“El control de esfínteres no es algo que se da de un día para el otro sino que es algo que se construye y el chico va dando señales de ello, que todas juntas van a dar cuenta al papá de que está en el momento para invitarlo a empezar el proceso. Va a ser una decisión compartida, los papas tienen que tener ganas y el chico tiene que tener ganas”, explica la Lic. Alejandra Libenson, psicopedagoga de Halitus Instituto Médico.
¿Cuándo empezamos?
Lo principal es comprender que no todos los niños tienen los mismos tiempos para adaptarse a este crecimiento y que los padres deben apoyarlos y acompañarlos en este despegue respetando el ritmo del desarrollo. Este proceso de control suele llevarse a cabo entre los dos y los tres años y medio aunque suele no ser definitivo y presentar idas y vueltas hasta los seis años. Sin embargo, cada niño tiene sus tiempos particulares y los padres deben estar atentos al momento el que el niño muestra interés por el tema, pregunta, observa, intenta dominar su cuerpo. Son estas las señales de que es el momento indicado de comenzar el proceso.
El momento de preocuparse llega cuando el niño cumplió los tres años y no muestra ningún indicio de querer hacerlo, hay que incentivar el registro de las necesidades mostrándole que a los papás no les da igual que lo logre a que no lo logre y siempre descartar que exista algún problema orgánico que esté dificultando el proceso.
“Es esencial respetar la iniciativa del niño, confiar en que es capaz de hacerlo y darle tiempo, hay que entender que va a haber muchas desprolijidades en este camino y que hay mucho de emocional en esto porque dejar los pañales es el último resabio de ser bebé que le queda, es lo que todavía lo muestra dependiente de la atención materna. Entonces, se genera una ambivalencia: por un lado esto de querer crecer y parecerse a papá ya mamá y por otro lado, no querer crecer para seguir teniendo las bondades de ser bebé. Esta ambivalencia hace que haya veces que pueda y otras que no. Ese es el momento en que los padres deben mostrar el deseo de ellos de que el niño crezca, que cuanto más grande sea más lo van a querer”, expone Libenson, autora del libro Criando hijos, creando personas.
Yo, mío, adelante, atrás
El control de esfínteres es un paso importante para el desarrollo tanto emocional como mental del niño y significa un aprendizaje de la toma de control y tal vez el primer dominio de la espera y del propio cuerpo. Es un proceso mediante el cual el niño debe darse cuenta de sus ganas, retener, esperar y llegar al lugar justo en el momento justo, debe hacerse cargo de sus actos y de sus consecuencias por primera vez. “Pero todo cambio en la rutina requiere compartirlo con el niño y pedirle que de alguna manera lo autorice, que haya una anticipación del momento por venir porque es la garantía de que el chico forma parte de ese cambio, sino es una obediencia, un adiestramiento. El aprendizaje tiene que ver con algo vincular”, expresa la Lic. Libenson.
Para lograr el control de esfínteres en general, el niño debe poseer un vocabulario suficientemente amplio como para poder comunicar sus deseos y, normalmente esas frases van acompañadas de una serie de actitudes rebeldes ante la oferta de ayuda de los adultos.
“El chico tiene que empezar a rechazar la ayuda materna, no le da igual que lo agarren en todo momento, eso da cuenta de que toma conciencia de su propio cuerpo y es importante que pueda comunicarlo de alguna forma, no sólo expresarlo con palabras sino que le ponga algún límite a la madre y diga que no.
También es fundamental que tenga fuerza motriz para valerse por sí mismo, desvestirse solo para tener la posibilidad física de hacerse cargo de su propio cuerpo y de su esquema corporal, dónde es adelante, dónde es atrás”, sostiene la Lic. Libenson. El niño busca independencia y aún no está listo y lo demuestra rechazando ser alzado, cambiado con frecuencia pero ya maneja su cuerpo con seguridad y logra trepar y correr y hasta comienza a elegir su propia ropa.
Etapas en el control
“Hay diferentes etapas en el control de esfínteres: en un primer momento en el que el niño se hace pis y caca y es la madre quien lo registra y lo cambia, hay una segunda etapa donde el chico se hace y enseguida de alguna forma muestra que se hizo. Ese es el momento de alentarlo. Una tercera etapa en que el chico mientras se está haciendo hace alguna conducta relacionada con el proceso como por ejemplo esconderse debajo de la mesa o detrás de una cortina. Y por último, cuando está con ganas, anuncia y todavía no llegó a hacerse y es ahí donde uno puede invitarlo a ver si llegamos”, dice la Lic. Libenson.
Muchas veces, el niño avanza alguna de estas etapas y luego retrocede un paso. En estos casos es importante primero ver si ese retroceso no es algo momentáneo y ese día jugó mucho o está cansado por demás, no necesariamente eso significa que no puede dominar su cuerpo sino que en ese momento se le pasó. “Es esperable que tenga escapadas esporádicas hasta los seis años inclusive, ahora si un niño de dos o tres años o tres que ya empezó el control insiste en no poder controlar habría que ver si era el momento para dejar esos pañales o si hubo algún episodio que lo esté provocando. Además hay que tener en cuenta que lo más común es que retengan más de día que de noche y por eso tampoco hay que preocuparse”, explica la psicopedagoga.
Hay que tener en cuenta que al pedirle que controle esfínteres, en realidad lo que se le está pidiendo al niño es que postergue su deseo y que pueda elegir en qué momento y dónde hacerlo. “Si esta conducta depende siempre de los padres lo más probable es que el chico no tenga registro de la necesidad, por eso siempre digo que el control de esfínteres es algo más que dejar los pañales. El plus es elegir y controlar, en principio el propio cuerpo y luego por ende las acciones y decisiones del propio cuerpo”, señala Libenson.
La mejor manera de ayudarlos a aprender a controlar esfínteres es jugando, sin presiones ni exigencias, confiando en sus necesidades, valorando sus logros, respetando sus iniciativas, y sobretodo, manteniendo el vínculo entre padres e hijos bien fuerte. Estar atentos y acompañarlos es la clave.