Luego de once años de noviazgo, Fernando y yo decidimos casarnos. Como todo matrimonio disfrutamos los primeros tiempos de la vida juntos pero sentíamos que nos faltaba algo que llenara nuestro hogar. Sabiendo que nos era imposible concebir un niño en forma natural a consecuencia de una intervención quirúrgica anterior, no dudamos en acercarnos a Halitus.
Nuestras charlas con el Dr. Pasqualini comenzaron en el mes de Julio de 1996, quien nos ayudó a encontrar cuál era la técnica que más se adecuaba a nuestro caso. Luego de varios estudios, tuvimos nuestro primer intento de fertilización in vitro en el mes de Noviembre
Allí empezó nuestra lucha, que fue mutua, por lograr el añorado objetivo. Y digo mutua porque tanto Fernando y yo sentimos que Halitus y su gente nos brindaba el apoyo para seguir adelante, tanto en lo científico como en lo sentimental. Y les quiero decir que esto es muy importante puesto que uno necesita tener confianza en los profesionales y sentirse contenido ya que se pasan por momentos difíciles y de incertidumbre.
Recuerdo cada vez que debía llamar por teléfono a Halitus para preguntar si se había logrado la fertilización de los embriones, o si el examen de sangre daba positivo y se confirmaba el embarazo.
Pero no crean que acá finaliza mi historia. Quiero contarles que yo pasé por casi todos los estados que la técnica que utilizamos posee: mis óvulos, luego de ser estimulados, no eran buenos para lograr una fertilización. No se lograba una fertilización luego de que me aspiraban los óvulos. Los embriones fertilizados no prendían luego de transferidos, hasta llegué a perder un embarazo de dos meses y medio.
Pero todo esto no me frenó ni me quitó las ganas de seguir adelante. Por el contrario, mirando para atrás pensaba que tanto sacrificio no se podía tirar por la borda. Siempre creí que “nosotros” lo podíamos lograr. Fue así que seguimos luchando, emocional y económicamente. Pasaron seis años, en los que tuvimos siete intentos hasta que finalmente nuestro embarazo prosperó. Logramos transferir dos embriones que fueron creciendo normalmente hasta que, al mes y medio, uno de ellos dejó de existir. Otro bajón para digerir.
Vinieron luego los primeros cuatro meses interminables en los que cada pequeña pérdida de sangre nos hacía sufrir. Pero los malos momentos pasaron y finalmente comenzamos a disfrutar del embarazo y nos emocionamos en cada ecografía.
Matías fue creciendo dentro de mí hasta que, el 13 de febrero de este año decidió venir al mundo.
Mi parto, si bien fue por operación cesárea, lo disfruté mucho puesto que allí estaban acompañándome todos aquellos que habían estado conmigo recorriendo este camino.
Y ahora, viendo y disfrutando a mi hijo, me olvido de todo lo que pasé y ya no me parece trágico un momento que hacía verlo todo negro. Por eso creo que hay que luchar y seguir adelante ya que el tesoro se encuentra siempre al final del camino.
Silvia Fierro y Fernando Zubillaga
Abril 2002