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Ella es mi todo, mi sueño hecho realidad


Mi historia en Halitus comenzó en 2018, cuando decidí averiguar por la criogenización de óvulos. Durante más de quince años atendiéndome con una ginecóloga, ante una probable endometriosis y años con dolores menstruales, me animaba a cambiar de profesional. Pero antes de tomar cualquier decisión o estudio exploratorio para confirmar o no un diagnostico, mi deseo de ser madre estaba latente, quería formar mi familia. Tenía casi 37 años, no estaba en pareja y no sabía si en algún momento sucedería, pero quería ser mamá.

Saqué un turno, fui a la consulta y conocí a Eva Rodríguez Pazo. Luego de varios estudios y visitas a la sede de Marcelo T, comencé la estimulación, las inyecciones, las ecografías y a los pocos días fue la primer punción. Guardamos 4 ovocitos. En la última consulta le pregunté “cada cuanto se puede hacer esto?”. “Esperá seis meses”, me dijo.

A los seis meses, volví. Esta vez, como ya sabía el procedimiento y los pasos a seguir, solicité un turno en la fecha exacta en la que debía iniciar el tratamiento. Me dieron turno con Carlota Lucini, el mismo día que la conocí le dije que ya mismo quería comenzar una segunda estimulación. Salí de la consulta con las órdenes de las inyecciones que debía comprar y la sugerencia de hacer una consulta con el doctor Alejandro Polaino, ginecólogo del equipo en la sede de Larrea. Hicimos la punción a los pocos días y guardamos otros 6.

Ya sintiéndome más segura y tranquila, saqué un turno con Alejandro, después de casi dos años de tratamiento y controles anules, descubrimos que la razón de mis dolores y malestares, no era endometriosis, sino un mioma que no solo era molesto, sino que también por su ubicación impediría en un futuro la posibilidad de un embarazo. Así que en medio de restricciones  y aislamientos, idas y vueltas en mayo de 2021, me operó y lo quitó. Nunca más un dolor, un sangrado, una pastilla. Parecía que todo comenzaba a funcionar mejor…

Al poco tiempo terminé una relación que había comenzado 3 años antes y se me vino abajo toda la ilusión o idealización de formar una familia y de ser mamá. Pasaron unos meses y llegó el chequeo anual ginecológico, primer consulta: estudios de rutina, ecografías, nada nuevo. Segunda consulta: llevo los resultados, todo perfecto. Ahí mismo le dije: “Ale, quiero ser mamá, ya no quiero esperar”. “Dale para adelante”, me dijo.

Y otra vez… sentada en los pasillos de la sala de espera, veía como entraban y salían parejas de los consultorios, esperando que me llamara la Doctora Eugenia Baum, con mi bolsa de estudios y un poco de miedo a lo desconocido. Esta vez me acompaño mi mamá. Entramos, me explicó la parte del tratamiento que desconocía, me dio las órdenes, yo ni sabía que la cobertura médica me cubriría todo. Comencé otra vez la seguidilla de estudios y consultas. A las semanas volvimos con los resultados y escuche palabras como “insuficiencia ovárica precoz, baja reserva ovárica, histerosalpinpografia, ovodonación”. No recuerdo mucho más, solo que salí y manejé llorando hasta mi casa. Dos días después  volví a sentarme en esa sala de espera a que me llamaran, con mi bolsa de estudios entré al consultorio de Eva y le pedí que me explicará que significaban esas palabras que había escuchado y con lagrimas en los ojos le pregunté “qué hacemos?”. Me dio las órdenes para algunos estudios más y otras para presentar en mi cobertura, autorizar el tratamiento y la medicación, análisis genéticos. Luego llegaron resultados que no sabía que significaban, elegir un donante y tramites varios. También conocí a Oriana y ella me habló del banco de esperma, de los donantes y elegí finalmente uno.

Habían pasado casi 6 meses desde mi control ginecológico y seguía coordinando fechas, ciclos, estudios, medicación. Cuando todo estuvo listo comenzamos la estimulación, primera eco: los folículos eran pocos, segunda eco: no había crecido mucho en las ultimas 48 hs, tercera eco: seguían chiquitos, cuarta eco: “suspendemos la punción”. Salí del consultorio, la vi a Marcela en la recepción del primer piso y me largue a llorar y le dije “no se hace” y me fui. Ese día me acuerdo que hice de todo, me sobreocupe de tareas y cosas para hacer y no pensar, para que nadie se entere ni me vieran llorar tampoco.

Ahí fue cuando conocí a Alicia Pendito, pedí una entrevista online con ella y participé de uno de sus desayunos virtuales, escuché otras historias, vi otras realidades, pero en todas el mismo deseo. Elegí tomarme un tiempo, descansar de estudios, de consultas y de médicos…

Inicié un tratamiento de acupuntura para mejorar el funcionamiento energético de mi cuerpo, también para prepararlo para afrontar otra estimulación y un posible embarazo, me apliqué plasma rico en plaquetas, continué tomando los suplementos para mejorar la calidad de los ovocitos (si es que esta vez crecían), homeopatia para ayudar a mis hormonas y emociones que estaban a flor de piel. Continué con mis rutinas de ejercicios y actividades. Yoga, meditación, stretching, body pump, aero box, Hiit, zumba. Clase que encontraba, clase que me anotaba, tal vez para no pensar… Hice el B15 Fertilidad, eso me ayudó a elegir que comer, como elaborarlo y descubrir tal vez si era intolerante a algún alimento, para preparar mi organismo para un nuevo intento.

Habían pasado cuatro meses y volví a la consulta con Eva, “empecemos”, le dije. Pastillas, inyecciones, ecografías, la sala de espera de nuevo. Esta vez había algunos ovocitos chiquitos y luego de algunas ecos uno fue creciendo día a día, y llegó a la medida óptima para hacer la punción. A pocos días de cumplir 41 años estaba a punto de cambiar mi vida.

Muy nerviosa y emocionada fui ese sábado, en ayunas, otra anestesia y a esperar. Iban a descongelar los diez guardados y sumaban este último. Me dijeron “el lunes te llamamos”, así fue, el lunes sonó el teléfono y me dijeron “hay dos embriones, venite mañana”. El martes cuando casi estaba a punto de salir, volvió a sonar el teléfono y esta vez me dijeron “venite el jueves”, pregunté si estaba todo bien y me dijeron que sí, que me quedara tranquila. Esa noche le pedí a amigas que hagamos una juntada, les conté lo que pasaría al otro día y le dije que pidamos algunos tragos, ya que por un tiempo no iba a poder tomar alcohol. No había dicho nada a nadie ni cuando había comenzado la estimulación, tenía miedo de que otra vez haya que suspenderla y no tenía ganas de escuchar palabras de aliento de nadie que no supiera lo estaba viviendo en carne propia.

Llegó el jueves 16 de noviembre de 2023, subí al 5to piso, a los quirófanos, me acompaño mi mamá, entramos a una sala distinta a todas las anteriores. A oscuras casi, con una sola pantalla de costado y una ventanita que había visto en algunos posteos de IG. Ahí me esperaba Eva con una de las chicas que siempre veía cuando me cambiaba para entrar a quirófano o cuando salía y me despertaba de la anestesia. Me explicaron que sucedería y ahí mismo me enteré que había llegado sólo uno de los dos embriones al quinto día. Era del último ovulo que habían punzado cinco días atrás. Fue una mezcla de emoción, tristeza y miedo al mismo tiempo. Vi por la pantalla un “granito de arroz” en mi útero y me fui con una orden de análisis para hacer once días después. Nunca pasaron tan lentos los días… . La famosísima “Beta espera”

Esa mañana fui al laboratorio, me sacaron sangre y me dijeron “a las 18 hs te mandamos el resultado”. Sí once días pasaron lento, esas once horas fueron eternas. Llegó un “104”. Le reenvié el resultado a Eva y esperé, mientras me preguntaba porque no decía “positivo o negativo”. Le envié mensaje a Alejandro y le pregunte si era positivo. Me dijo que sí, que esperara la respuesta de Eva y que ella me indicaría como seguir. Minutos después sonó mi teléfono y Eva me confirmaba el resultado. Estaba embaraza. Debía repetir el análisis cada 48 hs hasta que ese valor se siguiera multiplicando y así fue… 268, 805 y 3035.

Después de treinta y ocho semanas y dos días nació Ariadna. Ahora ella es mi todo, mi sueño hecho realidad, el comienzo de una historia mágica. Desde ese día hicimos un trato, yo le cambio los pañales y ella me cambia la vida!

Hace unos días volví al primer piso de los consultorios de Marcelo T, esta vez acompañada, fuimos con ella para que la conocieran y para agradecerle tanto a la Doctora Eva Rodriguez Pazo como al Doctor Sergio Pasquilini haberme ayudado y acompañado en este camino y haberme brindado su apoyo en los momentos difíciles, conteniéndome con sus palabras.

Gracias a todo el equipo de Halitus, a cada uno de los profesionales que conocí con una enorme calidad humana y que ayudaron a cumplir mi deseo de ser mamá.