Corría rápidamente el año 1986 cuando me diagnosticaron un linfoma Hodking. Yo empezaba mi segundo año en la Facultad de Medicina y tuve que asumir que mi tratamiento sería poliquimioterapía y radioterapia. ¡Hay Dios mío! ¿me quedaré estéril?!
En aquellos años las esperanzas de llegar a ser madre algún día estaban algo lejanas, al menos eso era lo que yo creía.
Pasó el tiempo, realicé mi tratamiento, pero la cicatriz fue una menopausia precoz a los 25 años. ¿Seré madre biológica algún día?, me pregunté. No lo sé, ¡pero no bajaré los brazos!, me contesté. Y fue así que junto a mi esposo recorrimos muchos centros de asistencia, hasta que por recomendación de una pareja en nuestra situación, nos sugirieron ver al Dr. Pasqualini y su equipo.
Fue allí donde la inmensa cortina negra se corrió, todo era posible para nosotros; sólo necesitamos de la incomparable voluntad de otra mujer que donase sus óvulos y de la asistencia de este equipo maravilloso de médicos y paramédicos que hicieron en seis meses posible el milagro de la vida, ya que en mi vientre acuné “dos sueños de nueve lunas”, que hoy llenan la vida de nuestro hogar.
Jamás encontraré las palabras justas para expresar mi agradecimiento, pero espero que estas breves líneas llenen el vacío de aquellos que como yo, erróneamente piensan que ya no hay esperanzas. No se dejen vencer, luchen, luchen sin cesar porque Dios es grande y justo y a través de la ciencia realiza sus milagros, en este caso el Dr. Pasqualini y su equipo. Gracias, muchas gracias, jamás los olvidaremos.
Nos despedimos de Uds. con nuestro eterno agradecimiento.
Patricia
Castelar, 22 de Agosto de 2000