Para Martín Liberman (34) y su esposa, Marcela Greco (37), el sueño finalmente se hizo realidad. Fueron dos años de lucha en la búsqueda de convertirse en padres. Dos años en los que, como no podían concebir de manera natural, pasaron por numerosos tratamientos de fertilidad. A él le practicaron una biopsia testicular ya que tenía una asos-permia, y a ella un tratamiento de estimulación con inyecciones y pastillas. Finalmente, el sábado 30 nació Blas, el primer hijo del periodista deportivo y su cónyuge. «Teníamos fecha para el 7 de junio, pero se adelantó, parece que estaba ansioso. Habíamos ido a comer afuera, y cuando volvimos de cenar Marcela rompió bolsa y empezó con muchas contracciones, así que fuimos de urgencia a la clínica y a las 7 de la mañana empezó el trabajo de parto, que duró casi tres horas. Poquito antes de las 10, nació Blas. Pesó 3,140 kilos y midió 48 centímetros, por ahora tiene ojos azules y el pelo es castaño, parece que es un intermedio entre el de la madre y el mío», cuenta emocionado el Colorado con su primogénito en brazos, en la suite presidencial del Sanatorio de la Trinidad.
-¿Cómo fue el parto?
-Salió todo perfecto. En un momento se complicó porque si bien había dilatación, el bebé no se encajaba en el canal de parto. Tratamos de esperar, pero no pasaba nada y por eso hubo que hacer cesárea.
-¿Presenciaste el parto?
-Sí, no me perdí un minuto. La verdad, yo no sabia cómo iba a reaccionar, es tanta la emoción que es difícil de describir. Además, creo que fue bueno que yo estuviera, no sólo por eso sino porque estabamos preparados
para la cesarea y Marcela se puso un poco nerviosa.
-¿Cuál fue tu sensación cuando lo tuviste en brazos?
-Cuando estaba saliendo de la panza, yo no podía parar de llorar. Los médicos me preguntaron si me sentía bien y yo les decía: «Quédense tranquilos, estoy genial». Después, cuando nos quedamos solos en el cuarto, con Marcela lloramos dos horas seguidas. Es que la nuestra fue una lucha de años para llegar a este momento de felicidad tan grande que vivimos hoy.
-¿Cuándo decidieron el nombre?
-Eso fue gracioso. El ya había nacido, vino la enfermera para ponerle la cintita con el nombre y todavía no nos habíamos decidido. Así que le dije: «Blas, se llama Blas». Hasta último momento, después de haber pensado en Valentín y Román como posibilidades, estábamos entre Franco y Blas. Franco era el que había elegido yo, pero quise darle el gusto a Marcela por todo lo que la luchó.
-¿Sos un padre aplicado?
-Sí, ya le cambio los pañales y le limpié el ombligo. Jamás en mi vida había cambiado un pañal, pero por mi hijo soy capaz de hacer cualquier cosa. Blas es un santo, se porta fenómeno y duerme todo el día y se despierta para tomar la teta. No llora nunca, es un genio. Esperemos que siga así, pero si llora me voy a levantar a cualquier hora para ver qué le pasa.
-¿Pensás en tener otro hijo o con todo el esfuerzo que debieron hacer, con la llegada de Blas ya es suficiente?
-Yo quiero intentar de nuevo, ya se lo dije a Marcela. Es que cuando encontramos a Sergio Pasqualini, que fue nuestro obstetra y quien le hizo el tratamiento a mi mujer, hallamos un padre. Le estaré eternamente agradecido.
Mariano Caruso
Foto: Patricio Haimovici
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