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Nunca hay que bajar los brazos


Estimado Doctor:
Al poco tiempo de estar casada me diagnosticaron una leucemia mieloide crónica. Todavía no teníamos hijos y esto aumentó mi dolor, ya que las fuertes dosis de quimioterapia a las que me debía someter cuando me realizaran el transplante, tenía pocas posibilidades de ser madre.

Todo esto dificultaba mi recuperación, porque me era muy difícil soportar la idea de no poder tener hijos, estaba triste y no quería comenzar el tratamiento.
Entonces me recomendaron asistir al Instituto Halitus. Allí encontré una esperanza: criopreservar embriones antes de comenzar el tratamiento oncológico. Esta decisión fue imprescindible para mí, ya que me llenó de fe y de fuerzas par luchar, para salir adelante y para curarme, pues había vida esperándome.
El transplante fue todo un éxito, gracias a Dios, al excelente cuerpo médico y al apoyo de toda mi familia y mis seres queridos, y la enfermedad tuvo una remisión total.
Luego de dos años y medio, y ya recuperada totalmente, volví a consultar al Doctor Pasqualini, director de Halitus, y me realizaron la transferencia de algunos embriones.
Casi nueve meses más tarde viví el momento más hermoso y feliz: el nacimiento de mi hijo, un bebé sano y divino, que es la razón de mi vida, de mi esposo y la alegría de toda la familia.
No tengo palabras para agradecer al Doctor Pasqualini y a todo el equipo de Halitus por su excelente atención y por haberme ayudado a hacer realidad el más lindo de los sueños: tener un hijo.
Todo esto me enseñó que nunca hay que bajar los brazos y que siempre hay que tener fe, porque Dios siempre nos brinda una segunda oportunidad.

Paciente anónima
Buenos Aires, 6 de octubre de 2000