagan las motivaciones que las lleva a tomar la decisión de tener un hijo, se trabajan los vínculos con sus familias de origen y comprobamos si poseen dentro de sus familias y/o fuera redes de contención social. Segunda etapa durante el tratamiento: trabajamos miedos y dudas relacionados con la crianza. Tratamos de definir roles y funciones. Pensamos con ellos cómo trabajar el tema de la educación sexual de sus hijos y todas las inquietudes que les generen a los pacientes la particularidad de la familia homoparental que están construyendo”.
La licenciada describe: “Los miedos en relación a la crianza es un punto a trabajar, y esto se relaciona con el ejercicio de los roles que en la familia homoparental no queda definido por el género. Desde la construcción del imaginario social, identificamos el rol materno con la madre nutricia, y al rol paterno con el padre proveedor, pero los roles son funciones no personas, con lo cual los roles van a ser desempeñados por quien pueda desde su lugar en la pareja y en la familia, identificarse como mamá o como papá”.
Las dudas, emociones y temores a lo largo del tratamiento
La intervención psicológica ayuda en el día a día frente a resultados negativos.
“Se trata de valorar la manera en que la persona elabora sus pérdidas. Detectar cuál es el conflicto en torno a la pérdida y se trabaja sobre esto. Descubrir creencias irracionales y elaborar estrategias cognitivas para afrontarlas. También en el espacio terapeútico se favorece la expresión de emociones por la vía de la verbalización de la experiencia. Se trata de desarrollar formas de afrontamiento de las pérdidas potenciando recursos y habilidades que el sujeto tiene. También explicamos cómo suele ser la vivencia de otra persona ante la misma situación sin olvidar la individualidad de cada sujeto. Actualizamos siempre la idea de que el tratamiento es una opción pero no la única posible”, dice la psicóloga de Halitus.
Las vivencias de los abortos espontáneos de repetición ha sido descripta como vivencia o acontecimiento traumático pudiendo generar lo que el DSM IV clasifica como Trastorno por estrés post-traumático, el cual describe con síntomas depresivos, ansiedad, baja autoestima, desencadenando un proceso de duelo y otras consecuencias psicológicas con las cuales el apoyo psicológico puede ayudar a tratar. “Existen elementos facilitadores de un proceso de duelo saludable y la consulta con un profesional puede ayudar en este sentido, tomar en cuenta las propias contradicciones internas y tratar de afrontarlas, desarrollar relaciones interpersonales empáticas y en las cuales se pueda canalizar adecuadamente las emociones. El estrés, la ansiedad y los miedos pueden ser grandes obstáculos pero también pueden ser el punto de partida para iniciar un proceso terapeútico que facilite el desarrollo del tratamiento”, expresa la especialista.