En los primeros años de vida, el niño crece y los elementos que conforman su sexualidad se desarrollan a la par para poder estar maduros cuando llegue el momento de la procreación y del ejercicio de una sexualidad autónoma, acorde a la madurez del individuo. En esta etapa puede observarse cómo el niño explora su cuerpo y descubre su anatomía, acompañada por las sensaciones que su exploración le despierta. No debe exagerarse la atención sobre el niño en esta etapa, sino considerarlo parte normal de su evolución. En estos primeros años y de acuerdo a los mensajes que recibe de su entorno, se van moldeando las características emocionales de su género, así como los rasgos de su futura personalidad.
En la pubertad primero y en la adolescencia después, se experimentan física y emocionalmente la influencia de las propias hormonas, que entran en acción y producen transformaciones muy evidentes a nivel físico y psicológico. En esta etapa es cuando la sexualidad comienza a integrarse con sus diferentes componentes, bio-psico-emocionales-sociales y espirituales. Si se ha transitado sanamente la etapa previa y los adolescentes están en un entorno donde reciben mensajes saludables respecto de su valor como personas, buenos ejemplos de los vínculos de las personas que los rodean y valores sólidos que contribuyan a reforzar su autoestima y a darle a su vida un sentido constructivo y elevado, la sexualidad se conforma de manera saludable. En caso contrario, el desarrollo de la misma puede verse afectado, del mismo modo que el resto de su aparato psíquico. Los ejemplos de la familia, en especial de sus padres, y toda la información que reciben a través de los diferentes medios, las lecturas, la televisión, lo que se observa en la calle y en los lugares a los cuales concurren…Todo ello se constituye como estímulos que pueden influir de un modo positivo o negativo, afectando su sexualidad de una u otra forma.
En general, durante la adolescencia se va consolidando la identidad de género, por eso es muy importante para la autoestima, las referencias positivas o negativas que pueda recibir en relación al hecho de ser hombre o mujer ya que si existen juicios de valor negativos respecto de su género, podría llegar a aparecer un conflicto muy serio que repercutiría en su sexualidad adulta. Además, los cambios físicos de esta etapa son relevantes. Los adolescentes tienen mucho miedo de salirse del promedio, porque se sienten protegidos cuando forman parte del grupo, por eso ser diferente a los demás -el más alto, o el más bajo, o el más gordo o el más flaco, entre otras características- los afecta psicológicamente, determinando su comportamiento en relación a sus pares. El que se atrasa en su desarrollo o el precoz, suelen ser los que más sufren durante este período.
Si las etapas anteriores se cumplieron sin demasiados conflictos, la juventud suele ser un período de estabilidad y disfrute, durante la cual comienzan a formar parejas y a experimentar una sexualidad más estable. Es el período en el cual se aprende a tener una sexualidad más rica, pero si hay conflictos, aparecen las disfunciones sexuales y los problemas para vincularse con otras personas. Muchas veces esta es la causa por la cual las parejas no duran.
Con frecuencia, la pareja que busca un embarazo, o el miembro de la pareja que está más ansioso e inseguro, deja de disfrutar de la sexualidad para centrarse en la genitalidad, con orientación procreativa casi exclusivamente, y esto deteriora el vínculo de la pareja. Otro aspecto es la pareja de padres que se centra en dicho rol y no encuentra un tiempo y/o un lugar propios para volver a ser simplemente una pareja. La postergación de los encuentros o la falta de calidad y frecuencia de los mismos, también atenta contra la buena calidad del vínculo, que comienza a generar enojos y reclamos.
Cuando el embarazo es normal, en el primer trimestre disminuyen los encuentros sexuales, en el segundo aumentan y en el tercero se mantienen. También durante esta etapa de la vida es importante que la pareja reciba orientación profesional para alejar fantasías que puedan interferir con su vida sexual y, en el caso de un embarazo con alguna complicación, puedan aprender a canalizar su energía sexual de maneras creativas e inocuas para la prosecución del embarazo.
La vida adulta, en especial cuando los hijos ya son grandes o se han ido del hogar, es un momento de redescubrimiento de la pareja que, con la experiencia y el mayor tiempo disponible pueden acceder a una verdadera segunda “luna de miel”, muchas veces, mejor que la primera. Hay personas que inician nuevos vínculos en esta etapa de la vida y concurren a la consulta porque quieren entender mejor su propia sexualidad y aprender cosas que no saben y que desean compartir con su pareja. Una persona adulta que se encuentra en buen estado general de salud, que puede disfrutar de una sexualidad plena con su pareja, gracias a que ambos han alcanzado un nivel de comprensión de la vida que les permite encontrar soluciones cuando aparecen problemas, sin sentir que no alcanzan las expectativas que se habían planteado una década atrás, es una persona que disfruta de una sexualidad saludable.
Por lo general existe una progresiva disminución del deseo y del nivel de excitación sexual, debido a los cambios hormonales, aunque esta situación puede verse influenciada por la calidad del vínculo que se sostiene y por los factores psicológicos. Los problemas de salud y los medicamentos que se consuman también influyen en la respuesta sexual.
La respuesta sexual es necesario entenderla, a su criterio, como un conjunto de acciones fisiológicas que abarcan aspectos hormonales, neurológicos y vasculares, entre los componentes biológicos y que también involucran al aparato psíquico de un individuo. Están determinadas por la educación recibida, las costumbres de su entorno y las creencias que sostiene la persona. En conjunto le sirven a un individuo para establecer un vínculo amoroso con otra persona.
Debido a los problemas de salud que pueden afectar tanto al hombre como a la mujer (hipertensión arterial, diabetes, obesidad, enfermedades sistémicas, etc.) y a los efectos colaterales de los medicamentos que se consumen, la sexualidad puede resentirse y aparecer disfunciones sexuales, como la disfunción eréctil y del deseo en el hombre y la disfunción del orgasmo y del deseo en la mujer, entre otras.
Sin embargo, hoy día se observan hombres y mujeres que llegan a mantener una vida sexual satisfactoria hasta edades avanzadas. En este sentido, la consulta sexológica permite acompañar a la pareja en esta etapa y darle la orientación y las indicaciones adecuadas para que la salud sexual pueda mantenerse el mayor tiempo posible.
Cada vez que una persona sienta que su sexualidad, en lugar de resultarle una experiencia placentera y enriquecedora, se transforma en una situación conflictiva, que le produce confusión, angustia, ansiedad, temor e inclusive dolor físico o aversión, es momento de realizar una consulta, sea cual sea su edad y su etapa vital, ya sea que se encuentre sola o en pareja.