Cada mañana, cuando Franco despierta luego de sus mansas 10 horas de sueño y nos encontramos con su sonrisa o lagrimones colgados de los cachetes, no dejamos de sorprendernos y agradecer a la vida por todo lo hecho, por no haber dejado de luchar para traer al mundo un hijo, por caminar, por preguntar, leer, escuchar y elegir.
Les estamos eternamente agradecidos a usted, al doctor Néstor Matarazzo, y a todo el quipo que tan cálidamente nos acompañó en la aventura de traer a Franquito a nuestro lado.
Un abrazo y hasta cualquier momento.
Mario Borra y Lucía Ipes
6 de agosto de 1999